01.
LA MAYOR NECESIDAD.
Purifícame con
hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. (Salmos 51: 7).
La mayor y más
urgente de todas nuestras necesidades es un reavivamiento de la verdadera
piedad en nuestro medio. Procurarlo
debería ser nuestra primera obra. Debe
haber esfuerzos fervientes para obtener las bendiciones del Señor, no porque
Dios no esté dispuesto a conferirnos sus bendiciones, sino porque no estamos
preparados para recibirlas. Nuestro
Padre celestial está más dispuesto a dar su Espíritu Santo a los que se lo
piden, que los padres terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos. Sin embargo, mediante la confesión, la humillación,
el arrepentimiento y la oración ferviente nos corresponde cumplir con las
condiciones en virtud de las cuales Dios ha prometido concedemos su
bendición. Sólo en respuesta a la
oración debe esperarse un reavivamiento.
Mientras la gente esté tan destituida del Espíritu Santo de Dios, no
puede apreciar la predicación de la Palabra; pero cuando el poder del Espíritu
toca su corazón, entonces no quedarán sin efecto los discursos
presentados. Guiados por las enseñanzas
de la Palabra de Dios, con la manifestación de su Espíritu, ejercitando un sano
juicio, los que asisten a nuestras reuniones obtendrán una experiencia preciosa
y, al volver a su hogar, estarán preparados para ejercer una influencia
saludable.
Los que fueron
portaestandartes antaño sabían lo que era luchar con Dios en oración y
disfrutar del derramamiento de su Espíritu.
Pero los tales están desapareciendo del escenario, ¿y quiénes surgen
para ocupar sus lugares? ¿Cómo es la nueva generación? ¿Está convertida a Dios?
¿Estamos atentos a la obra que se realiza en el santuario celestial, o
esperamos que algún poder apremiante venga a la iglesia antes de que nos
despertemos? ¿Esperamos que se reavive toda la iglesia?
Ese tiempo nunca llegará.
Ese tiempo nunca llegará.
Hay personas en la
iglesia que no están convertidas y que no se unirán a la oración ferviente y
eficaz. Debemos hacer la obra
individualmente. Debemos orar más y hablar menos.
Mensajes selectos, t. 1, pp. 141, 142. 286
Mensajes selectos, t. 1, pp. 141, 142. 286
02.
EL MAYOR DON.
Y el que nos confirma
con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha
sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.
(2
Corintios 1: 21, 22).
Era imposible para
Dios dar más que el Espíritu Santo. No
podía añadirse algo más a este don. Con
él, todas nuestras necesidades quedan suplidas.
El Espíritu Santo es la presencia vital de Dios, la cual, si es
apreciada, generará alabanzas y gratitud, y saltará continuamente para vida
eterna. La instauración del Espíritu es
el pacto de gracia. Pero, ¡cuán pocos
aprecian este gran don, tan costoso y, sin embargo, tan gratuito para todos los
que quieren aceptarlo! Cuando la fe se
aferra de esta bendición, recibimos abundantes bendiciones espirituales. Pero demasiado a menudo no es apreciado. Necesitamos un concepto más amplio a fin de
comprender su valor...
¡Oh, qué amor y
condescendencia asombrosos! El Señor
Jesús anima a sus creyentes a que pidan el Espíritu Santo. Al presentar la paternal ternura de Dios,
procura estimular la fe en la recepción del don. El Padre celestial está más dispuesto a dar
el Espíritu Santo a los que se lo piden, que los padres terrenales a dar buenas
dádivas a sus hijos.
¿Qué dádiva más
grande podría prometerse? ¿Qué más se necesita para despertar una respuesta en
cada persona, para inspirarla a anhelar este gran don? ¿Nuestras súplicas
indiferentes no deberían transformarse en peticiones de intenso deseo de
recibir esta gran bendición?
No pedimos suficiente
de las cosas buenas que Dios ha prometido.
Si nos eleváramos más alto y esperáramos más, nuestras peticiones
revelarían la influencia vitalizadora que se concede a cada creyente que pide
con la plena expectativa de ser oído y atendido. El Señor no es glorificado con una súplica
débil que muestra que no se espera nada.
El desea que todo creyente se acerque al trono de gracia con fervor y
certeza.
Signs of the Times, 7 de agosto de 1901. 287
03.
UNA REFORMA COMPLETA.
Completad mi gozo,
sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
(Filipenses 2: 2).
Ha llegado la hora de
hacer una reforma completa. Cuando ella
comience, el espíritu de oración animará a cada creyente, y el espíritu de
discordia y de contienda será desterrado de la iglesia. Los que no hayan vivido en comunión con
Cristo se acercarán unos a otros. Un
feligrés que trabaje en una buena dirección invitará a otros hermanos a unirse
a él para pedir la revelación del Espíritu Santo. No habrá confusión, porque todos estarán en
armonía con el pensamiento del Espíritu.
Las barreras que separan a los creyentes serán derribadas, y todos los
siervos de Dios dirán las mismas cosas.
El Señor trabajará con sus siervos.
Todos pronunciarán de una manera inteligente la oración que Cristo les
ha enseñado: "Venga tu reino. Sea
hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra"
(Mat. 6: 10).
(Mat. 6: 10).
Mientras oigo
noticias de las terribles calamidades que de semana en semana están ocurriendo,
me pregunto: ¿Qué significan estas cosas?
Los desastres más espantosos se están produciendo uno tras otro en
rápida sucesión. ¡Con cuánta frecuencia oímos hablar de terremotos y tornados,
de destrucción por incendio e inundación, con gran pérdida de vidas y
propiedades! Aparentemente, estas
calamidades son estallidos caprichosos de fuerzas que se dirían desorganizadas
y no reguladas, pero en ellas se puede leer el propósito de Dios. Son algunos de los medios por los cuales
procura despertar a hombres y mujeres y hacerles sentir su peligro.
La venida de Cristo
está más cerca que cuando por primera vez creímos. Se acerca el fin de la gran
controversia. Los juicios de Dios están
en la tierra. Hablan en solemne
amonestación, diciendo: "También vosotros estad apercibidos; porque el
Hijo del hombre ha de venir a la hora que no pensáis" (Mat. 24:44). Joyas de los testimonios, t. 3, pp.
254-256. 288
04.
EXAMEN DEL CORAZÓN Y AUTOEXAMEN.
Examíname, oh Dios, y
conoce mi corazón; pruébame
y conoce mis pensamientos;
y ve si hay en mí camino
de perversidad,
y guíame en el camino eterno.
(Salmos 139: 23, 24).
Después de la
ascensión de Cristo, los discípulos se reunieron en un lugar para presentar
humildes súplicas a Dios. Luego de diez
días de examinar sus corazones y de autoexamen, el camino estaba preparado para
que el Espíritu Santo entrara en el templo de cada ser que había sido limpiado
y consagrado. Cada corazón estaba lleno
del Espíritu, como si Dios deseara mostrar a su pueblo que era su prerrogativa
bendecirlos con las bendiciones más selectas del cielo.
¿Cuál fue el
resultado? Miles fueron convertidos en
un día. La espada del Espíritu brillaba
a diestra y siniestra. Recientemente
afilada con poder, penetraba hasta partir la mente y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos. Fue eliminada
la idolatría mezclada en la adoración de la gente. Al reino de Dios se añadían nuevos
territorios. Lugares que habían sido
estériles y desolados, elevaban sus alabanzas.
Creyentes reconvertidos, nacidos de nuevo, eran un poder viviente para
Dios. Había en sus bocas un canto nuevo
de alabanza a Dios.
Controlados por el
Espíritu, veían a Cristo en sus hermanos.
Un sólo interés prevalecía. Un
tema de emulación absorbía todos los demás, ser como Cristo y hacer las obras
de Cristo. El celo ferviente que sentían
se expresaba mediante una solícita ayuda mutua, palabras bondadosas y actos desinteresados. Todos se esforzaban por ver quién podía hacer
más para extender el reino de Cristo.
"Y la multitud de los que habían
creído era de un corazón, y un alma" (Hech. 4: 32).
En los doce
discípulos, la levadura de la verdad fue escondida por el gran Maestro. Estos discípulos habían de ser los
instrumentos en manos de Dios para revelar la verdad al mundo. Se les dio poder divino, porque un Salvador
resucitado sopló sobre ellos diciendo: "Recibid el Espíritu
Santo". Imbuidos con este Espíritu,
salieron para testificar de la verdad.
Así Dios desea que sus siervos salgan hoy con el mensaje que les ha
dado. Pero hasta que reciban el Espíritu Santo no podrán llevarlo con poder, ni
podrán darse cuenta de lo que Dios puede hacer por medio de ellos.
Review and Herald, 10 de junio de 1902. 289
Review and Herald, 10 de junio de 1902. 289
5. UNÁNIMES.
Cuando llegó el día
de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.
(Hechos 2: 1).
A nosotros hoy, tan
ciertamente como a los primeros discípulos, pertenece la promesa del
Espíritu. Dios dotará ahora a hombres y
mujeres del poder de lo alto, como dotó a los que en el día de Pentecostés
oyeron la palabra de salvación. En este
mismo momento su Espíritu y su gracia son para todos los que los necesitan y
quieran aceptar su palabra al pie de la letra.
Notemos que el
Espíritu fue derramado después que los discípulos hubieron llegado a la unidad
perfecta, cuando ya no contendían por el puesto más elevado. Eran unánimes. Habían desechado todas las diferencias. El testimonio que se da de ellos después que
les fue dado el Espíritu es el mismo.
Notemos la expresión: "La multitud de los que habían creído era de
un corazón y un alma" (Hech. 4: 32).
El Espíritu de Aquel que había muerto para que los pecadores vivieran
animaba a toda la congregación de los creyentes.
Así puede suceder
ahora. Desechen los cristianos todas las
disensiones, y entréguense a Dios para salvar a los perdidos. Pidan con fe la bendición prometida, y ella
les vendrá. El derramamiento del
Espíritu en los días de los apóstoles fue "la lluvia temprana", y
glorioso fue el resultado. Pero la
lluvia tardía será más abundante. ¿Cuál es la promesa hecha a los que viven en
estos postreros días? "Tornaos a la
fortaleza, oh presos de esperanza: hoy también os anuncio que os daré
doblado".
"Pedid a Jehová
lluvia en la sazón tardía: Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante,
y hierba en el campo a cada uno" (Zac. 9: 12; 10: 1).-
y hierba en el campo a cada uno" (Zac. 9: 12; 10: 1).-
Joyas de los
testimonios, t. 3, pp. 210, 211. 290
06.
BUSCAR LA ARMONÍA.
Nada hagáis por
contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los
demás como superior a él mismo. (Filipenses 2: 3).
Los siervos de Dios
han de trabajar en perfecta armonía. La
contienda produce alienación, lucha y discordia. Se me ha instruido que nuestras iglesias no
tienen necesidad de perder tiempo en rencillas.
Cuando el espíritu de contienda batalle por la supremacía, deténganse,
arreglen las cosas; si no, Cristo vendrá rápidamente y quitará el candelero de
su lugar. Hágase una obra ferviente de
arrepentimiento. Escudriñe el Espíritu
de Dios la mente y el corazón, y limpie todo lo que estorbe la reforma
necesaria. Hasta que esto se realice,
Dios no puede concedernos su poder y gracia.
Y mientras estemos sin esto, los hombres tropezarán y caerán, y no sabrán
en qué tropezaron.
El amor de Cristo es
el lazo que ha de unir la mente y el corazón de los creyentes.
La sangre de Cristo
fue derramada para toda la familia humana.
Ninguno necesita perderse. Los
que no se salvan perecerán porque decidieron renunciar a una eternidad de
bendición a cambio de la satisfacción de seguir sus propios caminos. Esta fue la elección de Satanás, y hoy su
obra y su reino testifican del carácter del paso que dio. El crimen y la miseria que llenan nuestro
mundo, los horribles asesinatos que ocurren diariamente, son los frutos de la
sumisión del hombre a los principios de Satanás.
Mis hermanos, lean el
libro del Apocalipsis del principio al fin, y pregúntense si no sería mejor
pasar menos tiempo en luchas y contiendas, y comenzar a pensar cuán rápidamente
nos acercamos a la gran crisis final.
Los que procuran hacer aparecer sin significación especial los juicios
que el Señor envía ahora a la tierra, pronto serán forzados a entender lo que
ahora eligen no comprender.
Review and Herald, 20 de agosto de 1903. 291
07.
SINTAMOS NUESTRA NECESIDAD ESPIRITUAL.
Mas el publicano,
estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba
el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. (Lucas 18: 13).
Deberíamos estar a
menudo en oración. El derramamiento del
Espíritu Santo vino en respuesta a la oración ferviente. Noten este hecho en relación con los
discípulos. El registro dice:
"Estaban todos unánimes juntos. Y
de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el
cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas
repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo"
(Hech. 2: 1-4).
No estaban reunidos
para relatar chismes escandalosos, ni para exponer cada mancha que pudieran
encontrar en el carácter de un hermano. Sentían su necesidad espiritual, y
clamaron al Señor por la santa unción que los ayudaría a vencer sus propias
debilidades, con el propósito de prepararlos para la obra de salvar a
otros. Oraron con intenso fervor
pidiendo que el amor de Cristo fuera derramado en sus corazones. Esta es hoy la gran
necesidad en cada iglesia del planeta. Porque "si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas
viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Cor. 5:17).
Lo que es objetable en el carácter es
eliminado por el amor de Jesús. Todo
egoísmo es expulsado, toda envidia, toda maledicencia es arrancada de raíz, y
se opera una transformación radical en el corazón. "Mas el fruto del Espíritu es amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra
tales cosas no hay ley" (Gál. 5: 22, 23).
"Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen
la paz" ( Sant. 3: 18 ).
Pablo dice que
"en cuanto a la ley", -en lo que respecta a actos externos- era
"irreprensible"; pero cuando discernió el carácter espiritual de la
ley, y se miró en el santo espejo, se vio a sí mismo como pecador. Juzgado por una norma humana, era sin pecado;
pero cuando miró en las profundidades de la ley de Dios, y se vio a sí mismo
como Dios lo veía, se inclinó humildemente y confesó su culpa.
Review and Herald, 22 de julio de 1890. 292
Review and Herald, 22 de julio de 1890. 292
08.
PONIENDO A UN LADO EL YO.
Pero cuantas cosas
eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. (Filipenses 3: 7).
Es mediante el pueblo
de Dios como el abnegado amor de Jesús ha de ser manifestado; pero por el
ejemplo actual de la iglesia, el carácter de Cristo ha sido tergiversado y se
da un concepto falso de él al mundo. El
amor propio excluye el amor de Jesús en el creyente, y por esto no hay en la
iglesia mayor celo y más ferviente amor por quien nos amó primero. El yo es supremo en muchos corazones. Sus pensamientos, su tiempo y su dinero los
usan para la gratificación propia, mientras las personas por las cuales Cristo
murió están pereciendo.
Por eso, el Señor no
puede impartir a su iglesia la plenitud de las bendiciones. Honrarla de una manera notable ante el mundo
sería poner el sello de aprobación a sus obras, confirmando la falsa
representación de su carácter. Cuando su
pueblo salga del mundo y abandone sus máximas, hábitos y prácticas, el Señor
Jesús obrará con su iglesia; derramará una gran medida de su Espíritu sobre
ella, y el mundo conocerá que el Padre la ama. ¿Continuará el pueblo de Dios
tan aturdido con el egoísmo? Su
bendición pende sobre ellos, pero no puede ser concedida en su plenitud, porque
están corrompidos con el espíritu y las prácticas del mundo. Hay orgullo espiritual entre ellos; y si el
Señor actuara como su corazón lo desea, los confirmaría en su estima y
exaltación propias.
¿Continuará nuestro
pueblo tergiversando a Cristo? ¿Será la gracia de Dios y la divina iluminación
suprimida de la iglesia por causa de su tibieza? Así ocurrirá, a menos que se busque a Dios de
una manera más cabal, que se renuncie al mundo y se humille ante Dios. El poder convertidor de Dios debe pasar por
nuestras iglesias. The Home Missionary, 1º de noviembre de 1890. 293
09.
ABRIENDO EL CORAZÓN.
Yo soy la vid,
vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho
fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15: 5).
El Señor desea hacer
del hombre el depósito de la influencia divina, y lo único que impide la
realización de su designio es la actitud de los creyentes que cierran sus
corazones a la Luz de la vida. La
apostasía provocó el retiro del Espíritu Santo del ser humano, pero, mediante
el plan de redención, esta bendición del cielo será restaurada a los que
sinceramente la desean. El Señor ha
prometido dar todos los buenos dones a quienes los pidan, y esto se define
cuando viene acompañado del Espíritu Santo.
Cuanto más
descubramos nuestra necesidad real -nuestra verdadera pobreza-, tanto más
desearemos el don del Espíritu Santo.
Nuestra vida será transformada, no en canales de ambición y presunción,
sino de ferviente súplica, pidiendo la iluminación del cielo. Por cuanto no vemos nuestra necesidad ni
percibimos nuestra pobreza, no hacemos fervorosos ruegos mirando a Jesús, el
Autor y Consumador de nuestra fe, para que nos otorgue la bendición...
Jesús dijo:
"Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os
abrirá" (Mat. 7: 7). En proporción a nuestro aprecio de la necesidad
y valor de las cosas celestiales, buscaremos alcanzarlas. "Separados de mí nada podéis hacer"
(Juan 15: 5), dijo Jesús. Sin embargo,
muchos piensan que el hombre puede realizar mucho con su fuerza y sabiduría
finitas. Satanás está listo para ofrecer
su consejo a fin de ganar muchas personas en el juego de la vida.
Cuando los hombres no
sienten la necesidad de pedir consejo a sus hermanos, algo anda mal; confían en
su propia sabiduría. Es esencial que los
hermanos se aconsejen recíprocamente. He
sido impulsada a estimular esto durante los últimos cuarenta y cinco años. Una y otra vez se me ha repetido la
instrucción de que los que se ocupan de tareas importantes en la causa de Dios,
no deberían seguir sus propias ideas, sino buscar consejo entre los suyos.-
Manuscript Releases, t. 2, p. 333. 294
10.
VACIANDO EL RECIPIENTE.
Para que seáis
irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación
maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.
(Filipenses 2: 15).
La transformación del
carácter debe atestiguar al mundo que el amor de Cristo mora en nosotros.
El Señor espera que su pueblo demuestre que el poder redentor de la gracia puede obrar en el carácter deficiente, y desarrollarlo simétricamente para que lleve abundante fruto.
El Señor espera que su pueblo demuestre que el poder redentor de la gracia puede obrar en el carácter deficiente, y desarrollarlo simétricamente para que lleve abundante fruto.
Pero a fin de que
cumplamos el propósito de Dios, tiene que realizarse una obra
preparatoria. El Señor nos ordena que
despojemos nuestro corazón del egoísmo, que es la raíz del enajenamiento. Anhela derramar sobre nosotros su Espíritu
Santo en abundante medida, y nos ordena que limpiemos el camino por el
renunciamiento. Cuando entreguemos el yo
a Dios, nuestros ojos serán abiertos para ver las piedras de tropiezo que
nuestra falta de cristianismo ha colocado en el camino ajeno. Dios nos ordena que las eliminemos
todas. Dice: "Confesaos vuestras
faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis
sanos". (Sant. 5: 16). Entonces
podemos tener la seguridad que tuvo David, cuando después de haber confesado su
pecado, oró: "Vuélveme el gozo de tu salud; y el espíritu libre me
sustente. Enseñaré a los prevaricadores
tus caminos; y los pecadores se convertirán a ti"
(Sal. 51: 12, 13).
(Sal. 51: 12, 13).
Cuando la gracia de
Dios reine en el interior, la vida quedará rodeada de una atmósfera de fe y
valor, y de un amor como el de Cristo, una atmósfera que vigorizará la vida
espiritual de todos los que la inhalen... Todo aquel que participe del amor
perdonador de Cristo, todo aquel que haya sido iluminado por el Espíritu de Dios
y convertido a la verdad, sentirá que, en virtud de estas bendiciones
preciosas, tiene una deuda para con toda persona con la cual llegue a
tratar. El Señor utilizará a los que son
de corazón humilde para alcanzar a quienes no pueden alcanzar los ministros
ordenados. Serán inducidos a pronunciar
palabras que revelarán la gracia salvadora de Cristo.
Joyas de los
testimonios, t 2, p. 382. 295
11.
VENTANAS BIEN ABIERTAS.
Para que andéis como
es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y
creciendo en el conocimiento de Dios. (Colosenses 1: 10).
Hay quienes se
lamentan de las restricciones que la religión de la Biblia impone a quienes
siguen sus enseñanzas. Parecen pensar
que son una gran desventaja. Pero
tenemos razones para agradecer a Dios con todo nuestro corazón porque ha
levantado una barrera celestial entre nosotros y el terreno del enemigo. Hay ciertas tendencias del corazón natural
que muchos piensan que deben seguirse para el mejor desarrollo del
individuo. Pero Dios ve que lo que los
hombres consideran que es esencial, no sería la bendición que imaginan, pues el
desarrollo de esos rasgos los haría ineptos
para las mansiones celestiales.
para las mansiones celestiales.
El Señor pone a los
individuos bajo pruebas y aflicciones para separar la escoria del oro, pero no
fuerza a ninguno. No los sujeta con
cadenas, cuerdas o vallas, pues ellas aumentan el descontento en vez de
disminuirlo. El remedio para el mal se
encuentra en Cristo como el Salvador que habita en nosotros. Pero para que él more en el creyente, primero
debe ser expulsado el yo. Entonces habrá
un lugar completamente limpio que el Espíritu Santo llenará totalmente.
El Señor purifica el
corazón del mismo modo como aireamos una habitación. No cerramos las puertas y las ventanas, y
arrojamos en ella una sustancia purificadora; sino que las abrimos y permitimos
que el aire puro del cielo penetre. El
Señor dice: "Mas el que practica la verdad viene a la luz" (Juan 3:
21). Las ventanas del impulso y los
sentimientos tienen que abrirse hacia el cielo, y el polvo del egoísmo y la
mundanalidad necesita ser expulsado. La
gracia de Dios debe barrer las cámaras de la mente; la imaginación tiene que
contemplar temas celestiales, y cada elemento de la naturaleza debe ser
purificado y vitalizado por el Espíritu de Dios.- Manuscript Releases, t. 2, p.
338. 296
12.
EL SOL DE JUSTICIA PURIFICA LA VIDA.
Con gozo dando
gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los
santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y
trasladado al reino de su amado Hijo. (Colosenses 1: 12, 13 ).
Es el privilegio de
cada sincero buscador de la verdad y la justicia confiar en las seguras
promesas de Dios. El Señor Jesús pone de manifiesto el hecho de
que los tesoros de la gracia divina están puestos enteramente a nuestra
disposición a fin de que podamos ser canales de luz. No podemos recibir las riquezas de la gracia
de Cristo si no decíamos impartirlas a otros.
Cuando tengamos el amor de Cristo en nuestros corazones, sentiremos que es nuestro deber y
privilegio compartirlo. El sol que
brilla en los cielos envía sus brillantes rayos en todas las direcciones. Tiene
suficiente luz como para iluminar miles de mundos como el nuestro. Así es con el Sol de Justicia; sus brillantes
rayos de salud y alegría son más que suficientes para salvar a nuestro pequeño
mundo, y eficaces para dar seguridad a cada mundo creado.
Los que sientan su
necesidad de arrepentimiento y de tener fe en, nuestro Señor Jesucristo tendrán
contrición de corazón y se arrepentirán su resistencia al Espíritu del
Señor. Confesarán su pecado de rechazar
la luz que el cielo tan generosamente les
envió, y abandonarán el pecado que entristece e insulta al Espíritu del
Señor. Humillarán el yo, aceptarán el poder
y la gracia de Cristo, y, además, reconocerán los mensajes de advertencia,
reproche y ánimo. Entonces su fe en la
obra de Dios será manifiesta, y
descansarán sobre el sacrificio expiatorio.
Se apropiarán en forma personal de la abundante gracia y justicia de
Cristo. El Señor llegará a ser para
ellos un Salvador presente, porque se darán cuenta de su necesidad, y con
completa confianza descansarán en su amor.
Beberán de agua de la vida de la Fuente divina, inagotable. En una cueva y bendita experiencia
se apoyarán en Cristo, y serán participantes de la naturaleza divina. Review
& Herald, 26 de agosto de 1890. 297
13.
OJOS QUE MIRAN HACIA EL CIELO.
Mas nuestra
ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor
Jesucristo. (Filipenses 3: 20).
¿No nos apartaremos
de nuestros pecados mediante la justicia y centraremos nuestra conversación en
el cielo, desde donde esperamos a nuestro Salvador? ¿No hablaremos de nuestro
Salvador hasta que llegue a ser natural para nosotros ocuparnos de él ? Si no
conducimos nuestra conversación en forma apropiada, no veremos la salvación de
Dios. Satanás tomará posesión del
corazón, y llegaremos a ser superficiales y sensuales. Elevemos nuestros pensamientos, y aferrémonos
de las cosas que son de valor real, obteniendo una educación aquí que será de
valor en el mundo por venir.
Arrepentidos de nuestra apostasía, ¿no buscaremos al Señor con fervor,
lamentando haber descuidado su Palabra, de no conocer mejor la verdad, y
dirigirnos a él con todo nuestro corazón a fin de que nos sane y nos ame
libremente? Demos hoy un paso en
dirección al cielo...
La lluvia tardía ha
de caer sobre el pueblo de Dios. Un
poderoso ángel descenderá del cielo, y toda la tierra será iluminada con su
gloria. ¿Estamos listos para tomar parte en la gloriosa obra del tercer
ángel? ¿Están nuestros vasos listos para
recibir el rocío celestial? ¿Tenemos
contaminación y pecado en el corazón? Si
es así, limpiemos el templo interior, y preparémonos para la lluvia tardía. El refrigerio de la presencia del Señor nunca
caerá sobre corazones llenos de impureza. ¡Dios nos ayude a morir al yo, para
que Cristo, la esperanza de gloria, pueda ser formado en nosotros!
Debo tener el
Espíritu de Dios en mi corazón. Nunca puedo salir a hacer la gran obra de
Dios a menos que el Espíritu Santo descanse sobre mi ser. "Como el ciervo brama por las cocientes
de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía" (Sal. 42: 1). El día del juicio está muy cercano. ¡Oh,
lavemos el manto de nuestro carácter, y
blanqueémoslo en la sangre del Cordero!
Review and Herald, 21 de abril
de 1891. 298
14.
DE CARMESÍ A BLANCO.
Venid luego, dice
Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la
nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como
blanca lana. (Isaías 1: 18).
Cuando recuerde que
Cristo pagó el precio de su propia sangre para redimirlo a usted y también a
otros, será inducido a captar los brillantes rayos de su justicia para dirigirlos
sobre el sendero de los que viven a su alrededor. No debe vivir pensando que en un futuro
distante será santificado; es ahora cuando debe recibir la santificación por
medio de la verdad. El profeta exhorta:
"Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está
cercano. Deje el impío su camino, y el
hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él
misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar" (Isa.
55: 6, 7). Y Jesús dijo: "Pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos... hasta lo último de la tierra" (Hech. 1: 8).
Tenemos que recibir
el Espíritu Santo. Hemos tenido la idea
de que este don de Dios no es para seres como nosotros, y de que el Espíritu
Santo es demasiado sagrado o por demás santo para nosotros; pero es el Consolador
que Cristo prometió a sus discípulos para hacerles recordar todo lo que él les
había dicho. Entonces, cesemos de
mirarnos a nosotros mismos y miremos a Aquel de quien viene toda virtud. Ninguno puede mejorarse a sí mismo, pero sí
ir a Jesús tal como es, deseando sinceramente ser limpiado de toda mancha de
pecado y recibir el don del Espíritu Santo.
No debemos dudar de su misericordia, y decir: "No sé si estoy
salvado, o no". Con una fe viva
debemos aferrarnos de su promesa, porque él dijo: "Si vuestros pecados
fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como
el carmesí, vendrán a ser como blanca lana".
Tenemos que ser
testigos de Cristo, y reflejar sobre otros la luz que el Señor permite que
brille sobre nosotros. Debemos ser
fieles soldados marchando bajo la enseña ensangrentada del Príncipe Emanuel. Signs of the Times, 4 de abril de 1892. 299
15.
CAMBIO DE VESTIDURAS.
Y entró el rey para
ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de
boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste
aquí, sin estar vestido de boda? Mas él
enmudeció. (Mateo 22: 11, 12).
Descarte sus ropas
comunes, y póngase el vestido de boda que Cristo preparó. Entonces podrá sentarse en los lugares
celestiales con Cristo Jesús. Dios da la
bienvenida a todo el que viene a él así como está, no edificándose en justicia
propia, ni buscando justificarse a sí mismo, tampoco pretendiendo méritos por
las así llamadas buenas acciones ni siendo orgulloso de su supuesto
conocimiento. Mientras camina y trabaja
con mansedumbre y humildad de corazón, se realiza una obra por usted, la cual
sólo Dios podría hacer: Él es quien obra tanto el querer como el hacer por su
buena voluntad. Esta buena voluntad es
verlo a usted habitando en Cristo y descansando en su amor.
No permita que
ninguno le robe la paz, el descanso y la certeza de que ahora mismo usted ha
sido aceptado. Aférrese a cada promesa;
todas son suyas si cumple con las exigencias.
El secreto del perfecto descanso en su amor es la completa entrega de uno mismo,
y la aceptación de los caminos de Cristo. El descanso, ¿quién lo tiene? Se lo logra cuando ponemos a un lado toda justificación propia y todo razonamiento desde el punto de vista egoísta.
El secreto del perfecto descanso en su amor es la completa entrega de uno mismo,
y la aceptación de los caminos de Cristo. El descanso, ¿quién lo tiene? Se lo logra cuando ponemos a un lado toda justificación propia y todo razonamiento desde el punto de vista egoísta.
El secreto del perfecto descanso
en su amor es la completa entrega propia,
y la aceptación de sus caminos. Debemos aprender su mansedumbre y humildad antes de poder experimentar el cumplimiento de la promesa: "Y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11: 29). Cuando aprendemos los hábitos de Cristo, el yo se transforma, y, al tomar su yugo,
estaremos dispuestos a aprender.
y la aceptación de sus caminos. Debemos aprender su mansedumbre y humildad antes de poder experimentar el cumplimiento de la promesa: "Y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11: 29). Cuando aprendemos los hábitos de Cristo, el yo se transforma, y, al tomar su yugo,
estaremos dispuestos a aprender.
Entregar la vida a
Cristo significa más de lo que muchos suponen.
Dios requiere una entrega completa.
No podemos recibir el Espíritu Santo hasta que quebremos todo yugo que
nos ate a nuestros rasgos objetables de carácter. Estos son los grandes impedimentos para
llevar el yugo de Cristo y aprender de él.
No hay nadie que no tenga mucho para aprender.
Todos deben ser adiestrados por Cristo.
Todos deben ser adiestrados por Cristo.
Review and Herald, 25 de abril de 1899. 300
16.
LA VOLUNTAD ENTREGADA.
Porque Dios es el que
en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.
(Filipenses 2: 13).
Cristo prometió el
don del Espíritu Santo a su iglesia, y la promesa nos pertenece a nosotros
tanto como a los primeros discípulos.
Pero como toda otra promesa, está sujeta a condiciones. Hay muchos que creen y profesan aferrarse a
lo prometido por el Señor; hablan acerca de Cristo y del Espíritu Santo, y sin
embargo no reciben beneficio alguno. No
entregan su vida para que sea guiada y regida por los agentes divinos. No podemos utilizar al Espíritu Santo. El Espíritu ha de emplearnos a nosotros. Gracias al Espíritu Dios obra en su pueblo
"así el querer como el hacer, por su buena voluntad". Pero muchos no desean someterse a eso. Quieren manejarse a sí mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el
don celestial.
El Espíritu se da
únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, y que velan para tener
su dirección y gracia. El poder de Dios
aguarda que ellos lo pidan y lo reciban.
Esta bendición prometida, reclamada por la fe, trae todas las demás
bendiciones en su estela. Se da según
las riquezas de la gracia de Cristo, y él está listo para proporcionarla a toda
persona según su capacidad para recibirla.
Cuando el Espíritu de
Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Se desechan los pensamientos pecaminosos y se
renuncia a las malas acciones; el amor, la humildad y la paz ocupan el lugar de
la ira, la envidia y las rencillas. La
tristeza es desplazada por la alegría, y el semblante refleja el gozo del
cielo. Nadie ve la mano que levanta la
carga ni capta cómo desciende la luz de los atrios celestiales. La bendición llega cuando por fe el creyente
se entrega a Dios. Entonces ese poder
que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios.
El Espíritu Santo es
el aliento de la vida espiritual. Dar el
Espíritu es conceder la vida de Cristo.
Infunde en quien lo recibe los atributos del Maestro.
Review and
Herald, 19 de noviembre de 1908. 301
17.
AUTOSOMETIDOS.
Por tanto, yo te
aconsejo que de mí compres oro refinado de fuego, para que seas rico, y
vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu
desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. (Apocalipsis 3: 18).
En las iglesias habrá
una maravillosa manifestación del poder de Dios, pero no descenderá sobre los
que no se humillen ante el Señor, ni abran la puerta del corazón mediante la
confesión y el arrepentimiento. En la manifestación
de ese poder que ilumina la tierra con la gloria de Dios, sólo verán algo que
en su ceguera considerarán peligroso y, al despertar sus temores, se prepararán
para resistirlo. Como el Señor no obra
de acuerdo con sus ideas y expectativas, se opondrán a la obra. "¿Por qué", dicen, "no
habríamos de conocer al Espíritu de Dios, cuando hemos estado en la obra tantos
años?" Porque no respondieron a las advertencias, los ruegos de los
mensajes de Dios, sino que insistentemente dijeron: "Yo soy rico, y me he
enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad"
(Apoc. 3: 17).
La larga experiencia
y el talento no transformará a los hombres en canales de luz, a menos que se
pongan bajo los brillantes rayos del Sol de Justicia, y sean llamados, y
elegidos, y preparados mediante la dotación del Espíritu Santo. Cuando los que manejan las cosas sagradas se
humillen bajo la poderosa mano de Dios, el Señor los ensalzará. Los hará personas con discernimiento y ricos
en la gracia de su Espíritu. Sus rasgos
fuertes y egoístas de carácter, y su terquedad serán vistos a la luz de la Luz
del mundo. "Vendré pronto a ti, y
quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido" (Apoc. 2:
5). Si buscan al Señor con todo su
corazón, lo hallarán.
¡El fin está cerca!
¡No tenemos un momento que perder! El
pueblo de Dios tiene que irradiar la luz en rayos claros y definidos, a fin de
presentar a Jesús ante las iglesias y ante el mundo.
Review and Herald, 23 de diciembre de 1890. 302
Review and Herald, 23 de diciembre de 1890. 302
18.
UNA MENTE SUMISA.
Para que os dé,
conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el
hombre interior por su Espíritu. (Efesios 3: 16).
El evangelio de
Cristo hace progresos en cada instrumento que se consagra al servicio del
Señor.
El Espíritu Santo se posesiona de todo aquel que tiene una mente dispuesta. No porque esa persona pueda obrar sobre el Espíritu, sino porque el Espíritu Santo puede realizar su milagro por medio de la gracia que se derrama sobre el agente humano. La bondad de Dios se convierte en el poder que obra a través de una vida consecuente, mediante el amor ferviente por Jesús, y por un celo inspirado por el cielo. Los que están relacionados con Jesús participarán de su amor que enternece, y manifestarán rebosante simpatía hacia las personas que están cediendo a las tentaciones halagadoras de Satanás. Planificarán, estudiarán y ejercitarán tacto, para tener éxito al presentar el generoso amor de Cristo para que los corazones pecaminosos e impenitentes puedan ser atraídos a Jesús,
quien dio su vida por ellos...
El Espíritu Santo se posesiona de todo aquel que tiene una mente dispuesta. No porque esa persona pueda obrar sobre el Espíritu, sino porque el Espíritu Santo puede realizar su milagro por medio de la gracia que se derrama sobre el agente humano. La bondad de Dios se convierte en el poder que obra a través de una vida consecuente, mediante el amor ferviente por Jesús, y por un celo inspirado por el cielo. Los que están relacionados con Jesús participarán de su amor que enternece, y manifestarán rebosante simpatía hacia las personas que están cediendo a las tentaciones halagadoras de Satanás. Planificarán, estudiarán y ejercitarán tacto, para tener éxito al presentar el generoso amor de Cristo para que los corazones pecaminosos e impenitentes puedan ser atraídos a Jesús,
quien dio su vida por ellos...
No pierdan tiempo; confiesen
a Cristo sin demora. Es el Espíritu
Santo, el Consolador, el Espíritu de verdad el que testifica de Cristo. Jesús dijo: "Recibiréis poder, cuando
haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra"
(Hech. 1: 8).
Contristar al
Espíritu Santo que lo convertiría a usted en testigo de Cristo es un asunto
terrible. Uno no sabe cuándo puede
apesadumbrarlo por última vez. El
Espíritu Santo no obra sobre el corazón humano para forzarlo a entregarse a
Cristo, para obligarlo a rendir su conciencia; por el contrario, brilla en las
cámaras de la mente de una manera tal que convence de pecado y lo atrae a la
justicia. Si no confiesa a Cristo ahora,
llegará el momento en el cual, abrumado por el sentimiento de lo que ha
perdido, sí lo hará. Pero, ¿por qué no
hacerlo mientras la voz de la misericordia lo invita a dar ese paso?
The Youth's Instructor, 1º de agosto de 1895. 303
The Youth's Instructor, 1º de agosto de 1895. 303
19.
QUITEMOS TODO OBSTÁCULO.
Os ruego, pues, hermanos,
por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y
que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en
una misma mente y en un mismo parecer.
(1 Corintios 1: 10).
Todo aquel que ama la
causa de la verdad debiera orar por el derramamiento del Espíritu. Y en la medida de lo que esté a nuestro
alcance, debemos suprimir todo lo que impida que obre. El Espíritu no podrá nunca ser derramado
mientras los miembros de la iglesia alberguen divergencias y amarguras los unos
hacia los otros. La envidia, los celos,
las malas sospechas y las maledicencias son de Satanás, y cierran eficazmente
el camino para que el Espíritu Santo no obre.
No hay en este mundo nada que sea tan caro para Dios como su iglesia. No hay nada que él custodie con cuidado más
celoso. No hay nada que ofenda tanto a
Dios como un acto que perjudique la influencia de aquellos que le sirven.
El llamará a cuenta a todos aquellos que ayuden a Satanás en su obra de criticar y desalentar.
El llamará a cuenta a todos aquellos que ayuden a Satanás en su obra de criticar y desalentar.
Los que están
destituidos de simpatía, ternura y amor, no pueden hacer la obra de
Cristo. Antes que pueda cumplirse la
profecía de que el débil será "como David", y la casa de David
"como el ángel de Jehová" (Zac. 12: 8), los hijos de Dios deben poner
a un lado todo pensamiento de sospecha con respecto a sus hermanos. Los corazones deben latir al unísono. Deben manifestarse mucho más abundantemente
la benevolencia cristiana y el amor fraternal.
Repercuten en mis oídos las palabras: "Uníos, uníos". La verdad solemne y sagrada para este tiempo
debe unificar al pueblo de Dios. Debe
morir el deseo de preeminencia. Un tema
de emulación debe absorber todos los demás: "¿Quién se asemejará más a
Cristo en su carácter? ¿Quién se esconderá más completamente en Jesús?
"En esto es
glorificado mi Padre", dice Cristo, "en que llevéis mucho fruto"
(Juan 15: 8). Si hubo alguna vez un
lugar donde los creyentes deben llevar mucho fruto, es en nuestros congresos. En estas reuniones nuestros actos, nuestras
palabras, nuestro espíritu, quedan anotados, y nuestra influencia es tan
abarcante como la eternidad. -Joyas de los testimonios, t. 2, p. 381. 304
20.
ACEPTEMOS LA INFLUENCIA DEL ESPÍRITU.
Así que, amados,
puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y
de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. ( 2 Corintios 7:1).
El Señor nos envía
advertencias, consejos y reproches para que tengamos oportunidad de corregir
nuestros errores antes de que se conviertan en una segunda naturaleza. Pero si rehusamos ser corregidos, Dios no
interviene para contrarrestar las tendencias de nuestra propia conducta.
No obra un milagro para que no brote y produzca fruto la semilla sembrada. La persona que se muestra temerariamente infiel, o que manifiesta una impasible indiferencia ante la verdad divina, no está más que recogiendo la cosecha que él mismo sembró. Tal ha sido la experiencia de muchos. Escuchan con estoica pasividad las verdades que una vez conmovieron sus corazones. Sembraron descuido, indiferencia y resistencia a la verdad, y tal es la cosecha que ahora obtienen.
No obra un milagro para que no brote y produzca fruto la semilla sembrada. La persona que se muestra temerariamente infiel, o que manifiesta una impasible indiferencia ante la verdad divina, no está más que recogiendo la cosecha que él mismo sembró. Tal ha sido la experiencia de muchos. Escuchan con estoica pasividad las verdades que una vez conmovieron sus corazones. Sembraron descuido, indiferencia y resistencia a la verdad, y tal es la cosecha que ahora obtienen.
La frialdad del
hielo, la dureza del hierro, la naturaleza impenetrable e inimpresionable de la
roca, todo esto encuentra una equivalencia en el carácter de muchos cristianos
profesos. Así fue como el Señor
endureció el corazón de Faraón. Dios
habló al rey egipcio por boca de Moisés, dándole las evidencias más notables
del poder divino; pero el monarca tercamente rehusó la luz que lo hubiera conducido
al arrepentimiento. Dios no envió un
poder sobrenatural para endurecer el corazón del rey rebelde, pero, como
resistió a la verdad, el Espíritu Santo se retiró, y el Faraón quedó en las
tinieblas
y la incredulidad que había elegido.
y la incredulidad que había elegido.
Los hombres se
separan de Dios al rehusar la influencia del Espíritu. El Señor no tiene en reserva un agente más
poderoso para iluminar sus mentes. Así,
ninguna revelación de su voluntad puede alcanzarlos en su incredulidad.
Ojalá pudiera guiar a
cada profeso seguidor de Cristo a ver este asunto tal cual es.
Todos estamos sembrando, ya sea para la carne o para el Espíritu, y segamos la cosecha de la semilla que sembramos. Al elegir nuestros placeres o tareas, sólo debiéramos buscar aquellas cosas que son excelentes. Lo frívolo, lo mundano, lo envilecedor no deberían tener poder para controlar los afectos o la voluntad.- Review and Herald, 20 de junio de 1882. 305
Todos estamos sembrando, ya sea para la carne o para el Espíritu, y segamos la cosecha de la semilla que sembramos. Al elegir nuestros placeres o tareas, sólo debiéramos buscar aquellas cosas que son excelentes. Lo frívolo, lo mundano, lo envilecedor no deberían tener poder para controlar los afectos o la voluntad.- Review and Herald, 20 de junio de 1882. 305
21.
ESPEREMOS GRANDES COSAS.
Y nosotros no hemos
recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que
sepamos lo que Dios nos ha concedido.
(1Corintios 2: 12).
No es porque Dios
imponga alguna restricción por lo que las riquezas de su gracia no fluyen hacia
los hombres. Su don es divino. Él las ha dado con una liberalidad que no
pueden apreciar, porque no tienen deseos de recibirlas. Si estamos dispuestos a aceptarlo, todos
seremos llenos del Espíritu Santo. Al
contentarnos sólo con pequeñas bendiciones, nos descalificamos a nosotros
mismos para recibir el Espíritu en su ilimitada plenitud. No somos tan fácilmente satisfechos con un
encrespamiento de la superficie de las aguas, cuando es nuestro privilegio
esperar la profunda agitación del Espíritu de Dios. Al esperar poco, recibimos poco.
Todos debieran darse
cuenta de la necesidad de la obra del Espíritu Santo. A menos que sea aceptado y apreciado como
representante de Cristo, cuya obra consiste en renovar y santificar todo el
ser, las trascendentales verdades que han sido confiadas a los seres humanas
perderán su poder sobre la mente. No es
suficiente que tengamos un conocimiento de la verdad. Debemos hablar y trabajar en amor,
conformando nuestra voluntad a la de Dios.
El Señor declara acerca de aquellos que hacen esto: "Pondré mis
leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré" (Heb. 8: 10).
En esta obra de transformación Dios es el agente potente y todopoderoso.
Mediante su Espíritu Santo él escribe su ley en el corazón.
En esta obra de transformación Dios es el agente potente y todopoderoso.
Mediante su Espíritu Santo él escribe su ley en el corazón.
Es así como se
renueva la relación divina entre Dios y el hombre. "Yo seré a ellos por Dios", dijo,
"y ellos me serán por pueblo" (véase Exo. 6: 7; Jer. 31: 33). "No hay atributo de mi naturaleza que no
daré libremente para que el hombre pueda revelar mi imagen". Cuando permitamos que Dios lleve a cabo su
voluntad en nosotros, no abrigaremos ningún pecado. Toda escoria se consumirá en el horno
depurador. Cuando el Espíritu
Santo descendió el día de Pentecostés, fue como un viento fuerte y
poderoso. No vino en forma restringida,
porque llenó todo el lugar donde los discípulos estaban.
Así también nos será otorgado cuando nuestros corazones estén preparados para recibirlo.
Review and Herald, 10 de junio de 1902. 306
Así también nos será otorgado cuando nuestros corazones estén preparados para recibirlo.
Review and Herald, 10 de junio de 1902. 306
22.
PIDAMOS SU BENDICIÓN.
¿Y acaso Dios no hará
justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?
¿Se tardará en responderles? (Lucas 18: 7).
¿Se tardará en responderles? (Lucas 18: 7).
Durante mucho tiempo
podríamos haber seguido la senda angosta, pero no es seguro tomar esto como
prueba de que permaneceremos en ella hasta el fin. Si andamos con Dios y en comunión con el
Espíritu, es porque lo hemos buscado diariamente por fe. Se nos dio el aceite dorado que fluye por los
conductos de oro de los dos olivos. Pero
los que no cultiven el espíritu y el hábito de orar no podrán esperar recibir
el aceite de la bondad, la paciencia, la longanimidad, la mansedumbre, el amor.
Todos deben
mantenerse separados del mundo, el cual está lleno de iniquidad. No debemos caminar con Dios por un tiempo, y
luego alejarnos de su compañía para andar a la luz de las chispas que nosotros
mismos encendimos. En los actos de fe debe
haber una persistencia firme y perseverante.
Debemos alabar a Dios y manifestar su gloria mediante un carácter
justo. Ninguno de nosotros alcanzará la
victoria sin un esfuerzo perseverante, incansable y proporcional al valor del
objetivo que anhelamos: la vida eterna.
La dispensación en la
que vivimos ahora debe ser, para aquellos que la piden, la del Espíritu
Santo. Pida su bendición. Es tiempo de que seamos más intensos en
nuestra devoción. A nosotros se nos ha
confiado la ardua, pero feliz y gloriosa tarea de revelar a Cristo a los que
están en tinieblas.
Somos llamados a proclamar las verdades especiales para este tiempo. Para todo esto es esencial el derramamiento del Espíritu. Debemos orar pidiéndolo. El Señor espera que se lo pidamos.
No hemos sido enérgicos en esta tarea.
Somos llamados a proclamar las verdades especiales para este tiempo. Para todo esto es esencial el derramamiento del Espíritu. Debemos orar pidiéndolo. El Señor espera que se lo pidamos.
No hemos sido enérgicos en esta tarea.
¿Qué puedo decirles a
mis hermanos en el nombre del Señor? ¿Qué proporción de nuestros esfuerzos se
hicieron de acuerdo con la luz que al Señor le ha agradado darnos?
No podemos depender de la forma o de la maquinaria externa.
Lo que necesitamos es la influencia vivificante del Santo Espíritu de Dios.
No podemos depender de la forma o de la maquinaria externa.
Lo que necesitamos es la influencia vivificante del Santo Espíritu de Dios.
"No con ejército, ni con fuerza, sino
con mi Espíritu,
ha dicho Jehová de los ejércitos" (Zac. 4: 6).
Orad sin cesar, y vigilad actuando de acuerdo con vuestras oraciones. Mientras, oren, crean y confíen en Dios. Es el tiempo de la lluvia tardía, en el cual
el Señor otorgará liberalmente su Espíritu.
Sean fervientes en la oración y vigilantes en el Espíritu.
Sean fervientes en la oración y vigilantes en el Espíritu.
Review and
Herald, 2 de marzo de 1897. 307
23.
CONFIEMOS EN SUS PROMESAS.
Acerquémonos, pues,
confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia
para el oportuno socorro. (Hebreos 4: 16).
El Señor no permitirá
que sus afligidos y probados hijos sean juguete de las tentaciones de Satanás. Es nuestro privilegio confiar en Jesús. Los cielos están llenos de ricas bendiciones,
y es nuestro privilegio tener el gozo de Cristo para que nuestro gozo sea
completo. No lo tenemos porque no
pedimos, o porque no oramos con fe, creyendo que seremos bendecidos con la
influencia especial del Espíritu Santo.
Mediante la intercesión de Cristo, se le imparte al auténtico
investigador la bondadosa influencia del Espíritu Santo para que los que la
reciben puedan transmitir a otros
el conocimiento de la verdad salvadora.
el conocimiento de la verdad salvadora.
¿Por qué no creemos
el sencillo "Así dice el Señor"?
No cesen de orar bajo ninguna circunstancia.
El Espíritu puede estar dispuesto, pero la carne enferma. Sin embargo, Jesús lo sabe todo.
En su debilidad usted no debe estar ansioso, porque la ansiedad implica dudas y desconfianza. Sencillamente tiene que creer que Cristo es capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que vienen a Dios por medio de él, siendo que vive siempre para interceder por nosotros.
El Espíritu puede estar dispuesto, pero la carne enferma. Sin embargo, Jesús lo sabe todo.
En su debilidad usted no debe estar ansioso, porque la ansiedad implica dudas y desconfianza. Sencillamente tiene que creer que Cristo es capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que vienen a Dios por medio de él, siendo que vive siempre para interceder por nosotros.
¿Qué abarca la
intercesión? Es la cadena de oro que une
al creyente finito con el trono del Dios infinito. El agente humano, por quien Cristo murió para
salvarlo, importuna el trono de Dios, y su petición es asumida por Jesús, quien
lo compró con su propia sangre. Nuestro
gran Sumo Sacerdote coloca su justicia del lado del que implora con sinceridad,
y la oración de Cristo se une con la del suplicante humano.
Cristo insta a su
pueblo a orar sin cesar. Esto no significa que siempre hemos de estar sobre las
rodillas, pero esa oración ha de ser como el aliento vital. Nuestros pedidos silenciosos, dondequiera
estemos, han de ascender a Dios, y Jesús nuestro Abogado, implorará en nuestro
favor,
llevando con el incienso de su justicia nuestras súplicas al Padre.
llevando con el incienso de su justicia nuestras súplicas al Padre.
El Señor Jesús ama a
su pueblo, y, cuando éste confía y depende completamente de él, lo
fortalece.
El vivirá en ellos, dándoles la inspiración de su Espíritu santificador, e impartiendo a la existencia una transfusión vital de sí mismo. Sabbath School Worker, 1º de febrero de 1896. 308
El vivirá en ellos, dándoles la inspiración de su Espíritu santificador, e impartiendo a la existencia una transfusión vital de sí mismo. Sabbath School Worker, 1º de febrero de 1896. 308
24.
UNA CONEXIÓN PERMANENTE.
También les refirió
Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar.
(Lucas 18: 1).
(Lucas 18: 1).
En ningún momento
podemos prescindir de la asistencia de aquello que nos capacita para
comenzar. Para nosotros las bendiciones
recibidas bajo la lluvia temprana son necesarias hasta el fin.
Sin embargo, ellas solas no serán suficientes. Por otra parte, mientras apreciamos la bendición de esta lluvia, no debemos perder de vista el hecho de que sin la lluvia tardía para que llene las espigas y madure el grano, la cosecha no estará lista para la hoz y el trabajo del sembrador habrá sido en vano. La gracia divina es necesaria al comienzo, a cada paso de nuestro avance,
y sólo ella puede completar la obra.
Sin embargo, ellas solas no serán suficientes. Por otra parte, mientras apreciamos la bendición de esta lluvia, no debemos perder de vista el hecho de que sin la lluvia tardía para que llene las espigas y madure el grano, la cosecha no estará lista para la hoz y el trabajo del sembrador habrá sido en vano. La gracia divina es necesaria al comienzo, a cada paso de nuestro avance,
y sólo ella puede completar la obra.
No hay lugar para el
descanso en una actitud descuidada. No
debemos olvidar nunca las advertencias de Cristo: "Velad y orad",
"Velad, pues, en todo tiempo orando" (Luc. 21: 36). Una conexión permanente con el agente divino
es esencial para nuestro progreso.
Podemos haber tenido una medida del Espíritu de Dios, pero por la
oración y la fe debemos buscar continuamente más del Espíritu.
Si cesan nuestros esfuerzos, no lograremos nada. Si no avanzamos, y si no nos ponemos en una actitud de recibir tanto la lluvia temprana como la tardía, perderemos la salvación, y la responsabilidad será nuestra. "Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía" (Zac. 10: 1). No descansen satisfechos de que en el transcurso común de las estaciones la lluvia caerá. Pídanla. El crecimiento y la maduración de la semilla no descansa sobre el agricultor. Sólo Dios puede hacer madurar la cosecha. Pero se requiere la cooperación del hombre. La obra de Dios demanda de nosotros la acción de la mente y el ejercicio de nuestra fe. Debemos buscar sus favores de todo corazón para que las lluvias de gracia caigan sobre nosotros.
Si cesan nuestros esfuerzos, no lograremos nada. Si no avanzamos, y si no nos ponemos en una actitud de recibir tanto la lluvia temprana como la tardía, perderemos la salvación, y la responsabilidad será nuestra. "Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía" (Zac. 10: 1). No descansen satisfechos de que en el transcurso común de las estaciones la lluvia caerá. Pídanla. El crecimiento y la maduración de la semilla no descansa sobre el agricultor. Sólo Dios puede hacer madurar la cosecha. Pero se requiere la cooperación del hombre. La obra de Dios demanda de nosotros la acción de la mente y el ejercicio de nuestra fe. Debemos buscar sus favores de todo corazón para que las lluvias de gracia caigan sobre nosotros.
Deberíamos aprovechar
cada oportunidad de ponernos en el cauce de las bendiciones. Cristo dijo: "Donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mat. 18: 20
).
Las convocaciones de la iglesia, ya sea en las reuniones campestres, las asambleas y toda ocasión donde hay alguna actividad en favor de otros, son las oportunidades designadas por Dios para dar la lluvia temprana y la lluvia tardía. Review and Herald, 2 de marzo de 1897. 309
Las convocaciones de la iglesia, ya sea en las reuniones campestres, las asambleas y toda ocasión donde hay alguna actividad en favor de otros, son las oportunidades designadas por Dios para dar la lluvia temprana y la lluvia tardía. Review and Herald, 2 de marzo de 1897. 309
25.
APRECIO VERDADERO.
Cuando hubieron
orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del
Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. (Hechos 4: 31).
En tiempos de los
apóstoles el derramamiento del Espíritu fue la "lluvia temprana";
glorioso fue el resultado. Pero la
"lluvia tardía" será todavía más abundante. ¿Cuál es la promesa para
los que viven en estos últimos días?: "Volveos a la fortaleza, oh
prisioneros de esperanza; hoy también os anuncio que os restauraré el
doble". "Pedid a Jehová lluvia
en la estación tardía. Jehová hará
relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba verde en el campo a cada
uno" (Zac. 9: 12; 10: 1).
Cristo dice que la
influencia divina del Espíritu estará con sus seguidores hasta el fin. Pero algunos no aprecian esta promesa como
deberían; su cumplimiento no se realiza como podría ser. Pueden poseerse erudición, talentos,
elocuencia y dotes naturales o adquiridas; pero sin la presencia del Espíritu
de Dios ningún corazón será alcanzado, y no se ganará ningún pecador para
Cristo. Cuando sus discípulos estén
relacionados con él, y cuando estén en posesión de los dones del Espíritu, aún
el más pobre e ignorante de entre ellos tendrá poder para impresionar los
corazones. Dios los convierte en canales
por intermedio del cual actúa la más elevada influencia del universo.
Así como la dotación
divina -el poder del Espíritu Santo- le fue dada a los discípulos, hoy también
se le otorgará a los que la busquen acertadamente. Sólo este poder es capaz de hacernos sabios
para la salvación, a fin de adaptarnos para las cortes celestiales. Cristo desea darnos una bendición que nos
santificará. "Estas cosas os he
hablado", dice él, "para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo
sea cumplido" (Juan 15: 11 ). El gozo en el Espíritu Santo imparte salud y
vida. Al concedernos su Espíritu, Dios
se da a sí mismo: una fuente de influencias divinas, para dar salud y vida al
mundo.
Signs of the Times, 15 de marzo de 1910. 310
Signs of the Times, 15 de marzo de 1910. 310
26.
MÁS PREDICACIÓN.
Lo cual también
hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que
enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. (1 Corintios 2: 13).
Precisamente antes
que Jesús dejara a sus discípulos para ir a las mansiones celestiales, los
animó con la promesa del Espíritu Santo.
Esta promesa nos pertenece a nosotros tanto como a ellos y, sin embargo,
¡cuán raramente se presenta ante el pueblo o se habla de su recepción en la
iglesia!
Como consecuencia del
silencio sobre este importantísimo asunto, ¿acerca de qué promesa sabemos
menos, por su cumplimiento real, que de esta rica promesa del don del Espíritu
Santo, mediante el cual será eficaz toda nuestra labor espiritual? La promesa del Espíritu Santo es mencionada
por casualidad en nuestros discursos, es tocada en forma incidental, y eso es
todo. Las profecías han sido tratadas
detenidamente, las doctrinas han sido expuestas; pero lo que es esencial para
la iglesia a fin de que crezca en fortaleza y eficiencia espiritual, para que
la predicación sea acompañada por la convicción, y las almas sean convertidas a
Dios, ha sido mayormente excluido del esfuerzo ministerial.
Este tema ha sido
puesto a un lado, como si algún tiempo futuro hubiera sido reservado para su
consideración. Otras bendiciones y
privilegios han sido presentados ante nuestro pueblo hasta despertar en la
iglesia el deseo de conseguir la bendición prometida por Dios; pero ha quedado
la impresión de que el don del Espíritu Santo no es para la iglesia ahora, sino
que en algún tiempo futuro sería necesario que la iglesia lo recibiera.
Esta bendición
prometida, reclamada por la fe, traería todas las demás bendiciones en su
estela, y ha de ser dada liberalmente al pueblo de Dios. Por medio de los astutos artificios del
enemigo las mentes de los hijos de Dios parecen incapaces de comprender las
promesas divinas y de apropiarse de ellas... Recogerán una cosecha de gozo los
que siembran la santa semilla de la verdad.
"Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas" (Sal. 126: 6).-Testimonios para los ministros, pp. 174, 175. 311
"Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas" (Sal. 126: 6).-Testimonios para los ministros, pp. 174, 175. 311
27.
MAS DEDICACIÓN.
La obra de cada uno
se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será
revelada;
y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. (1 Corintios 3: 13).
y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. (1 Corintios 3: 13).
Se aproxima el fin de
todas las cosas. Dios actúa en cada
mente que se abre para recibir las impresiones de su Santo Espíritu. Está enviando mensajeros con la misión de
amonestar cada lugar. Dios está poniendo
a prueba la devoción de sus iglesias, y su disposición a obedecer las
indicaciones del Espíritu. Aumentará el
conocimiento. Se verá a los mensajeros
del cielo que correrán de aquí para allá, tratando por todos los medios
posibles de advertir a la gente respecto al juicio venidero, y de presentar las
alegres nuevas de salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Se exaltará la norma de justicia.
Se exaltará la norma de justicia.
El Espíritu de Dios
se acercará a los corazones de los hombres, y los que respondan a su influencia
se convertirán en luces para el mundo.
Por todas partes se los verá ir de un lado a otro para trasmitir a los
demás la luz que recibieron, tal como ocurrió después del derramamiento del
Espíritu Santo en el día de Pentecostés.
Al dejar brillar su luz, recibirán cada vez más poder del Espíritu.
La tierra se iluminará con la gloria de Dios.
La tierra se iluminará con la gloria de Dios.
Pero, ¡Oh triste
cuadro! Los que no se sometan a la
influencia del Espíritu Santo pronto perderán las bendiciones que recibieron al
reconocer la verdad como procedente del cielo.
Caerán en una formalidad fría e insípida y perderán su interés en las
personas que se pierden. Al dejar su
primer amor Cristo les dice: "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y
arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y
quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido" (Apoc. 2:
5). El quitará el Espíritu Santo de la
iglesia, y lo dará a otros que lo apreciarán.
La mayor evidencia de
que los que han recibido gran luz no la aprecian, es que no permiten que ella
brille sobre los que están en tinieblas, y cuando dedican su tiempo y energía
en celebrar formas y ceremonias. Review and Herald, 16 de julio de 1895. 312
28.
MIEMBROS MÁS CONSAGRADOS.
Y perseverando
unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos
con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo
el pueblo. Y el Señor añadía cada día a
la iglesia los que habían de ser salvos. (Hechos 2: 46, 47).
Cada persona
verdaderamente convertida estará intensamente interesada en llevar a otros de
las tinieblas del error a la maravillosa luz de la justicia de Jesucristo. El gran derramamiento del Espíritu de Dios
que ha de alumbrar toda la tierra con su gloria, no sobrevendrá hasta que
tengamos un pueblo esclarecido que sepa por experiencia lo que significa ser
colaboradores juntamente con Dios.
Cuando tengamos una consagración completa y sincera al servicio de
Cristo, Dios lo reconocerá derramando su Espíritu sin medida; pero esto no
ocurrirá mientras la mayor parte de la iglesia no trabaje juntamente con
Dios. Dios no puede otorgar su Espíritu
cuando el egoísmo y la complacencia propia se manifiestan en forma tan notoria,
cuando prevalece un espíritu que, si se lo tradujera en palabras, constituiría
la respuesta de Caín: "¿Soy yo guarda de mi hermano?" (Gén. 4:9).
Si la verdad para
este tiempo, si las señales que se están multiplicando por todas partes -que
testifican de que el fin de todas las cosas está cercano- no son suficientes
para despertar la energía dormida de los que profesan conocer la verdad,
entonces los alcanzará una oscuridad proporcional a la luz que ha estado
brillando sobre ellos. En el gran día de
ajuste final no podrán presentar a Dios ninguna excusa por su
indiferencia. No habrá razón alguna para
argumentar acerca de por qué no vivieron, anduvieron y trabajaron a la luz de
la sagrada verdad de la Palabra de Dios.
Ni de por qué no revelaron al mundo obscurecido por el pecado, mediante
su conducta, su simpatía y su celo, que el poder y la realidad del evangelio no
pueden ser controvertidos.
No es el ministro
solo, sino también los feligreses, quienes no están haciendo todo lo posible
para instar a los hombres por precepto y por ejemplo a aceptar la gracia
salvadora de Cristo. Con habilidad y
tacto, con sabiduría recibida de arriba, deberían persuadir a sus semejantes a
contemplar al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Review and
Herald, 21 de julio de 1896. 313
29.
MÁS CARIDAD.
Entonces invocarás, y
te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí.
Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar
vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las
tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. (Isaías 58:9,
10).
Consideren bien este
asunto todos los que pretenden guardar los mandamientos de Dios, y vean si no
hay razones para no tener más de la efusión del Espíritu Santo. ¡Cuántos han elevado
sus corazones a la vanidad! Creen que
son exaltados por el favor de Dios, pero descuidan a los necesitados, hacen
oídos sordos a los llamados de los oprimidos, y hablan palabras cortantes y
ásperas a quienes necesitan un tratamiento totalmente diferente. De este modo ofenden a Dios con la dureza de
su corazón. Estos afligidos tienen
derecho a la simpatía y el interés de sus semejantes. Tienen derecho a esperar ayuda, consuelo y
amor semejante al de Cristo. Pero no es
esto lo que reciben.
Cada descuido de
estos sufrientes de Dios está escrito en los libros del cielo como sí fueran
hechos a Cristo mismo. Cada miembro de
la iglesia debe examinar cuidadosamente su corazón, e investigar su curso de
acción para ver si éste está en armonía con el Espíritu y la obra de Jesús;
pues si no fuera así, ¿qué podrá decir cuando se encuentre ante el Juez de toda
la tierra?
¿Podrá el Señor decir de él: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mat. 25: 34)?
¿Podrá el Señor decir de él: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mat. 25: 34)?
Cristo ha
identificado su interés con el de la sufriente humanidad; y mientras él es
descuidado en la persona de sus afligidos, todas nuestras asambleas, todas
nuestras reuniones, y toda la maquinaria puesta en marcha para hacer adelantar
la causa de Dios, será de poco beneficio. "Esto era necesario hacer, sin
dejar aquello" (Luc. 11: 42). "Pesado has sido en balanza, y fuiste
hallado falto"
(Dan. 5: 27).
(Dan. 5: 27).
Todos los que serán
santos en el cielo, primero lo serán sobre la tierra. No seguirán las chispas de su propio fuego,
no trabajarán por la alabanza, ni hablarán palabras de vanidad, ni levantarán
el dedo de condenación y opresión; sino seguirán la Luz de vida, y la
difundirán, consolidarán esperanza y ánimo precisamente a los que tengan
necesidad, y no censurarán ni reprenderán.
Review and Herald, 4 de agosto de
1891. 314
30.
MAS ORACIÓN FERVIENTE.
Reconocemos, oh
Jehová, nuestra impiedad, la iniquidad de nuestros padres; porque contra ti
hemos pecado. Por amor de tu nombre no
nos deseches, ni deshonres tu glorioso trono; acuérdate, no invalides tu pacto
con nosotros. (Jeremías 14: 20, 21).
Asciendan nuestras
oraciones a Dios pidiendo su gracia transformadora que convierte. Deberían
celebrarse reuniones en cada iglesia para elevar oraciones solemnes y realizar
una búsqueda sincera de la Palabra para saber qué es la verdad. Tomen las promesas de Dios, y pídanle con fe
ardiente el derramamiento de su Santo Espíritu.
Cuando el Espíritu Santo descienda sobre nosotros, se obtendrán de la
Palabra de Dios toda su esencia y sustancia.
Cuando las iglesias
lleguen a ser cuerpos vivos y activos, el Espíritu Santo será enviado en
respuesta a su pedido sincero. Entonces
la verdad de la Palabra de Dios será considerada con nuevo interés, y explorada
como si fuera una revelación directa de los atrios celestiales. Cada declaración de la inspiración con
respecto a Cristo se apoderará de lo íntimo de cada creyente que lo ama. Cesarán la envidia, los celos, y las
suspicacias. La Biblia será considerada
como una carta constitucional del cielo.
Su estudio absorberá la mente, y sus verdades serán un festín para el
creyente. Las promesas de Dios ahora repetidas como si nuestro espíritu nunca
hubiera gustado su amor, brillarán entonces sobre el altar del corazón y caerán
como palabras ardientes de los labios de los mensajeros de Dios. Ante la gente suplicarán entonces con un
fervor que no puede ser rechazado. Así,
las ventanas de los cielos se abrirán para dejar caer la lluvia tardía. Los seguidores de Cristo estarán unidos en
amor.
La única forma en que
la verdad puede ser presentada al mundo en su carácter puro y santo, es por lo
que dicen creer en ella los exponentes de su poder. La Biblia requiere que los hijos e hijas de
Dios se ubiquen en una plataforma elevada; porque Dios demanda que representen
a Cristo ante el mundo.
Al representarlo, también representan al Padre. La unidad de los creyentes testifica de su unión con Cristo, y esta comunión es requerida por la luz acumulada que ahora brilla sobre el sendero de los hijos de Dios.- Review and Herald, 25 de febrero de 1890. 315
Al representarlo, también representan al Padre. La unidad de los creyentes testifica de su unión con Cristo, y esta comunión es requerida por la luz acumulada que ahora brilla sobre el sendero de los hijos de Dios.- Review and Herald, 25 de febrero de 1890. 315
31.
UNA ORACIÓN EN FAVOR DEL PUEBLO DE DIOS.
Oye, Señor; oh Señor,
perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios
mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo. (Daniel 9:
19).
Padre celestial, tú
has dicho: "Pedid y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os
abrirá".
Padre celestial, necesitamos tu Santo Espíritu. No queremos trabajar solos, sino solamente en unidad contigo. Queremos estar en una posición en la que el Espíritu Santo de Dios esté sobre nosotros con su poder revivificante y santificador. ¡Manifiéstate a nosotros esta mañana!
¡Quita toda niebla y toda nube de oscuridad!
Padre celestial, necesitamos tu Santo Espíritu. No queremos trabajar solos, sino solamente en unidad contigo. Queremos estar en una posición en la que el Espíritu Santo de Dios esté sobre nosotros con su poder revivificante y santificador. ¡Manifiéstate a nosotros esta mañana!
¡Quita toda niebla y toda nube de oscuridad!
Venimos a ti, nuestro
compasivo Redentor, y te pedimos por los méritos de Cristo, por tu propio Hijo,
mi Padre, que manifiestes aquí tu poder a tu pueblo. Queremos sabiduría, queremos justicia,
queremos verdad; queremos que el Espíritu Santo esté con nosotros.
Has presentado
delante de nosotros una gran obra que debe realizarse en favor de los que están
en la verdad, y también por los que ignoran nuestra fe; y oh Señor, como tú has
dado a cada hombre su tarea, te imploramos que el Espíritu Santo impresione
nuestra mente en relación con la responsabilidad de la tarea que descansará
sobre cada persona en forma individual, de acuerdo con tu mandato. Queremos ser probados; queremos ser
completamente santificados; queremos ser hechos aptos para la tarea; y aquí, en
esta sesión del congreso, queremos ver una revelación del Santo Espíritu de
Dios. Queremos luz, Señor. Tú eres la
Luz. Queremos la verdad, Señor. Tú eres
la Verdad.
Deseamos el camino correcto. Tú eres el Camino.
Deseamos el camino correcto. Tú eres el Camino.
Señor, te ruego que
todos seamos lo suficientemente sabios para discernir que debemos abrir
individualmente nuestro corazón a Jesucristo, para que mediante el Espíritu
Santo él pueda entrar y modelarnos y hacemos de nuevo, de acuerdo con tu imagen
divina.
¡Oh, mi Padre mi Padre!, humilla y subyuga nuestros corazones.
¡Oh, mi Padre mi Padre!, humilla y subyuga nuestros corazones.
General
Conference Bulletin, 2 de abril de 1903. RP EGW 316
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