jueves, 10 de septiembre de 2020

sábado, 8 de agosto de 2020

LOS DOS PACTOS: EL PACTO DE LA GRACIA Y EL PACTO ANTIGUO.

Así Como La Biblia Presenta Dos Leyes, Una Inmutable Y Eterna, La Otra Provisional Y Temporaria, Así También Hay Dos Pactos. 

EL PACTO DE LA GRACIA se estableció primeramente con el hombre en el Edén, cuando después de la caída se dio la promesa divina de que la simiente de la mujer heriría a la serpiente en la cabeza. Este pacto puso al alcance de todos los hombres el perdón y la ayuda de la gracia de Dios para obedecer en lo futuro mediante la fe en Cristo. También les prometía la vida eterna si eran fieles a la ley de Dios. Así recibieron los patriarcas la esperanza de la salvación.  Este mismo pacto le fue renovado a Abrahán en la promesa: "En tu simiente serán benditas todas las gentes de la tierra." (Gén. 22: 18.) Esta promesa dirigía los pensamientos hacia Cristo. Así la entendió Abrahán. (Véase Gál. 3: 8, 16), y confió en Cristo para obtener el perdón de sus pecados. Fue esta fe la que se le contó como justicia. El pacto con Abrahán también mantuvo la autoridad de la ley de Dios. El Señor se le apareció y le dijo: "Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí, y sé perfecto." El testimonio de Dios respecto a su siervo fiel fue: "Oyó Abrahán mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes," y el Señor le declaró: "Estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu simiente después de ti en sus generaciones, por alianza perpetua, para serte a ti por Dios, y a tu simiente después de ti." (Gén 17: 1, 7; 26: 5.)

Aunque este pacto fue hecho con Adán, y más tarde se le renovó a Abrahán, no pudo ratificarse sino hasta la muerte de Cristo. Existió en virtud de la promesa de Dios desde que se indicó por primera vez la posibilidad de redención. Fue aceptado por fe: no obstante, cuando Cristo lo ratificó fue llamado el pacto nuevo. La ley de Dios fue la base de este pacto, que era sencillamente un arreglo para restituir al hombre a la armonía con la voluntad divina, colocándolo en situación de poder obedecer la ley de Dios. 

EL PACTO ANTIGUO. Otro Pacto, llamado en la Escritura el pacto "antiguo," se estableció entre Dios e Israel en el Sinaí, y en aquel entonces fue ratificado mediante la sangre de un sacrificio. El pacto hecho con Abrahán fue ratificado mediante la sangre de Cristo, y es llamado el "segundo" pacto o "nuevo" pacto, porque la sangre con la cual fue sellado se derramó después de la sangre del primer pacto. Es evidente que el nuevo pacto estaba en vigor en los días de Abrahán, puesto que entonces fue confirmado tanto por la promesa como por el juramento de Dios, "dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta." (Heb. 6: 18). Pero si el pacto confirmado a Abrahán contenía la promesa de la redención, ¿Por Qué Se Hizo Otro Pacto En El Sinaí? 

Durante su servidumbre, el pueblo había perdido en alto grado el conocimiento de Dios y de los principios del pacto de Abrahán. Al libertarlos de Egipto, Dios trató de revelarles su poder y su misericordia para inducirlos a amarle y a confiar en él. Los llevó al mar Rojo, donde, perseguidos por los egipcios, parecía imposible que escaparan, para que pudieran ver su total desamparo y necesidad de ayuda divina; y entonces los libró. Así se llenaron de amor y gratitud hacia él, y confiaron en su poder para ayudarles. Los ligó a sí mismo como su libertador de la esclavitud temporal.

Pero había una verdad aun mayor que debía grabarse en sus mentes. Como habían vivido en un ambiente de idolatría y corrupción, no tenían un concepto verdadero de la santidad de Dios, de la extrema pecaminosidad de su propio corazón, de su total incapacidad para obedecer la ley de Dios, y de la necesidad de un Salvador. Todo esto se les debía enseñar. Dios los llevó al Sinaí; manifestó allí su gloria; les dio la ley, con la promesa de grandes bendiciones siempre que obedecieran: "Ahora pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, . . . vosotros seréis mi reino de sacerdotes, y gente santa." (Exo. 19: 5, 6.)

Los israelitas no percibían la pecaminosidad de su propio corazón, y no comprendían que sin Cristo les era imposible guardar la ley de Dios; y con excesiva premura concertaron su pacto con Dios. Creyéndose capaces de ser justos por sí mismos, declararon: "Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos." (Exo. 24: 7.) Habían presenciado la grandiosa majestad de la proclamación de la ley, y habían temblado de terror ante el monte; y sin embargo, apenas unas pocas semanas después, quebrantaron su pacto con Dios al postrarse a adorar una imagen fundida. No podían esperar el favor de Dios por medio de un pacto que ya habían roto;

y entonces viendo su pecaminosidad y su necesidad del Salvador revelado en el pacto de Abrahán y simbolizado en los sacrificios. De manera que mediante la fe y el amor se vincularon con Dios como su libertador de la esclavitud del pecado. Ya estaban capacitados para apreciar las bendiciones del nuevo pacto. Los términos del pacto antiguo eran: Obedece y vivirás. "El hombre que los hiciere, vivirá en ellos" (Eze. 20: 11; Lev. 18: 5.); pero "maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para cumplirlas." (Deut. 27: 26.)

El nuevo pacto se estableció sobre "mejores promesas," la promesa del perdón de los pecados y de la gracia de Dios para renovar el corazón y ponerlo en armonía con los principios de la ley de Dios.

"Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en sus entrañas, y escribiréla en sus corazones; y. . . perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado." (Jer. 31: 33, 34).

La misma ley que fue grabada en tablas de piedra es escrita por el Espíritu Santo sobre las tablas del corazón.

En vez de tratar de establecer nuestra propia justicia, aceptamos la justicia de Cristo. Su obediencia es aceptada en nuestro favor. Entonces el corazón renovado por el Espíritu Santo producirá los frutos del Espíritu. Mediante la gracia de Cristo viviremos obedeciendo a la ley de Dios escrita en nuestro corazón.

Al poseer el Espíritu de Cristo, andaremos como él anduvo. Por medio del profeta, Cristo declaró respecto a sí mismo: "El hacer tu voluntad, Dios mío, hame agrado; y tu ley está en medio de mis entrañas." (Sal. 40: 8) Y cuando entre los hombres, dijo: "No me ha dejado el Padre; porque yo, lo que a él agrada, hago siempre." (Juan 8: 29) 

El apóstol Pablo presenta claramente la relación que existe entre la fe y la ley bajo el nuevo pacto. Dice: "Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo." "¿Luego deshacemos la ley por la fe? En ninguna manera; antes establecemos la ley." "Porque lo que era imposible a la ley, por cuanto era débil por la carne [no podía justificar al hombre, porque éste en su naturaleza pecaminosa no podía guardar la ley], Dios enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, mas conforme al espíritu." (Rom. 5: 1; 3: 31; 8: 3, 4.)

La obra de Dios es la misma en todos los tiempos, aunque hay distintos grados de desarrollo y diferentes manifestaciones de su poder para suplir las necesidades de los hombres en los diferentes siglos. Empezando con la primera promesa evangélica, y siguiendo a través de las edades patriarcal y judía, para llegar hasta nuestros propios días, ha habido un desarrollo gradual de los propósitos de Dios en el plan de la redención. 

El Salvador simbolizado en los ritos y ceremonias de la ley judía es el mismo que se revela en el Evangelio. 

Las nubes que envolvían su divina forma se han esfumado; la bruma y las sombras se han desvanecido; y Jesús, el Redentor del mundo, aparece claramente visible. El que proclamó la ley desde el Sinaí, y entregó a Moisés los preceptos de la ley ritual, es el mismo que pronunció el sermón sobre el monte.

Los grandes principios del amor a Dios, que él proclamó como fundamento de la ley y los profetas, son sólo una reiteración de lo que él había dicho por medio de Moisés al pueblo hebreo: "Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todo tu poder." Y "amarás a tu prójimo como a ti mismo." (Deut. 6:4, 5; Lev. 19: 18).

El Maestro Es El Mismo En Las Dos Dispensaciones. Las demandas de Dios son las mismas. Los principios de su gobierno son los mismos. Porque todo procede de Aquel "en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación." (Sant. 1:17).                                             (Patriarcas y Profetas Pág. 386-390)


LA LEY MORAL Y LAS LEYES CEREMONIALES.

 CUANDO Adán y Eva fueron creados recibieron el conocimiento de la ley de Dios; conocieron los derechos que la ley tenía sobre ellos; sus preceptos estaban escritos en sus corazones. Cuando el hombre cayó a causa de su transgresión, la ley no fue cambiada, sino que se estableció un sistema de redención para hacerle volver a la obediencia. Se le dio la promesa de un Salvador, y se establecieron sacrificios que dirigían sus pensamientos hacia el futuro, hacia la muerte de Cristo como supremo sacrificio. Si nunca se hubiera violado la ley de Dios, no habría habido muerte ni se habría necesitado un Salvador, ni tampoco sacrificios. 

Adán enseñó a sus descendientes la ley de Dios, y así fue transmitida de padres a hijos durante las siguientes generaciones. No obstante las medidas bondadosamente tomadas para la redención del hombre, pocos la aceptaron y prestaron obediencia. Debido a la transgresión, el mundo se envileció tanto que fue menester limpiarlo de su corrupción mediante el diluvio. La ley fue preservada por Noé y su familia, y Noé enseñó los diez mandamientos a sus descendientes. Cuando los hombres se apartaron nuevamente de Dios, el Señor eligió a Abrahán, de quien declaró: "Oyó Abrahán mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos, y mis leyes." (Gén. 26:5.) Le dio el rito de la circuncisión, como señal de que quienes lo recibían eran dedicados al servicio de Dios, y prometían permanecer separados de la idolatría y obedecer la ley de Dios. 

La falta de voluntad para cumplir esta promesa, que los descendientes de Abrahán evidenciaron en su tendencia a formar alianzas con los paganos y adoptar sus prácticas, fue la causa de su estada y servidumbre en Egipto. Pero en su relación con los idólatras y su forzada sumisión a los egipcios, los israelitas corrompieron aun más su conocimiento de los preceptos divinos al mezclarlos con las crueles y viles enseñanzas del paganismo. Por lo tanto, cuando los sacó de Egipto, el Señor descendió sobre el Sinaí, envuelto en gloria y rodeado de sus ángeles, y con grandiosa majestad pronunció su ley a todo el pueblo.

Aun entonces Dios no confió sus preceptos a la memoria de un pueblo inclinado a olvidar sus requerimientos, sino que los escribió sobre tablas de piedra. Quiso alejar de Israel toda posibilidad de mezclar las tradiciones paganas con sus santos preceptos, o de confundir sus mandamientos con costumbres o reglamentos humanos, Pero hizo más que sólo darles los preceptos del Decálogo. El pueblo se había mostrado tan susceptible a descarriarse, que no quiso dejarles ninguna puerta abierta a la tentación. A Moisés se le dijo que escribiera, como Dios se lo había mandado, derechos y leyes que contenían instrucciones minuciosas respecto a lo que el Señor requería. Estas instrucciones relativas a los deberes del pueblo para con Dios, a los deberes de unos para con otros, y para con los extranjeros, no eran otra cosa que los principios de los diez mandamientos ampliados y dados de una manera específica, en forma tal que ninguno pudiera errar. Tenían por objeto resguardar la santidad de los diez mandamientos grabados en las tablas de piedra.

Si el hombre hubiera guardado la ley de Dios, tal como le fue dada a Adán después de su caída, preservada por Noé y observada por Abrahán, no habría habido necesidad del rito de la circuncisión. Y si los descendientes de Abrahán hubieran guardado el pacto del cual la circuncisión era una señal, jamás habrían sido inducidos a la idolatría, ni habría sido necesario que sufrieran una vida de esclavitud en Egipto; habrían conservado el conocimiento de la ley de Dios y no habría sido necesario proclamarla desde el Sinaí, o grabarla sobre tablas de piedra. Y si el pueblo hubiera practicado los principios de los diez mandamientos, no habría habido necesidad de las instrucciones adicionales que se le dieron a Moisés.

El sistema de sacrificios confiado a Adán fue también pervertido por sus descendientes. La superstición, la idolatría, la crueldad y el libertinaje corrompieron el sencillo y significativo servicio que Dios había establecido. A través de su larga relación con los idólatras, el pueblo de Israel había mezclado muchas costumbres paganas con su culto; por consiguiente, en el Sinaí el Señor le dio instrucciones definidas tocante al servicio de los sacrificios. Una vez terminada la construcción del santuario, Dios se comunicó con Moisés desde la nube de gloria que descendía sobre el propiciatorio, y le dio instrucciones completas acerca del sistema de sacrificios y ofrendas, y las formas del culto que debían emplearse en el santuario. De esa manera se dio a Moisés la ley ceremonial, que fue escrita por él en un libro. Pero la ley de los diez mandamientos pronunciada desde el Sinaí había sido escrita por Dios mismo en las tablas de piedra, y fue guardada sagradamente en el arca. 

Muchos confunden estos dos sistemas y se valen de los textos que hablan de la ley ceremonial para tratar de probar que la ley moral fue abolida; pero esto es pervertir las Escrituras. 

LA DISTINCIÓN ENTRE LOS DOS SISTEMAS ES CLARA. El sistema ceremonial se componía de símbolos que señalaban a Cristo, su sacrificio y su sacerdocio. Esta ley ritual, con sus sacrificios y ordenanzas, debían los hebreos seguirla hasta que el símbolo se cumpliera en la realidad de la muerte de Cristo. Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Entonces debían cesar todas las ofrendas de sacrificio. Tal es la ley que Cristo quitó de en medio y clavó en la cruz. (Col. 2: 14.)

Pero acerca de la ley de los diez mandamientos el salmista declara: "Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra en los cielos." (Sal. 119: 89.) Y Cristo mismo dice: "No penséis que he venido para abrogar la ley.... De cierto os digo," y recalca en todo lo posible su aserto, "que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas." (Mat. 5: I7, 18.) En estas palabras Cristo enseña, no sólo cuáles habían sido las demandas de la ley de Dios, y cuáles eran entonces, sino que además ellas perdurarán tanto como los cielos y la tierra. La ley de Dios es tan inmutable como su trono. Mantendrá sus demandas sobre la humanidad a través de todos los siglos. Respecto a la ley pronunciada en el Sinaí, dice Nehemías: "Sobre el monte de Sinaí descendiste, y hablaste con ellos desde el cielo, y dísteles juicios rectos, leyes verdaderas, y estatutos y mandamientos buenos." (Neh. 9: 13.) Y Pablo, el apóstol de los gentiles, declara: "La ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, y justo, y bueno." Esta ley no puede ser otra que el Decálogo, pues es la ley que dice: "No codiciarás." (Rom. 7: 12, 7).

Si bien la muerte del Salvador puso fin a la ley de los símbolos y sombras no disminuyó en lo más mínimo la obligación del hombre hacía la ley moral.

Muy al contrario, el mismo hecho de que fuera necesario que Cristo muriera para expiar la transgresión de la ley, prueba que ésta es inmutable. 

Los que alegan que Cristo vino para abrogar la ley de Dios y eliminar el Antiguo Testamento, hablan de la era judaica como de un tiempo de tinieblas, y representan la religión de los hebreos como una serie de meras formas y ceremonias. Pero éste es un error. A través de todas las páginas de la historia sagrada, donde está registrada la relación de Dios con su pueblo escogido, hay huellas vivas del gran YO SOY. Nunca dio el Señor a los hijos de los hombres más amplias revelaciones de su poder y gloria que cuando fue reconocido como único soberano de Israel y dio la ley a su pueblo, Había allí un cetro que no era empujado por manos humanas; y las majestuosas manifestaciones del invisible Rey de Israel fueron indeciblemente grandiosas y temibles.

En todas estas revelaciones de la presencia divina, la gloria de Dios se manifestó por medio de Cristo. No sólo cuando vino el Salvador, sino a través de todos los siglos después de la caída del hombre y de la promesa de la redención, "Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí." (2 Cor. 5: 19.) Cristo era el fundamento y el centro del sistema de sacrificios, tanto en la era patriarcal como en la judía. Desde que pecaron nuestros primeros padres, no ha habido comunicación directa entre Dios y el hombre. El Padre puso el mundo en manos de Cristo para que por su obra mediadora redimiera al hombre y vindicara la autoridad y santidad de la ley divina. Toda comunicación entre el cielo y la raza caída se ha hecho por medio de Cristo. Fue el Hijo de Dios quien dio a nuestros primeros padres la promesa de la redención. Fue él quien se reveló a los patriarcas. Adán, Noé, Abrahán, Isaac, Jacob, y Moisés comprendieron el Evangelio. Buscaron la salvación por medio del Substituto y Garante del ser humano. Estos santos varones de antaño comulgaron con el Salvador que iba a venir al mundo en carne humana; y algunos de ellos hablaron cara a cara con Cristo y con ángeles celestiales. Cristo no sólo fue el que dirigía a los hebreos en el desierto --el Ángel en quien estaba el nombre de Jehová, y quien, velado en la columna de nube, iba delante de la hueste--sino que también fue él quien dio la ley a Israel. 

VEAMOS ESTA NOTA: ("Que el que pronunció las palabras de la ley y llamó a Moisés al monte para hablarle era el Señor Jesucristo, es algo que se desprende de las siguientes consideraciones: Fue por medio de Cristo cómo Dios se reveló al hombre en todos los tiempos. "Nosotros empero no tenemos más de un Dios, el Padre, del cual son todas las cosas, y nosotros en él: y un Señor Jesucristo, por el cual son todas las cosas, y nosotros por él." (1Cor. 8:6.) "Este [Moisés] es aquél que estuvo en la congregación en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres; y recibió las palabras de vida para darnos." (Hech. 7: 38.) Este ángel era "el ángel de su faz" (Isa. 63: 9), el ángel en quien estaba el nombre de Jehová. (Exo. 23: 20-23.) La expresión no puede referirse a otro más que al Hijo de Dios. Además, a Cristo se le llama el Verbo o Palabra de Dios. (Juan 1: 13.) Es llamado así porque en todas las edades Dios comunicó sus revelaciones al hombre por medio de él. Fue su Espíritu el que inspiró a los profetas. (1 Ped. 1: 10, 11.) Les fue revelado como el ángel de Jehová, el príncipe del ejército del Señor, Miguel el arcángel")).

En medio de la terrible gloria del Sinaí, Cristo promulgó a todo el pueblo los diez mandamientos de la ley de su Padre, y dio a Moisés esa ley grabada en tablas de piedra. Fue Cristo quien habló a su pueblo por medio de los profetas. El apóstol Pedro, escribiendo a la iglesia cristiana, dice que los que "profetizaron de la gracia que había de venir a vosotros, han inquirido y diligentemente buscado, escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual prenunciaba las aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas." (1 Ped. 1: 10, 11.) Es la voz de Cristo la que nos habla por medio del Antiguo Testamento. "Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía." (Apoc. 19: 10.)

En las enseñanzas que dio cuando estuvo personalmente aquí entre los hombres, Jesús dirigió los pensamientos del pueblo hacia el Antiguo Testamento. Dijo a los judíos: "Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mi." (Juan 5:39.) En aquel entonces los libros del Antiguo Testamento eran la única parte de la Biblia que existía. Otra vez el Hijo de Dios declaró: "A Moisés y a los profetas tienen: óiganlos." Y agregó: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de los muertos."        (Luc. 16:29, 31.)

La ley ceremonial fue dada por Cristo. Aun después de ser abolida, Pablo la presentó a los judíos en su verdadero marco y valor, mostrando el lugar que ocupaba en el plan de la redención, así cómo su relación con la obra de Cristo; y el gran apóstol declara que esta ley es gloriosa, digna de su divino Originador.

El solemne servicio del santuario representaba las grandes verdades que habían de ser reveladas a través de las siguientes generaciones. La nube de incienso que ascendía con las oraciones de Israel representaba su justicia, que es lo único que puede hacer aceptable ante Dios la oración del pecador;, la víctima sangrante en el altar del sacrificio daba testimonio del Redentor que había de venir; y el lugar santísimo irradiaba la señal visible de la presencia divina. Así, a través de siglos y siglos de tinieblas y apostasía, la fe se mantuvo viva en los corazones humanos hasta que llegó el tiempo del advenimiento del Mesías prometido. 

Jesús era ya la luz de su pueblo, la luz del mundo, antes de venir a la tierra en forma humana. El primer rayo de luz que penetró la lobreguez en que el pecado había envuelto al mundo, provino de Cristo. Y de él ha emanado todo rayo de resplandor celestial que ha caído sobre los habitantes de la tierra. En el plan de la redención, Cristo es el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo. Desde que el Salvador derramó su sangre para la remisión de los pecados, y ascendió al cielo "para presentarse ahora por nosotros en la presencia de Dios" (Heb. 9: 24), raudales de luz han brotado de la cruz del Calvario y de los lugares santos del santuario celestial. Pero porque se nos haya otorgado una luz más clara no debiéramos menospreciar la que en tiempos anteriores fue recibida mediante símbolos que revelaban al Salvador futuro. El Evangelio de Cristo arroja luz sobre la economía judía y da significado a la ley ceremonial. A medida que se revelan nuevas verdades, y se aclara aún más lo que se sabía desde el principio, se hacen más manifiestos el carácter y los propósitos de Dios en su trato con su pueblo escogido. Todo rayo de luz adicional que recibimos nos hace comprender mejor el plan de redención, cumplimiento de la voluntad divina en favor de la salvación del hombre. Vemos nueva belleza y fuerza en la Palabra inspirada, y la estudiamos con interés más profundo y concentrado.

Muchos opinan que Dios colocó una muralla divisoria entre los hebreos y el resto del mundo; que su cuidado y amor de los que privara en gran parte al resto de la humanidad, se concentraban en Israel.

Pero no fue el propósito de Dios que su pueblo construyera una muralla de separación entre ellos y sus semejantes.

El corazón del Amor infinito abarcaba a todos los habitantes de la tierra. Aunque le habían rechazado, constantemente procuraba revelárselas, y hacerlos partícipes de su amor y su gracia. Su bendición fue concedida al pueblo escogido, para que éste pudiera bendecir a otros.

Dios llamó a Abrahán, le prosperó y le honró; y la fidelidad del patriarca fue una luz para la gente de todos los países donde habitó.  Abrahán no se aisló de quienes le rodeaban. Mantuvo relaciones amistosas con los reyes de las naciones circundantes, y fue tratado por algunos de ellos con gran respeto; su integridad y desinterés, su valor y benevolencia, representaron el carácter de Dios. A Mesopotamia, a Canaán, a Egipto, hasta a los habitantes de Sodoma, el Dios del cielo se les reveló por medio de su representante.

Asimismo se reveló Dios por medio de José al pueblo egipcio y a todas las naciones relacionadas con aquel poderoso reino. ¿Por qué dispuso el Señor exaltar a José a tan grande altura entre los egipcios? Podía lograr sus propósitos en favor de los hijos de Jacob de cualquiera otra manera; pero quiso hacer de José una luz, y lo puso en el palacio del rey para que la luz celestial alumbrara cerca y lejos. Mediante su sabiduría y su justicia, mediante la pureza y la benevolencia de su vida cotidiana, mediante su devoción a los intereses del pueblo, y de un pueblo idólatra, José fue el representante de Cristo. En su benefactor, a quien todo Egipto se dirigía con gratitud y a quien todos elogiaban, aquel pueblo pagano debía contemplar el amor de su Creador y Redentor. También mediante Moisés, Dios colocó una luz junto al trono del mayor reino de la tierra, para que todos los que quisieran, pudieran conocer al Dios verdadero y viviente. Y toda esta luz fue dada a los egipcios antes de que la mano de Dios se extendiera sobre ellos en las plagas. 

Mediante la liberación de Israel de Egipto, el conocimiento del poder de Dios se extendió por todas partes. El belicoso pueblo de la plaza fuerte de Jericó tembló. Dijo Rahab: "Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más espíritu en alguno por causa de vosotros: porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos, y abajo en la tierra." (Jos. 2: 11.) Varios siglos después del éxodo, los sacerdotes filisteos recordaron a su pueblo las plagas de Egipto, y lo amonestaron a no resistir al Dios de Israel.

Dios llamó a Israel, lo bendijo y lo exaltó, no para que mediante la obediencia a su ley recibiese él solo su favor y fuera beneficiario exclusivo de sus bendiciones; sino para revelarse por medio de él a todos los habitantes de la tierra. Para poder alcanzar este propósito, Dios le ordenó que fuera diferente de las naciones idólatras que lo rodeaban.

La idolatría y todos los pecados que la acompañaban eran abominables para Dios, y ordenó a su pueblo que no se mezclara con las otras naciones, ni hiciera "como ellos hacen" (Exo. 23: 24), para que no se olvidaran de Dios. Les prohibió el matrimonio con los idólatras, para que sus corazones no se apartaran de él. Era tan necesario entonces como ahora que el pueblo de Dios fuese puro, "sin mancha de este mundo." (Sant. 1: 27.) Debían mantenerse libres del espíritu mundano, porque éste se opone a la verdad y la justicia. Pero Dios no quería que su pueblo, creyendo tener la exclusividad de la justicia, se apartara del mundo al punto de no poder ejercer influencia alguna sobre él.

Como su Maestro, los seguidores de Cristo debían ser en todas las edades la luz del mundo. El Salvador dijo: "Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, más sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa;" es decir, en el mundo. Y agrega: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos." (Mat. 5: 14-16) Esto es exactamente lo que hicieron Enoc, Noé, Abrahán, José y Moisés. Y es precisamente lo que Dios quería que hiciera su pueblo Israel. Fue su propio corazón malo e incrédulo, dominado por Satanás, lo que los llevó a ocultar su luz en vez de irradiarla sobre los pueblos circunvecinos; fue ese mismo espíritu fanático lo que les hizo seguir las prácticas inicuas de los paganos, o encerrarse en un orgulloso exclusivismo, como si el amor y el cuidado de Dios fuesen únicamente para ellos. Patriarcas y Profetas Pág. 378-386) EGW


lunes, 27 de julio de 2020

ENLACES - LA IGLESIA REMANENTE (EGW).


PREFACIO. LA IGLESIA REMANENTE
I. EL AMOR DE DIOS POR SU IGLESIA.
II. LA IGLESIA REMANENTE NO ES BABILONIA.
05. LA IGLESIA NO ES BABILONIA.
07. UN MINISTERIO DIVINAMENTE SEÑALADO.
09. EL AMOR DE DIOS POR SU IGLESIA.
III. LA IGLESIA TRIUNFANTE.
11. EL NOMBRE DE NUESTRA ORGANIZACIÓN.
12. LA ASOCIACIÓN GENERAL.
13. UN MENSAJE A LA ASOCIACIÓN GENERAL EN SESIÓN EN 1913.
14. ÁNIMO EN EL SEÑOR.
FIN

14. ÁNIMO EN EL SEÑOR. (III. LA IGLESIA TRIUNFANTE). LA IGLESIA REMANENTE.


Recientemente, en horas de la noche, mi mente fue impresionada por el Espíritu Santo con el pensamiento de que si el Señor ha de venir tan pronto como creemos, debemos desplegar más actividad que en los años pasados para presentar la verdad a la gente.
En relación con esto mi mente recapituló la actividad de los creyentes adventistas en 1843 y 1844. 
En ese tiempo visitábamos mucho a la gente de casa en casa, y hacíamos esfuerzos ímprobos para amonestarla acerca de las cosas a las que se refiere la Palabra de Dios. Debiéramos hacer un esfuerzo aún mayor del que hicieron los que proclamaron con tanta fidelidad el mensaje del primer ángel. Nos estamos aproximando rápidamente 124 al fin de la historia de esta tierra; y al darnos cuenta de que Jesús en verdad viene pronto, debiéramos dedicarnos a la obra como nunca antes. Tenemos la obligación de dar la alarma a la gente. Y en nuestras propias vidas debemos manifestar el poder de la verdad y la justicia. El mundo pronto tendrá que dar cuenta ante el gran Legislador por haber quebrantado su ley. Sólo los que se apartan de la transgresión y se vuelven a la obediencia pueden esperar perdón y paz.
Tenemos que levantar el estandarte que dice: "Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús". 
La obediencia a la ley de Dios es el gran asunto. No lo dejemos a un lado. Debemos luchar para que los miembros de la iglesia, y los que no profesan nada, comprendan los requerimientos de la ley del cielo y los obedezcan. Tenemos que magnificar la ley y engrandecerla.
Cristo nos ha comisionado para sembrar las semillas de la verdad, y para impresionar a nuestros hermanos con la importancia de la obra que tienen que hacer los que viven en medio de las escenas finales de la historia del mundo. A medida que se proclaman las palabras de verdad por los caminos y los vallados, debe haber una manifestación de 125 la obra del Espíritu de Dios en los corazones humanos.
¡Oh, cuánto bien se podría hacer si todos los que tienen la verdad, la Palabra de vida, trabajaran por la iluminación de los que no la tienen! Cuando los samaritanos acudieron a Cristo respondiendo al llamado de la mujer samaritana, Cristo se refirió a ellos dirigiéndose a sus discípulos como si fueran un campo listo para la cosecha. "¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? ­ dijo ­, alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega". Cristo se quedó dos días con los samaritanos, porque tenían hambre de escuchar la verdad. ¡Y qué días ocupados fueron ésos! Como resultado de esos días de labor "creyeron muchos más por la palabra de él". Este era su testimonio "Nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste, es el Salvador del mundo, el Cristo". Juan 4:35,42.
¿Quiénes entre el profeso pueblo de Dios se encargarán de esta sagrada obra, y trabajarán por las almas que perecen por falta de conocimiento? El mundo debe ser amonestado. Se me señalaron muchos lugares que necesitan de un esfuerzo consagrado, fiel e incansable. Cristo está abriendo 126 los corazones y las mentes de muchos en nuestras grandes ciudades. Necesitan las verdades de la Palabra de Dios; y si nos acercamos en sagrada comunión con Cristo, y tratamos de aproximarnos a esa gente, se harán impresiones para bien. Necesitamos despertarnos, y obrar al unísono con Cristo y con nuestros semejantes. Las ciudades grandes y pequeñas, y los lugares cercanos y lejanos, deben ser trabajados, y trabajados inteligentemente. Nunca retrocedamos. El Señor hará la correcta impresión sobre los corazones, si obramos en armonía con su Espíritu.
Tengo palabras de ánimo para vosotros, mis hermanos. Debemos avanzar con fe y esperanza, aguardando grandes cosas de Dios. El enemigo tratará de obstaculizar de todas formas los esfuerzos que hagáis para que la verdad avance, pero con la fortaleza del Señor podéis obtener éxito. No pronunciéis palabras de desánimo, sino sólo las que tiendan a fortalecer y sustentar a vuestros colaboradores.

UNA PALABRA PERSONAL
Anhelo estar personalmente ocupada y trabajar fervientemente en el campo, y con toda seguridad estaría más empeñada en la 127 obra en favor del público, si no creyera que a mi edad no es prudente suponer que uno posee más fuerza física de la que realmente tiene. Tengo una obra que hacer que consiste en comunicar a la iglesia y al mundo la luz que me ha sido confiada de tanto en tanto a lo largo de los años durante los cuales se ha proclamado el mensaje del tercer ángel. Mi corazón está lleno del deseo muy ferviente de presentar la verdad a todos los que pueda alcanzar. Y todavía estoy haciendo mi parte al preparar materiales para su publicación. Pero tengo que moverme muy cuidadosamente, no sea que llegue al punto cuando ya no pueda escribir más. No sé cuánto más voy a vivir, pero no estoy sufriendo tanto en cuanto a mi salud como podría esperar.
Después del Congreso de la Asociación General celebrado en 1909 pasé varias semanas participando de congresos y otras asambleas generales, y visitando varias instituciones en Nueva Inglaterra, los estados del centro del país y del medio oeste.
Después de regresar a mi casa en California emprendí nuevamente la tarea de preparar material para la prensa. Durante los últimos cuatro años he escrito comparativamente muy pocas cartas. La fortaleza que tengo me ha sido concedida mayormente 128 para completar la importante obra de preparar libros.
Ocasionalmente he asistido a reuniones, y he visitado instituciones en California, pero la mayor parte del tiempo, desde el Congreso de la Asociación General, lo he empleado para preparar manuscritos en mi casa, "Elmshaven", cerca de Santa Elena.
Estoy agradecida porque el Señor me está conservando la vida, para que pueda trabajar un poco más en mis libros. ¡Oh, si tuviera fuerza para hacer todo lo que veo que se debe hacer! Oro para que él me dé sabiduría, de manera que pueda aceptar clara y aceptablemente las verdades que nuestros hermanos necesitan tanto. Me siento animada a creer que Dios me capacitará para hacerlo.
Mi interés en la obra en general es todavía tan profundo como siempre, y mi gran deseo es que la causa de la verdad presente avance con firmeza en todas partes del mundo. Pero me parece que no es conveniente intentar mucha obra en favor del público mientras mi obra literaria requiere mi supervisión. Tengo algunos de los mejores obreros: Los que en la providencia de Dios se relacionaron conmigo en Australia, junto con otros que se unieron conmigo cuando 129 regresé a los Estados Unidos. Agradezco al Señor por esta gente que me ayuda. Estamos todos muy ocupados, haciendo lo mejor posible para preparar material para su publicación. Deseo que la luz de la verdad vaya a todo lugar, que pueda alumbrar a los que en este momento ignoran las razones de nuestra fe. Ciertos días me molestan los ojos, y me duelen mucho. Pero alabo al Señor que preserva mi vista. No sería extraño si a mi edad ya no pudiera usar mis ojos.
Estoy más agradecida de lo que puedo expresar por la ayuda del Espíritu del Señor, por el ánimo y la gracia que continuamente me da, y por la fuerza y la oportunidad que me concede para impartir valor y auxilio a su pueblo. Mientras el Señor me preserve la vida, le seré fiel y leal y trataré de hacer su voluntad y glorificar su nombre. Quiera el Señor aumentarme la fe, para que pueda seguir conociéndolo, y pueda hacer su voluntad más perfectamente. El Señor es bueno y digno de ser alabado.

LA INFLUENCIA DE LOS OBREROS DE MÁS EDAD 
Deseo grandemente que los viejos soldados de la cruz, los que han encanecido en el servicio del Maestro, continúen dando un 130 testimonio certero, a fin de que los más jóvenes en la fe puedan entender que los mensajes que el Señor nos dio en el pasado son muy importantes en esta etapa de la historia del mundo. Nuestra experiencia pasada no ha perdido ni una jota de su fuerza.
Seamos cuidadosos para no desanimar a los pioneros, o hacerles sentir que es poco lo que pueden hacer. Su influencia todavía puede ejercerse poderosamente en favor de la obra del Señor. 
El testimonio de los ministros de edad siempre será una ayuda y una bendición para la iglesia. 
Dios velará de noche y de día por sus probados y fieles portaestandartes, hasta que llegue el momento cuando deban deponer su armadura. Asegurémosles que están bajo el cuidado protector de Aquel que nunca se descuida ni duerme; que están bajo la vigilancia de centinelas incansables. Al saber esto, y al estar conscientes de que moran en Cristo, pueden descansar confiadamente en las providencias de Dios.

"HASTA EL MISMO FIN"
Oro fervientemente, para que la obra que estamos haciendo en este momento pueda por sí misma impresionar profundamente el corazón, la mente y el alma. Las 131 perplejidades aumentarán, pero nosotros, como creyentes en el Señor, debemos animarnos mutuamente. No bajemos la norma; por el contrario, mantengámosla alta, mirando al Autor y Consumador de nuestra fe. Cuando no puedo dormir de noche, elevo mi corazón en oración a Dios, y él me fortalece y me da la seguridad de que está con sus hijos que sirven en el país y en tierras distantes. Me siento animada y bendecida al ser consciente de que el Dios de Israel todavía está guiando a su pueblo, y continuará acompañándolo hasta el mismo fin.

AVANCEMOS CON EFICIENCIA CRECIENTE
He sido instruida para decir a nuestros hermanos ministros: Procurad que los mensajes que salen de vuestros labios estén llenos del poder del Espíritu de Dios. Si alguna vez hubo un momento cuando necesitamos la dirección especial del Espíritu Santo, ese momento es ahora. Necesitamos una total consagración. Ya es tiempo de que demos al mundo una demostración del poder de Dios en nuestras propias vidas y en nuestro ministerio.
El Señor desea que la obra de proclamar el mensaje del tercer ángel, se lleve a cabo con eficiencia creciente. Así como ha obrado 132 en todas las edades para dar victorias a su pueblo, también en esta época desea que su propósito en favor de su iglesia se cumpla en forma triunfante. Encarece a sus santos creyentes que avancen unidos, de fortaleza a mayor fortaleza, de la fe a una mayor seguridad y confianza en la verdad y la justicia de su causa.
Debemos mantenernos tan firmes como una roca, en nuestra fidelidad a los principios de la Palabra de Dios, recordando que el Señor está con nosotros para darnos fortaleza a fin de enfrentar cada nueva situación. Mantengámonos siempre fieles en nuestras vidas a los principios de la justicia para que podamos avanzar de fortaleza en fortaleza en el nombre del Señor. Debemos conservar como algo muy sagrado, la fe que ha sido fundamentada por las instrucciones y la aprobación del Espíritu de Dios desde los comienzos de nuestra historia hasta el momento actual. Debemos atesorar como muy preciosa la obra que el Señor ha estado llevando a cabo por medio de su pueblo que guarda sus mandamientos, y que, en virtud del poder de su gracia, aumentará en fortaleza y eficiencia a medida que el tiempo avance. El enemigo está tratando de anublar el discernimiento del pueblo de Dios y 133 debilitar su eficiencia, pero si éste obra de acuerdo con la dirección del Espíritu de Dios, el Señor abrirá puertas de oportunidad ante él para que lleve a cabo la obra de edificar las ruinas antiguas. Experimentará constante crecimiento, hasta que el Señor descienda del cielo con poder y gran gloria para poner el sello de su triunfo final sobre sus fieles.

LA PROMESA DEL TRIUNFO FINAL
La obra que se extiende ante nosotros requerirá el máximo de las facultades de cada ser humano. Demandará que se ejerza una fe fuerte y una vigilancia constante. A veces las dificultades que vamos a encontrar serán descorazonadoras. La misma magnitud de la obra nos puede desanimar. Y sin embargo, con la ayuda de Dios, sus siervos triunfarán finalmente. "Por lo cual ­mis hermanos­, pido que no desmayéis" por causa de las vicisitudes angustiosas que están delante de vosotros. Jesús estará con vosotros; él irá delante de vosotros por medio de su Santo Espíritu para preparar el camino; y él será vuestro ayudador en toda emergencia.
“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de 134 quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en el amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”.
"Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén" Efesios 3:14-21. 
(General Conference Bulletin, 27 de mayo de 1913, págs. 164, 165).

CONFIANZA EXPRESADA EN 1915*
No espero vivir mucho tiempo más. Mi obra está casi terminada... No creo que pueda tener más Testimonios para nuestros hermanos. Nuestros hombres de mente sólida 135 saben lo que es bueno para el progreso y la edificación de la obra. Pero con el amor de Dios en sus corazones, necesitan profundizar más y más en el estudio de las cosas de Dios (Review and Herald, 15 de abril de 1915. Reimpreso en Fundamentals of Christian Education, págs. 547, 548).

13. UN MENSAJE A LA ASOCIACIÓN GENERAL EN SESIÓN EN 1913. (III. LA IGLESIA TRIUNFANTE). LA IGLESIA REMANENTE.


"Elmshaven", Sanatorio, California, 4 de mayo de 1913.
A los que están congregados en la Asociación General:
¡Saludos!
Mis queridos hermanos:
"Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están 114 en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”.
"Más a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden. 2 Corintios 1:2-4; 2:14,15.

"Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”.
"Por tanto, no desmayamos: antes aunque éste nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven 115 son eternas". 
2 Corintios 4:5-7; 16-18.

ESPERANZA Y VALOR
Es privilegio de nuestros representantes que asisten al Congreso 
de la Asociación General albergar un espíritu de esperanza y valor.
Mis hermanos: El Salvador se ha revelado a vosotros de muchas maneras; ha llenado vuestros corazones con la luz de su presencia mientras trabajabais tanto en tierras distantes como en la patria; os ha guardado de peligros evidentes y ocultos; y ahora, al reuniros una vez más con vuestros hermanos en congreso, es vuestro privilegio gozaros en el Señor y regocijaros en el conocimiento de su gracia sustentadora. Permitid que su amor tome posesión de vuestra mente y vuestro corazón. Guardaos del peligro de sentiros sobrecargados, agobiados o deprimidos. Dad un testimonio elevador. Quitad vuestros ojos de lo que es oscuro y desanimador, y contemplad a Jesús, nuestro gran Líder, bajo cuya atenta supervisión la causa de la verdad presente, a la cual estamos dando nuestros días y todo nuestro ser, está destinada a triunfar gloriosamente.
La actitud que nuestros representantes mantengan durante el congreso, tendrá una 116 marcada influencia sobre todo el territorio, al igual que sobre los delegados mismos. ¡Permitid que sea evidente, mis hermanos, que Jesús está morando en vuestro corazón, para sosteneros, fortaleceros y confortaros! Es vuestro privilegio ser provistos, día tras día, de una rica medida de su Santo Espíritu, y tener una visión más amplía de la importancia y la extensión del mensaje que estamos proclamando al mundo.
El Señor está deseando revelaros cosas maravillosas acerca de su ley. Esperad en su presencia con humildad de corazón. Orad más fervientemente por una comprensión de los tiempos en que vivimos, para entender más plenamente su propósito, y para aumentar vuestra eficiencia en la tarea de ganar almas.
A menudo me siento impresionada a instar a nuestros hermanos que ocupan cargos de responsabilidad para que hagan fervientes esfuerzos con el fin de servir y conocer perfectamente al Señor. Cuando nuestros obreros son conscientes como debieran de la importancia de los tiempos en que vivimos, se manifestará un decidido propósito de estar de parte del Señor, y llegarán a ser verdaderamente colaboradores de Dios. Cuando consagren el corazón y 117 el alma al servicio de Dios, descubrirán que es esencial una experiencia más profunda que cualquier otra que hayan tenido antes si han de triunfar sobre todo pecado.
Sería bueno que consideráramos lo que pronto ha de ocurrir en la tierra. No es éste el momento para ocuparnos de frivolidades ni de nosotros mismos. Si los tiempos en que estamos viviendo no impresionan más seriamente nuestras mentes, ¿qué nos puede suceder? ¿No nos invita la Escritura a realizar una obra más pura y santa que la que hemos visto hasta ahora?.

UN LLAMADO A LA RECONSAGRACIÓN
Se necesitan ahora hombres de clara comprensión. Dios llama a los que desean ser controlados por el Espíritu Santo para que inicien una obra de total reforma. Veo una crisis delante de nosotros, y el Señor llama a sus obreros a las filas. Cada alma debiera ahora estar en una actitud de consagración a Dios más profunda y más genuina que en los años pasados.
Durante el congreso de la Asociación General celebrado en 1909, debiera haberse hecho en los corazones de los que asistieron una obra que no se llevó a cabo. Debieran haberse dedicado muchas horas 118 y se habrían comprendido la obra tan esencial que debe ser hecha en favor de ellos, en cuanto al arrepentimiento y la confesión. Pero aunque hubo oportunidades para confesar el pecado, para lograr un arrepentimiento de corazón y para una decidida reforma, la obra no se llevó a cabo. Algunos sintieron la influencia del Espíritu Santo, y respondieron; pero no todos se sometieron a esa influencia. Las mentes de algunos discurrían por canales prohibidos. Si hubiera habido humildad de corazón de parte de todos los asistentes a la asamblea, se habría manifestado una maravillosa bendición.
Muchos meses después de la clausura de esta reunión seguí llevando una pesada carga, y llamé la atención de los hermanos que ocupan cargos de responsabilidad acerca de estas cosas que el Señor me ha estado instruyendo que ponga delante de ellos claramente. Por fin, algunos de los que desempeñaban puestos de confianza en conexión con la obra en general, después de mucha oración y cuidadoso estudio de los mensajes dados, se atrevieron a encarar por fe la obra a la que eran llamados, una obra que no 119 podían entender plenamente; y al avanzar en el temor de Dios, recibieron una rica bendición.

EL RESULTADO DE CAMINAR EN LA LUZ
Me he regocijado muchísimo, al ver las maravillosas transformaciones que han ocurrido en la vida de algunos que decidieron avanzar por fe por el camino del Señor, en lugar de seguir sus propios caminos. Si estos hermanos que ocupan cargos de responsabilidad hubieran continuado considerando los asuntos desde un punto de vista falso, habrían creado un estado de cosas tal, que lamentablemente se hubiera arruinado la obra; pero cuando siguieron las instrucciones enviadas, y buscaron al Señor, Dios los llevó a la luz plena, y los capacitó para prestar un servicio aceptable y llevar a término reformas espirituales.
Cuando el Señor interviene con el fin de preparar el camino delante de sus ministros, es deber de ellos seguir por donde el señala. Nunca abandonará ni dejará en la incertidumbre a los que siguen sus instrucciones con toda buena voluntad.

UNA MANIFESTACIÓN DE CONFIANZA
"Me gozo ­mis hermanos­ de que en 120 todo tengo confianza en vosotros". Y aunque todavía siento la más profunda preocupación por la actitud que algunos están asumiendo hacia ciertas medidas importantes relacionadas con el desarrollo de la causa de Dios en la tierra, tengo una gran fe en los obreros de todo el campo, y creo que, si se reúnen, se humillan delante del Señor y se consagran otra vez a su servicio, serán capacitados para hacer su voluntad. Hay algunos que ni siquiera ven los asuntos desde el punto de vista correcto, pero pueden aprender a considerarlos en armonía con sus compañeros, y pueden evitar la comisión de serios errores si buscan fervientemente al Señor ahora mismo, y someten plenamente su voluntad a la de Dios.
Me he sentido profundamente impresionada por las escenas que han pasado recientemente delante de mí en horas de la noche. Parecía que había un gran movimiento ­ una obra de reavivamiento ­ que avanzaba en muchos lugares. Nuestros hermanos estaban formando fila para responder al llamado de Dios. Mis hermanos: El Señor está hablándonos. ¿No escucharemos su voz? ¿No aderezaremos nuestras lámparas y actuaremos como gente que espera la venida del Señor? Vivimos en un momento 121 que requiere que llevemos la luz, que entremos en acción.
"Yo pues... os ruego ­hermanos­, que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" Efesios 4:1-3. (General Conference Bulletin, 19 de mayo de 1913, págs. 33, 34). 123

12. LA ASOCIACIÓN GENERAL. III. LA IGLESIA TRIUNFANTE. LA IGLESIA REMANENTE.


Se me ha mostrado que nadie debe someter su juicio al de otro hombre. Pero cuando emite un juicio la Asociación General, que es la más alta autoridad que Dios tiene sobre la tierra, no se deben mantener ni la independencia ni el juicio privados; por el contrario, deben someterse. 
(Testimonies, tomo 3, pág. 492. Publicado por primera vez en 1875).
No tuve un solo rayo de luz que él [el Señor] me hubiera dado concerniente a venir a este país [Australia]. Vine en obediencia a la voz de la Asociación General, a la que siempre he considerado autoridad (Carta 124. Escrita el 9 de agosto de 1896).
Nunca debe considerarse que la mente 110 de un hombre o las de unos pocos hombres tienen suficiente sabiduría y poder para controlar la obra y decir qué planes deben seguirse. Pero cuando en un congreso de la Asociación General se expresa el juicio de los hermanos congregados procedentes de todas partes del mundo, la independencia y el juicio particulares no deben sostenerse con terquedad; por el contrario, deben someterse. Nunca debe un obrero tener por virtud el persistir en una actitud independiente contra la decisión del cuerpo general.
En otras ocasiones, cuando un pequeño grupo de hombres encargados del manejo general de la obra procuró ejecutar planes imprudentes y restringir la obra de Dios en nombre de la Asociación General, he dicho que no podía considerar como voz de Dios la de la Asociación General representada por esos pocos hombres. Pero esto no quiere decir que no deban respetarse las decisiones de un congreso de la Asociación General compuesto de una asamblea de hombres debidamente nombrados como representantes de todas partes del mundo. Dios ordenó que tengan autoridad los representantes de su iglesia procedentes de todas partes de la tierra, cuando están 111 reunidos en el congreso de la Asociación General. El error que algunos se hallan en peligro de cometer, consiste en dar a la mente y al juicio de un solo hombre, o de un pequeño grupo de hombres, la plena medida de autoridad e influencia con que Dios ha investido a su iglesia en el juicio y la voz de la Asociación General, congregada para planear la prosperidad y el progreso de su obra.
Cuando este poder con que Dios invistió a la iglesia se confiere plenamente a un hombre, y se lo reviste de autoridad para que su juicio prevalezca sobre el de otras mentes, entonces se modifica la verdadera disposición bíblica. Los esfuerzos que haría Satanás para influir sobre la mente de ese hombre serían muy sutiles, y a veces casi abrumadores, porque el enemigo alentaría la esperanza de poder afectar a muchos otros por su intermedio. Demos a la más alta autoridad organizada de la iglesia, lo que propendemos a dar a un hombre o a un pequeño grupo de hombres (Joyas de los testimonios, tomo 3, págs. 408, 409. Publicado por primera vez en 1909).

NO HAY UNA NUEVA ORGANIZACIÓN
El Señor ha declarado que la historia 112 pasada se repetirá cuando lleguemos a la terminación de la obra. Cada verdad que él ha dado para estos últimos días debe ser proclamada al mundo.
 Cada columna que él ha establecido debe ser fortalecida. No podemos derribar ahora el fundamento que Dios ha puesto. No podemos entrar ahora en una nueva organización; porque esto significaría apostatar de la verdad (Apuntes, La Iglesia, N° 1. Escrito el 24 de diciembre de 1905).

LA MANO DE DIOS ESTÁ EN EL TIMÓN
No hay necesidad de dudar, de temer que la obra no tenga éxito. Dios está al frente de ella, y pondrá todo en orden. Si hay que ajustar ciertos asuntos en la sede de la obra, Dios se ocupará de ello, y corregirá todo. Tengamos fe que Dios va a conducir con toda seguridad al puerto al noble barco que conduce al pueblo de Dios. (Review and Herald, 20 de septiembre de 1892). 113