viernes, 6 de marzo de 2020

10. RECIBIRÉIS PODER: PERSONA, PRESENCIA Y OBRA DEL ESPÍRITU SANTO. (EGW). X. PREPARADOS POR EL ESPÍRITU.


01. LA MAYOR NECESIDAD.
Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve.  (Salmos 51: 7).
La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio.  Procurarlo debería ser nuestra primera obra.  Debe haber esfuerzos fervientes para obtener las bendiciones del Señor, no porque Dios no esté dispuesto a conferirnos sus bendiciones, sino porque no estamos preparados para recibirlas.  Nuestro Padre celestial está más dispuesto a dar su Espíritu Santo a los que se lo piden, que los padres terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos.  Sin embargo, mediante la confesión, la humillación, el arrepentimiento y la oración ferviente nos corresponde cumplir con las condiciones en virtud de las cuales Dios ha prometido concedemos su bendición.  Sólo en respuesta a la oración debe esperarse un reavivamiento.  Mientras la gente esté tan destituida del Espíritu Santo de Dios, no puede apreciar la predicación de la Palabra; pero cuando el poder del Espíritu toca su corazón, entonces no quedarán sin efecto los discursos presentados.  Guiados por las enseñanzas de la Palabra de Dios, con la manifestación de su Espíritu, ejercitando un sano juicio, los que asisten a nuestras reuniones obtendrán una experiencia preciosa y, al volver a su hogar, estarán preparados para ejercer una influencia saludable.
Los que fueron portaestandartes antaño sabían lo que era luchar con Dios en oración y disfrutar del derramamiento de su Espíritu.  Pero los tales están desapareciendo del escenario, ¿y quiénes surgen para ocupar sus lugares? ¿Cómo es la nueva generación? ¿Está convertida a Dios? ¿Estamos atentos a la obra que se realiza en el santuario celestial, o esperamos que algún poder apremiante venga a la iglesia antes de que nos despertemos? ¿Esperamos que se reavive toda la iglesia?  
Ese tiempo nunca llegará.
Hay personas en la iglesia que no están convertidas y que no se unirán a la oración ferviente y eficaz.  Debemos hacer la obra individualmente. Debemos orar más y hablar menos.
Mensajes selectos, t. 1, pp. 141, 142. 286

02. EL MAYOR DON.
Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones. 
(2 Corintios 1: 21, 22).
Era imposible para Dios dar más que el Espíritu Santo.  No podía añadirse algo más a este don.  Con él, todas nuestras necesidades quedan suplidas.  El Espíritu Santo es la presencia vital de Dios, la cual, si es apreciada, generará alabanzas y gratitud, y saltará continuamente para vida eterna.  La instauración del Espíritu es el pacto de gracia.  Pero, ¡cuán pocos aprecian este gran don, tan costoso y, sin embargo, tan gratuito para todos los que quieren aceptarlo!  Cuando la fe se aferra de esta bendición, recibimos abundantes bendiciones espirituales.  Pero demasiado a menudo no es apreciado.  Necesitamos un concepto más amplio a fin de comprender su valor...
¡Oh, qué amor y condescendencia asombrosos!  El Señor Jesús anima a sus creyentes a que pidan el Espíritu Santo.  Al presentar la paternal ternura de Dios, procura estimular la fe en la recepción del don.  El Padre celestial está más dispuesto a dar el Espíritu Santo a los que se lo piden, que los padres terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos.
¿Qué dádiva más grande podría prometerse? ¿Qué más se necesita para despertar una respuesta en cada persona, para inspirarla a anhelar este gran don? ¿Nuestras súplicas indiferentes no deberían transformarse en peticiones de intenso deseo de recibir esta gran bendición?
No pedimos suficiente de las cosas buenas que Dios ha prometido.  Si nos eleváramos más alto y esperáramos más, nuestras peticiones revelarían la influencia vitalizadora que se concede a cada creyente que pide con la plena expectativa de ser oído y atendido.  El Señor no es glorificado con una súplica débil que muestra que no se espera nada.  El desea que todo creyente se acerque al trono de gracia con fervor y certeza.
Signs of the Times, 7 de agosto de 1901. 287

03. UNA REFORMA COMPLETA.
Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa.
 (Filipenses 2: 2).
Ha llegado la hora de hacer una reforma completa.  Cuando ella comience, el espíritu de oración animará a cada creyente, y el espíritu de discordia y de contienda será desterrado de la iglesia.  Los que no hayan vivido en comunión con Cristo se acercarán unos a otros.  Un feligrés que trabaje en una buena dirección invitará a otros hermanos a unirse a él para pedir la revelación del Espíritu Santo.  No habrá confusión, porque todos estarán en armonía con el pensamiento del Espíritu.  Las barreras que separan a los creyentes serán derribadas, y todos los siervos de Dios dirán las mismas cosas.  El Señor trabajará con sus siervos.  Todos pronunciarán de una manera inteligente la oración que Cristo les ha enseñado: "Venga tu reino.  Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra"
 (Mat. 6: 10).
Mientras oigo noticias de las terribles calamidades que de semana en semana están ocurriendo, me pregunto: ¿Qué significan estas cosas?  Los desastres más espantosos se están produciendo uno tras otro en rápida sucesión. ¡Con cuánta frecuencia oímos hablar de terremotos y tornados, de destrucción por incendio e inundación, con gran pérdida de vidas y propiedades!  Aparentemente, estas calamidades son estallidos caprichosos de fuerzas que se dirían desorganizadas y no reguladas, pero en ellas se puede leer el propósito de Dios.  Son algunos de los medios por los cuales procura despertar a hombres y mujeres y hacerles sentir su peligro.
La venida de Cristo está más cerca que cuando por primera vez creímos.  Se acerca el fin de la gran controversia.  Los juicios de Dios están en la tierra.  Hablan en solemne amonestación, diciendo: "También vosotros estad apercibidos; porque el Hijo del hombre ha de venir a la hora que no pensáis" (Mat. 24:44).  Joyas de los  testimonios, t. 3, pp. 254-256. 288

04. EXAMEN DEL CORAZÓN Y AUTOEXAMEN.
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame 
y conoce mis pensamientos; 
y ve si hay en mí camino de perversidad, 
y guíame en el camino eterno. 
(Salmos 139: 23, 24).
Después de la ascensión de Cristo, los discípulos se reunieron en un lugar para presentar humildes súplicas a Dios.  Luego de diez días de examinar sus corazones y de autoexamen, el camino estaba preparado para que el Espíritu Santo entrara en el templo de cada ser que había sido limpiado y consagrado.  Cada corazón estaba lleno del Espíritu, como si Dios deseara mostrar a su pueblo que era su prerrogativa bendecirlos con las bendiciones más selectas del cielo.
¿Cuál fue el resultado?  Miles fueron convertidos en un día.  La espada del Espíritu brillaba a diestra y siniestra.  Recientemente afilada con poder, penetraba hasta partir la mente y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos.  Fue eliminada la idolatría mezclada en la adoración de la gente.  Al reino de Dios se añadían nuevos territorios.  Lugares que habían sido estériles y desolados, elevaban sus alabanzas.  Creyentes reconvertidos, nacidos de nuevo, eran un poder viviente para Dios.  Había en sus bocas un canto nuevo de alabanza a Dios.
Controlados por el Espíritu, veían a Cristo en sus hermanos.  Un sólo interés prevalecía.  Un tema de emulación absorbía todos los demás, ser como Cristo y hacer las obras de Cristo.  El celo ferviente que sentían se expresaba mediante una solícita ayuda mutua, palabras bondadosas y actos desinteresados.  Todos se esforzaban por ver quién podía hacer más para extender el reino de Cristo. 
"Y la multitud de los que habían creído era de un corazón, y un alma" (Hech. 4: 32).
En los doce discípulos, la levadura de la verdad fue escondida por el gran Maestro.  Estos discípulos habían de ser los instrumentos en manos de Dios para revelar la verdad al mundo.  Se les dio poder divino, porque un Salvador resucitado sopló sobre ellos diciendo: "Recibid el Espíritu Santo".  Imbuidos con este Espíritu, salieron para testificar de la verdad.  Así Dios desea que sus siervos salgan hoy con el mensaje que les ha dado. Pero hasta que reciban el Espíritu Santo no podrán llevarlo con poder, ni podrán darse cuenta de lo que Dios puede hacer por medio de ellos.
Review and Herald, 10 de junio de 1902. 289

5. UNÁNIMES.
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.  (Hechos 2: 1).
A nosotros hoy, tan ciertamente como a los primeros discípulos, pertenece la promesa del Espíritu.  Dios dotará ahora a hombres y mujeres del poder de lo alto, como dotó a los que en el día de Pentecostés oyeron la palabra de salvación.  En este mismo momento su Espíritu y su gracia son para todos los que los necesitan y quieran aceptar su palabra al pie de la letra.
Notemos que el Espíritu fue derramado después que los discípulos hubieron llegado a la unidad perfecta, cuando ya no contendían por el puesto más elevado.  Eran unánimes.  Habían desechado todas las diferencias.  El testimonio que se da de ellos después que les fue dado el Espíritu es el mismo.  Notemos la expresión: "La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma" (Hech. 4: 32).  El Espíritu de Aquel que había muerto para que los pecadores vivieran animaba a toda la congregación de los creyentes.
Así puede suceder ahora.  Desechen los cristianos todas las disensiones, y entréguense a Dios para salvar a los perdidos.  Pidan con fe la bendición prometida, y ella les vendrá.  El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue "la lluvia temprana", y glorioso fue el resultado.  Pero la lluvia tardía será más abundante. ¿Cuál es la promesa hecha a los que viven en estos postreros días?  "Tornaos a la fortaleza, oh presos de esperanza: hoy también os anuncio que os daré doblado".  
"Pedid a Jehová lluvia en la sazón tardía: Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, 
y hierba en el campo a cada uno" (Zac. 9: 12; 10: 1).-
Joyas de los testimonios, t. 3, pp. 210, 211. 290

06. BUSCAR LA ARMONÍA.
Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superior a él mismo. (Filipenses 2: 3).
Los siervos de Dios han de trabajar en perfecta armonía.  La contienda produce alienación, lucha y discordia.  Se me ha instruido que nuestras iglesias no tienen necesidad de perder tiempo en rencillas.  Cuando el espíritu de contienda batalle por la supremacía, deténganse, arreglen las cosas; si no, Cristo vendrá rápidamente y quitará el candelero de su lugar.  Hágase una obra ferviente de arrepentimiento.  Escudriñe el Espíritu de Dios la mente y el corazón, y limpie todo lo que estorbe la reforma necesaria.  Hasta que esto se realice, Dios no puede concedernos su poder y gracia.  Y mientras estemos sin esto, los hombres tropezarán y caerán, y no sabrán en qué tropezaron.
El amor de Cristo es el lazo que ha de unir la mente y el corazón de los creyentes.
La sangre de Cristo fue derramada para toda la familia humana.  Ninguno necesita perderse.  Los que no se salvan perecerán porque decidieron renunciar a una eternidad de bendición a cambio de la satisfacción de seguir sus propios caminos.  Esta fue la elección de Satanás, y hoy su obra y su reino testifican del carácter del paso que dio.  El crimen y la miseria que llenan nuestro mundo, los horribles asesinatos que ocurren diariamente, son los frutos de la sumisión del hombre a los principios de Satanás.
Mis hermanos, lean el libro del Apocalipsis del principio al fin, y pregúntense si no sería mejor pasar menos tiempo en luchas y contiendas, y comenzar a pensar cuán rápidamente nos acercamos a la gran crisis final.  Los que procuran hacer aparecer sin significación especial los juicios que el Señor envía ahora a la tierra, pronto serán forzados a entender lo que ahora eligen no comprender.
Review and Herald, 20 de agosto de 1903. 291

07. SINTAMOS NUESTRA NECESIDAD ESPIRITUAL.
Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. (Lucas 18: 13).
Deberíamos estar a menudo en oración.  El derramamiento del Espíritu Santo vino en respuesta a la oración ferviente.  Noten este hecho en relación con los discípulos.  El registro dice: "Estaban todos unánimes juntos.  Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.  Y fueron todos llenos del Espíritu Santo" (Hech. 2: 1-4).
No estaban reunidos para relatar chismes escandalosos, ni para exponer cada mancha que pudieran encontrar en el carácter de un hermano. Sentían su necesidad espiritual, y clamaron al Señor por la santa unción que los ayudaría a vencer sus propias debilidades, con el propósito de prepararlos para la obra de salvar a otros.  Oraron con intenso fervor pidiendo que el amor de Cristo fuera derramado en sus corazones. Esta es hoy la gran necesidad en cada iglesia del planeta. Porque "si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Cor. 5:17). 
Lo que es objetable en el carácter es eliminado por el amor de Jesús.  Todo egoísmo es expulsado, toda envidia, toda maledicencia es arrancada de raíz, y se opera una transformación radical en el corazón.  "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley" (Gál. 5: 22, 23).  "Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz"  ( Sant. 3: 18 ).
Pablo dice que "en cuanto a la ley", -en lo que respecta a actos externos- era "irreprensible"; pero cuando discernió el carácter espiritual de la ley, y se miró en el santo espejo, se vio a sí mismo como pecador.  Juzgado por una norma humana, era sin pecado; pero cuando miró en las profundidades de la ley de Dios, y se vio a sí mismo como Dios lo veía, se inclinó humildemente y confesó su culpa.
Review and Herald, 22 de julio de 1890. 292

08. PONIENDO A UN LADO EL YO.
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.  (Filipenses 3: 7).
Es mediante el pueblo de Dios como el abnegado amor de Jesús ha de ser manifestado; pero por el ejemplo actual de la iglesia, el carácter de Cristo ha sido tergiversado y se da un concepto falso de él al mundo.  El amor propio excluye el amor de Jesús en el creyente, y por esto no hay en la iglesia mayor celo y más ferviente amor por quien nos amó primero.  El yo es supremo en muchos corazones.  Sus pensamientos, su tiempo y su dinero los usan para la gratificación propia, mientras las personas por las cuales Cristo murió están pereciendo.
Por eso, el Señor no puede impartir a su iglesia la plenitud de las bendiciones.  Honrarla de una manera notable ante el mundo sería poner el sello de aprobación a sus obras, confirmando la falsa representación de su carácter.  Cuando su pueblo salga del mundo y abandone sus máximas, hábitos y prácticas, el Señor Jesús obrará con su iglesia; derramará una gran medida de su Espíritu sobre ella, y el mundo conocerá que el Padre la ama. ¿Continuará el pueblo de Dios tan aturdido con el egoísmo?  Su bendición pende sobre ellos, pero no puede ser concedida en su plenitud, porque están corrompidos con el espíritu y las prácticas del mundo.  Hay orgullo espiritual entre ellos; y si el Señor actuara como su corazón lo desea, los confirmaría en su estima y exaltación propias.
¿Continuará nuestro pueblo tergiversando a Cristo? ¿Será la gracia de Dios y la divina iluminación suprimida de la iglesia por causa de su tibieza?  Así ocurrirá, a menos que se busque a Dios de una manera más cabal, que se renuncie al mundo y se humille ante Dios. El poder convertidor de Dios debe pasar por nuestras iglesias. The Home Missionary, 1º de noviembre de 1890. 293

09. ABRIENDO EL CORAZÓN.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15: 5).
El Señor desea hacer del hombre el depósito de la influencia divina, y lo único que impide la realización de su designio es la actitud de los creyentes que cierran sus corazones a la Luz de la vida.  La apostasía provocó el retiro del Espíritu Santo del ser humano, pero, mediante el plan de redención, esta bendición del cielo será restaurada a los que sinceramente la desean.  El Señor ha prometido dar todos los buenos dones a quienes los pidan, y esto se define cuando viene acompañado del Espíritu Santo.
Cuanto más descubramos nuestra necesidad real -nuestra verdadera pobreza-, tanto más desearemos el don del Espíritu Santo.  Nuestra vida será transformada, no en canales de ambición y presunción, sino de ferviente súplica, pidiendo la iluminación del cielo.  Por cuanto no vemos nuestra necesidad ni percibimos nuestra pobreza, no hacemos fervorosos ruegos mirando a Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe, para que nos otorgue la bendición...
Jesús dijo: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá"  (Mat. 7: 7).  En proporción a nuestro aprecio de la necesidad y valor de las cosas celestiales, buscaremos alcanzarlas.  "Separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15: 5), dijo Jesús.  Sin embargo, muchos piensan que el hombre puede realizar mucho con su fuerza y sabiduría finitas.  Satanás está listo para ofrecer su consejo a fin de ganar muchas personas en el juego de la vida.
Cuando los hombres no sienten la necesidad de pedir consejo a sus hermanos, algo anda mal; confían en su propia sabiduría.  Es esencial que los hermanos se aconsejen recíprocamente.  He sido impulsada a estimular esto durante los últimos cuarenta y cinco años.  Una y otra vez se me ha repetido la instrucción de que los que se ocupan de tareas importantes en la causa de Dios, no deberían seguir sus propias ideas, sino buscar consejo entre los suyos.- Manuscript Releases, t. 2, p. 333. 294

10. VACIANDO EL RECIPIENTE.
Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo. (Filipenses 2: 15).
La transformación del carácter debe atestiguar al mundo que el amor de Cristo mora en nosotros.  
El Señor espera que su pueblo demuestre que el poder redentor de la gracia puede obrar en el carácter deficiente, y desarrollarlo simétricamente para que lleve abundante fruto.
Pero a fin de que cumplamos el propósito de Dios, tiene que realizarse una obra preparatoria.  El Señor nos ordena que despojemos nuestro corazón del egoísmo, que es la raíz del enajenamiento.  Anhela derramar sobre nosotros su Espíritu Santo en abundante medida, y nos ordena que limpiemos el camino por el renunciamiento.  Cuando entreguemos el yo a Dios, nuestros ojos serán abiertos para ver las piedras de tropiezo que nuestra falta de cristianismo ha colocado en el camino ajeno.  Dios nos ordena que las eliminemos todas.  Dice: "Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos". (Sant. 5: 16).  Entonces podemos tener la seguridad que tuvo David, cuando después de haber confesado su pecado, oró: "Vuélveme el gozo de tu salud; y el espíritu libre me sustente.  Enseñaré a los prevaricadores tus caminos; y los pecadores se convertirán a ti"
 (Sal. 51: 12, 13).
Cuando la gracia de Dios reine en el interior, la vida quedará rodeada de una atmósfera de fe y valor, y de un amor como el de Cristo, una atmósfera que vigorizará la vida espiritual de todos los que la inhalen... Todo aquel que participe del amor perdonador de Cristo, todo aquel que haya sido iluminado por el Espíritu de Dios y convertido a la verdad, sentirá que, en virtud de estas bendiciones preciosas, tiene una deuda para con toda persona con la cual llegue a tratar. El Señor utilizará a los que son de corazón humilde para alcanzar a quienes no pueden alcanzar los ministros ordenados. Serán inducidos a pronunciar palabras que revelarán la gracia salvadora de Cristo.
Joyas de los testimonios, t 2, p. 382. 295

11. VENTANAS BIEN ABIERTAS.
Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios. (Colosenses 1: 10).
Hay quienes se lamentan de las restricciones que la religión de la Biblia impone a quienes siguen sus enseñanzas.  Parecen pensar que son una gran desventaja.  Pero tenemos razones para agradecer a Dios con todo nuestro corazón porque ha levantado una barrera celestial entre nosotros y el terreno del enemigo.  Hay ciertas tendencias del corazón natural que muchos piensan que deben seguirse para el mejor desarrollo del individuo.  Pero Dios ve que lo que los hombres consideran que es esencial, no sería la bendición que imaginan, pues el desarrollo de esos rasgos los haría ineptos 
para las mansiones celestiales.
El Señor pone a los individuos bajo pruebas y aflicciones para separar la escoria del oro, pero no fuerza a ninguno.  No los sujeta con cadenas, cuerdas o vallas, pues ellas aumentan el descontento en vez de disminuirlo.  El remedio para el mal se encuentra en Cristo como el Salvador que habita en nosotros.  Pero para que él more en el creyente, primero debe ser expulsado el yo.  Entonces habrá un lugar completamente limpio que el Espíritu Santo llenará totalmente.
El Señor purifica el corazón del mismo modo como aireamos una habitación.  No cerramos las puertas y las ventanas, y arrojamos en ella una sustancia purificadora; sino que las abrimos y permitimos que el aire puro del cielo penetre.  El Señor dice: "Mas el que practica la verdad viene a la luz" (Juan 3: 21).  Las ventanas del impulso y los sentimientos tienen que abrirse hacia el cielo, y el polvo del egoísmo y la mundanalidad necesita ser expulsado.  La gracia de Dios debe barrer las cámaras de la mente; la imaginación tiene que contemplar temas celestiales, y cada elemento de la naturaleza debe ser purificado y vitalizado por el Espíritu de Dios.- Manuscript Releases, t. 2, p. 338. 296

12. EL SOL DE JUSTICIA PURIFICA LA VIDA.
Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo. (Colosenses 1: 12, 13 ).
Es el privilegio de cada sincero buscador de la verdad y la justicia confiar en las seguras promesas de  Dios.  El Señor Jesús pone de manifiesto el hecho de que los tesoros de la gracia divina están puestos enteramente a nuestra disposición a fin de que podamos ser canales de luz.  No podemos recibir las riquezas de la gracia de Cristo si no decíamos impartirlas a otros.  Cuando tengamos el amor de Cristo en nuestros  corazones, sentiremos que es nuestro deber y privilegio compartirlo.  El sol que brilla en los cielos envía sus brillantes rayos en todas las direcciones. Tiene suficiente luz como para iluminar miles de mundos como el nuestro.  Así es con el Sol de Justicia; sus brillantes rayos de salud y alegría son más que suficientes para salvar a nuestro pequeño mundo, y eficaces para dar seguridad a cada mundo creado.
Los que sientan su necesidad de arrepentimiento y de tener fe en, nuestro Señor Jesucristo tendrán contrición de corazón y se arrepentirán su resistencia al Espíritu del Señor.  Confesarán su pecado de rechazar la luz que el cielo tan generosamente les  envió, y abandonarán el pecado que entristece e insulta al Espíritu del Señor.  Humillarán el yo, aceptarán el poder y la gracia de Cristo, y, además, reconocerán los mensajes de advertencia, reproche y ánimo.  Entonces su fe en la obra de Dios será  manifiesta, y descansarán sobre el sacrificio expiatorio.  Se apropiarán en forma personal de la abundante gracia y justicia de Cristo.  El Señor llegará a ser para ellos un Salvador presente, porque se darán cuenta de su necesidad, y con completa confianza descansarán en su amor.  Beberán de agua de la vida de la Fuente divina,  inagotable. En una cueva y bendita experiencia se apoyarán en Cristo, y serán participantes de la naturaleza divina. Review & Herald, 26 de agosto de 1890. 297

13. OJOS QUE MIRAN HACIA EL CIELO.
Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. (Filipenses 3: 20).
¿No nos apartaremos de nuestros pecados mediante la justicia y centraremos nuestra conversación en el cielo, desde donde esperamos a nuestro Salvador? ¿No hablaremos de nuestro Salvador hasta que llegue a ser natural para nosotros ocuparnos de él ? Si no conducimos nuestra conversación en forma apropiada, no veremos la salvación de Dios.  Satanás tomará posesión del corazón, y llegaremos a ser superficiales y sensuales.  Elevemos nuestros pensamientos, y aferrémonos de las cosas que son de valor real, obteniendo una educación aquí que será de valor en el mundo por venir.  Arrepentidos de nuestra apostasía, ¿no buscaremos al Señor con fervor, lamentando haber descuidado su Palabra, de no conocer mejor la verdad, y dirigirnos a él con todo nuestro corazón a fin de que nos sane y nos ame libremente?  Demos hoy un paso en dirección al cielo...
La lluvia tardía ha de caer sobre el pueblo de Dios.  Un poderoso ángel descenderá del cielo, y toda la tierra será iluminada con su gloria. ¿Estamos listos para tomar parte en la gloriosa obra del tercer ángel?  ¿Están nuestros vasos listos para recibir el rocío celestial?  ¿Tenemos contaminación y pecado en el corazón?  Si es así, limpiemos el templo interior, y preparémonos para la lluvia tardía.  El refrigerio de la presencia del Señor nunca caerá sobre corazones llenos de impureza. ¡Dios nos ayude a morir al yo, para que Cristo, la esperanza de gloria, pueda ser formado en nosotros!
Debo tener el Espíritu de Dios  en mi corazón.  Nunca puedo salir a hacer la gran obra de Dios a menos que el Espíritu Santo descanse sobre mi ser.  "Como el ciervo brama por las cocientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía" (Sal. 42: 1).  El día del juicio está muy cercano. ¡Oh, lavemos el manto de nuestro carácter, y  blanqueémoslo en la sangre del Cordero!
Review and Herald, 21 de abril de 1891. 298

14. DE CARMESÍ A BLANCO.
Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. (Isaías 1: 18).
Cuando recuerde que Cristo pagó el precio de su propia sangre para redimirlo a usted y también a otros, será inducido a captar los brillantes rayos de su justicia para dirigirlos sobre el sendero de los que viven a su alrededor.  No debe vivir pensando que en un futuro distante será santificado; es ahora cuando debe recibir la santificación por medio de la verdad.  El profeta exhorta: "Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.  Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar" (Isa. 55: 6, 7).  Y Jesús dijo: "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos... hasta lo último de la tierra" (Hech. 1: 8).
Tenemos que recibir el Espíritu Santo.  Hemos tenido la idea de que este don de Dios no es para seres como nosotros, y de que el Espíritu Santo es demasiado sagrado o por demás santo para nosotros; pero es el Consolador que Cristo prometió a sus discípulos para hacerles recordar todo lo que él les había dicho.  Entonces, cesemos de mirarnos a nosotros mismos y miremos a Aquel de quien viene toda virtud.  Ninguno puede mejorarse a sí mismo, pero sí ir a Jesús tal como es, deseando sinceramente ser limpiado de toda mancha de pecado y recibir el don del Espíritu Santo.  No debemos dudar de su misericordia, y decir: "No sé si estoy salvado, o no".  Con una fe viva debemos aferrarnos de su promesa, porque él dijo: "Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana".
Tenemos que ser testigos de Cristo, y reflejar sobre otros la luz que el Señor permite que brille sobre nosotros.  Debemos ser fieles soldados marchando bajo la enseña ensangrentada del Príncipe Emanuel. Signs of the Times, 4 de abril de 1892. 299

15. CAMBIO DE VESTIDURAS.
Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda.  Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda?  Mas él enmudeció. (Mateo 22: 11, 12).
Descarte sus ropas comunes, y póngase el vestido de boda que Cristo preparó.  Entonces podrá sentarse en los lugares celestiales con Cristo Jesús.  Dios da la bienvenida a todo el que viene a él así como está, no edificándose en justicia propia, ni buscando justificarse a sí mismo, tampoco pretendiendo méritos por las así llamadas buenas acciones ni siendo orgulloso de su supuesto conocimiento.  Mientras camina y trabaja con mansedumbre y humildad de corazón, se realiza una obra por usted, la cual sólo Dios podría hacer: Él es quien obra tanto el querer como el hacer por su buena voluntad.  Esta buena voluntad es verlo a usted habitando en Cristo y descansando en su amor.
No permita que ninguno le robe la paz, el descanso y la certeza de que ahora mismo usted ha sido aceptado.  Aférrese a cada promesa; todas son suyas si cumple con las exigencias. 
El secreto del perfecto descanso en su amor es la completa entrega de uno mismo, 
y la aceptación de los caminos de Cristo. El descanso, ¿quién lo tiene?  Se lo logra cuando ponemos a un lado toda justificación propia y todo razonamiento desde el punto de vista egoísta. 
El secreto del perfecto descanso en su amor es la completa entrega propia, 
y la aceptación de sus caminos. Debemos aprender su mansedumbre y humildad antes de poder experimentar el cumplimiento de la promesa: "Y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11: 29).  Cuando aprendemos los hábitos de Cristo, el yo se transforma, y, al tomar su yugo, 
estaremos dispuestos a aprender.
Entregar la vida a Cristo significa más de lo que muchos suponen.  Dios requiere una entrega completa.  No podemos recibir el Espíritu Santo hasta que quebremos todo yugo que nos ate a nuestros rasgos objetables de carácter.  Estos son los grandes impedimentos para llevar el yugo de Cristo y aprender de él.  No hay nadie que no tenga mucho para aprender.
  Todos deben ser adiestrados por Cristo.
Review and Herald, 25 de abril de 1899. 300

16. LA VOLUNTAD ENTREGADA.
Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Filipenses 2: 13).
Cristo prometió el don del Espíritu Santo a su iglesia, y la promesa nos pertenece a nosotros tanto como a los primeros discípulos.  Pero como toda otra promesa, está sujeta a condiciones.  Hay muchos que creen y profesan aferrarse a lo prometido por el Señor; hablan acerca de Cristo y del Espíritu Santo, y sin embargo no reciben beneficio alguno.  No entregan su vida para que sea guiada y regida por los agentes divinos.  No podemos utilizar al Espíritu Santo.  El Espíritu ha de emplearnos a nosotros.  Gracias al Espíritu Dios obra en su pueblo "así el querer como el hacer, por su buena voluntad".  Pero muchos no desean someterse a eso.  Quieren manejarse a sí mismos.  Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial.
El Espíritu se da únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, y que velan para tener su dirección y gracia.  El poder de Dios aguarda que ellos lo pidan y lo reciban.  Esta bendición prometida, reclamada por la fe, trae todas las demás bendiciones en su estela.  Se da según las riquezas de la gracia de Cristo, y él está listo para proporcionarla a toda persona según su capacidad para recibirla.
Cuando el Espíritu de Dios se posesiona del corazón, transforma la vida.  Se desechan los pensamientos pecaminosos y se renuncia a las malas acciones; el amor, la humildad y la paz ocupan el lugar de la ira, la envidia y las rencillas.  La tristeza es desplazada por la alegría, y el semblante refleja el gozo del cielo.  Nadie ve la mano que levanta la carga ni capta cómo desciende la luz de los atrios celestiales.  La bendición llega cuando por fe el creyente se entrega a Dios.  Entonces ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios.
El Espíritu Santo es el aliento de la vida espiritual.  Dar el Espíritu es conceder la vida de Cristo.  Infunde en quien lo recibe los atributos del Maestro.
Review and Herald, 19 de noviembre de 1908. 301

17. AUTOSOMETIDOS.
Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado de fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. (Apocalipsis 3: 18).
En las iglesias habrá una maravillosa manifestación del poder de Dios, pero no descenderá sobre los que no se humillen ante el Señor, ni abran la puerta del corazón mediante la confesión y el arrepentimiento.  En la manifestación de ese poder que ilumina la tierra con la gloria de Dios, sólo verán algo que en su ceguera considerarán peligroso y, al despertar sus temores, se prepararán para resistirlo.  Como el Señor no obra de acuerdo con sus ideas y expectativas, se opondrán a la obra.  "¿Por qué", dicen, "no habríamos de conocer al Espíritu de Dios, cuando hemos estado en la obra tantos años?" Porque no respondieron a las advertencias, los ruegos de los mensajes de Dios, sino que insistentemente dijeron: "Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad" 
(Apoc. 3: 17).
La larga experiencia y el talento no transformará a los hombres en canales de luz, a menos que se pongan bajo los brillantes rayos del Sol de Justicia, y sean llamados, y elegidos, y preparados mediante la dotación del Espíritu Santo.  Cuando los que manejan las cosas sagradas se humillen bajo la poderosa mano de Dios, el Señor los ensalzará.  Los hará personas con discernimiento y ricos en la gracia de su Espíritu.  Sus rasgos fuertes y egoístas de carácter, y su terquedad serán vistos a la luz de la Luz del mundo.  "Vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido" (Apoc. 2: 5).  Si buscan al Señor con todo su corazón, lo hallarán.
¡El fin está cerca! ¡No tenemos un momento que perder!  El pueblo de Dios tiene que irradiar la luz en rayos claros y definidos, a fin de presentar a Jesús ante las iglesias y ante el mundo.
Review and Herald, 23 de diciembre de 1890. 302

18. UNA MENTE SUMISA.
Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. (Efesios 3: 16).
El evangelio de Cristo hace progresos en cada instrumento que se consagra al servicio del Señor.  
El Espíritu Santo se posesiona de todo aquel que tiene una mente dispuesta.  No porque esa persona pueda obrar sobre el Espíritu, sino porque el Espíritu Santo puede realizar su milagro por medio de la gracia que se derrama sobre el agente humano.  La bondad de Dios se convierte en el poder que obra a través de una vida consecuente, mediante el amor ferviente por Jesús, y por un celo inspirado por el cielo.  Los que están relacionados con Jesús participarán de su amor que enternece, y manifestarán rebosante simpatía hacia las personas que están cediendo a las tentaciones halagadoras de Satanás.  Planificarán, estudiarán y ejercitarán tacto, para tener éxito al presentar el generoso amor de Cristo para que los corazones pecaminosos e impenitentes puedan ser atraídos a Jesús, 
quien dio su vida por ellos...
No pierdan tiempo; confiesen a Cristo sin demora.  Es el Espíritu Santo, el Consolador, el Espíritu de verdad el que testifica de Cristo.  Jesús dijo: "Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hech. 1: 8).
Contristar al Espíritu Santo que lo convertiría a usted en testigo de Cristo es un asunto terrible.  Uno no sabe cuándo puede apesadumbrarlo por última vez.  El Espíritu Santo no obra sobre el corazón humano para forzarlo a entregarse a Cristo, para obligarlo a rendir su conciencia; por el contrario, brilla en las cámaras de la mente de una manera tal que convence de pecado y lo atrae a la justicia.  Si no confiesa a Cristo ahora, llegará el momento en el cual, abrumado por el sentimiento de lo que ha perdido, sí lo hará.  Pero, ¿por qué no hacerlo mientras la voz de la misericordia lo invita a dar ese paso?
The Youth's Instructor, 1º de agosto de 1895. 303

19. QUITEMOS TODO OBSTÁCULO.
Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.  (1 Corintios 1: 10).
Todo aquel que ama la causa de la verdad debiera orar por el derramamiento del Espíritu.  Y en la medida de lo que esté a nuestro alcance, debemos suprimir todo lo que impida que obre.  El Espíritu no podrá nunca ser derramado mientras los miembros de la iglesia alberguen divergencias y amarguras los unos hacia los otros.  La envidia, los celos, las malas sospechas y las maledicencias son de Satanás, y cierran eficazmente el camino para que el Espíritu Santo no obre.  No hay en este mundo nada que sea tan caro para Dios como su iglesia.  No hay nada que él custodie con cuidado más celoso.  No hay nada que ofenda tanto a Dios como un acto que perjudique la influencia de aquellos que le sirven. 
El llamará a cuenta a todos aquellos que ayuden a Satanás en su obra de criticar y desalentar.
Los que están destituidos de simpatía, ternura y amor, no pueden hacer la obra de Cristo.  Antes que pueda cumplirse la profecía de que el débil será "como David", y la casa de David "como el ángel de Jehová" (Zac. 12: 8), los hijos de Dios deben poner a un lado todo pensamiento de sospecha con respecto a sus hermanos.  Los corazones deben latir al unísono.  Deben manifestarse mucho más abundantemente la benevolencia cristiana y el amor fraternal.  Repercuten en mis oídos las palabras: "Uníos, uníos".  La verdad solemne y sagrada para este tiempo debe unificar al pueblo de Dios.  Debe morir el deseo de preeminencia.  Un tema de emulación debe absorber todos los demás: "¿Quién se asemejará más a Cristo en su carácter? ¿Quién se esconderá más completamente en Jesús?
"En esto es glorificado mi Padre", dice Cristo, "en que llevéis mucho fruto" (Juan 15: 8).  Si hubo alguna vez un lugar donde los creyentes deben llevar mucho fruto, es en nuestros congresos.  En estas reuniones nuestros actos, nuestras palabras, nuestro espíritu, quedan anotados, y nuestra influencia es tan abarcante como la eternidad. -Joyas de los testimonios, t. 2, p. 381. 304

20. ACEPTEMOS LA INFLUENCIA DEL ESPÍRITU.
Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. ( 2 Corintios 7:1).
El Señor nos envía advertencias, consejos y reproches para que tengamos oportunidad de corregir nuestros errores antes de que se conviertan en una segunda naturaleza.  Pero si rehusamos ser corregidos, Dios no interviene para contrarrestar las tendencias de nuestra propia conducta.  
No obra un milagro para que no brote y produzca fruto la semilla sembrada. La persona que se muestra temerariamente infiel, o que manifiesta una impasible indiferencia ante la verdad divina, no está más que recogiendo la cosecha que él mismo sembró. Tal ha sido la experiencia de muchos. Escuchan con estoica pasividad las verdades que una vez conmovieron sus corazones.  Sembraron descuido, indiferencia y resistencia a la verdad, y tal es la cosecha que ahora obtienen.
La frialdad del hielo, la dureza del hierro, la naturaleza impenetrable e inimpresionable de la roca, todo esto encuentra una equivalencia en el carácter de muchos cristianos profesos. Así fue como el Señor endureció el corazón de Faraón. Dios habló al rey egipcio por boca de Moisés, dándole las evidencias más notables del poder divino; pero el monarca tercamente rehusó la luz que lo hubiera conducido al arrepentimiento. Dios no envió un poder sobrenatural para endurecer el corazón del rey rebelde, pero, como resistió a la verdad, el Espíritu Santo se retiró, y el Faraón quedó en las tinieblas 
y la incredulidad que había elegido.
Los hombres se separan de Dios al rehusar la influencia del Espíritu. El Señor no tiene en reserva un agente más poderoso para iluminar sus mentes.  Así, ninguna revelación de su voluntad puede alcanzarlos en su incredulidad.
Ojalá pudiera guiar a cada profeso seguidor de Cristo a ver este asunto tal cual es. 
Todos estamos sembrando, ya sea para la carne o para el Espíritu, y segamos la cosecha de la semilla que sembramos.  Al elegir nuestros placeres o tareas, sólo debiéramos buscar aquellas cosas que son excelentes.  Lo frívolo, lo mundano, lo envilecedor no deberían tener poder para controlar los afectos o la voluntad.- Review and  Herald, 20 de junio de 1882. 305

21. ESPEREMOS GRANDES COSAS.
Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido.  (1Corintios 2: 12).
No es porque Dios imponga alguna restricción por lo que las riquezas de su gracia no fluyen hacia los hombres.  Su don es divino.  Él las ha dado con una liberalidad que no pueden apreciar, porque no tienen deseos de recibirlas.  Si estamos dispuestos a aceptarlo, todos seremos llenos del Espíritu Santo.  Al contentarnos sólo con pequeñas bendiciones, nos descalificamos a nosotros mismos para recibir el Espíritu en su ilimitada plenitud.  No somos tan fácilmente satisfechos con un encrespamiento de la superficie de las aguas, cuando es nuestro privilegio esperar la profunda agitación del Espíritu de Dios.  Al esperar poco, recibimos poco.
Todos debieran darse cuenta de la necesidad de la obra del Espíritu Santo.  A menos que sea aceptado y apreciado como representante de Cristo, cuya obra consiste en renovar y santificar todo el ser, las trascendentales verdades que han sido confiadas a los seres humanas perderán su poder sobre la mente.  No es suficiente que tengamos un conocimiento de la verdad.  Debemos hablar y trabajar en amor, conformando nuestra voluntad a la de Dios.  El Señor declara acerca de aquellos que hacen esto: "Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré"  (Heb. 8: 10).  
En esta obra de transformación Dios es el agente potente y todopoderoso.  
Mediante su Espíritu Santo él escribe su ley en el corazón.
Es así como se renueva la relación divina entre Dios y el hombre.  "Yo seré a ellos por Dios", dijo, "y ellos me serán por pueblo" (véase Exo. 6: 7; Jer. 31: 33).  "No hay atributo de mi naturaleza que no daré libremente para que el hombre pueda revelar mi imagen".  Cuando permitamos que Dios lleve a cabo su voluntad en nosotros, no abrigaremos ningún pecado.  Toda escoria se consumirá en el horno depurador. Cuando el Espíritu Santo descendió el día de Pentecostés, fue como un viento fuerte y poderoso.  No vino en forma restringida, porque llenó todo el lugar donde los discípulos estaban.  
Así también nos será otorgado cuando nuestros corazones estén preparados para recibirlo.
 Review and Herald, 10 de junio de 1902. 306

22. PIDAMOS SU BENDICIÓN.
¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? 
¿Se tardará en responderles? (Lucas 18: 7).
Durante mucho tiempo podríamos haber seguido la senda angosta, pero no es seguro tomar esto como prueba de que permaneceremos en ella hasta el fin.  Si andamos con Dios y en comunión con el Espíritu, es porque lo hemos buscado diariamente por fe.  Se nos dio el aceite dorado que fluye por los conductos de oro de los dos olivos.  Pero los que no cultiven el espíritu y el hábito de orar no podrán esperar recibir el aceite de la bondad, la paciencia, la longanimidad, la mansedumbre, el amor.
Todos deben mantenerse separados del mundo, el cual está lleno de iniquidad.  No debemos caminar con Dios por un tiempo, y luego alejarnos de su compañía para andar a la luz de las chispas que nosotros mismos encendimos.  En los actos de fe debe haber una persistencia firme y perseverante.  Debemos alabar a Dios y manifestar su gloria mediante un carácter justo.  Ninguno de nosotros alcanzará la victoria sin un esfuerzo perseverante, incansable y proporcional al valor del objetivo que anhelamos: la vida eterna.
La dispensación en la que vivimos ahora debe ser, para aquellos que la piden, la del Espíritu Santo.  Pida su bendición.  Es tiempo de que seamos más intensos en nuestra devoción.  A nosotros se nos ha confiado la ardua, pero feliz y gloriosa tarea de revelar a Cristo a los que están en tinieblas.  
Somos llamados a proclamar las verdades especiales para este tiempo.  Para todo esto es esencial el derramamiento del Espíritu.  Debemos orar pidiéndolo.  El Señor espera que se lo pidamos. 
No hemos sido enérgicos en esta tarea.
¿Qué puedo decirles a mis hermanos en el nombre del Señor? ¿Qué proporción de nuestros esfuerzos se hicieron de acuerdo con la luz que al Señor le ha agradado darnos?  
No podemos depender de la forma o de la maquinaria externa. 
Lo que necesitamos es la influencia vivificante del Santo Espíritu de Dios.  
"No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, 
ha dicho Jehová de los ejércitos"  (Zac. 4: 6). 
Orad sin cesar, y vigilad actuando de acuerdo con vuestras oraciones.  Mientras, oren, crean y confíen en Dios.  Es el tiempo de la lluvia tardía, en el cual el Señor otorgará liberalmente su Espíritu.  
Sean fervientes en la oración y vigilantes en el Espíritu.
 Review and Herald, 2 de marzo de 1897. 307

23. CONFIEMOS EN SUS PROMESAS.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4: 16).
El Señor no permitirá que sus afligidos y probados hijos sean juguete de las tentaciones de Satanás.  Es nuestro privilegio confiar en Jesús.  Los cielos están llenos de ricas bendiciones, y es nuestro privilegio tener el gozo de Cristo para que nuestro gozo sea completo.  No lo tenemos porque no pedimos, o porque no oramos con fe, creyendo que seremos bendecidos con la influencia especial del Espíritu Santo.  Mediante la intercesión de Cristo, se le imparte al auténtico investigador la bondadosa influencia del Espíritu Santo para que los que la reciben puedan transmitir a otros 
el conocimiento de la verdad salvadora.
¿Por qué no creemos el sencillo "Así dice el Señor"?  No cesen de orar bajo ninguna circunstancia.  
El Espíritu puede estar dispuesto, pero la carne enferma.  Sin embargo, Jesús lo sabe todo.  
En su debilidad usted no debe estar ansioso, porque la ansiedad implica dudas y desconfianza.  Sencillamente tiene que creer que Cristo es capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que vienen a Dios por medio de él, siendo que vive siempre para interceder por nosotros.
¿Qué abarca la intercesión?  Es la cadena de oro que une al creyente finito con el trono del Dios infinito.  El agente humano, por quien Cristo murió para salvarlo, importuna el trono de Dios, y su petición es asumida por Jesús, quien lo compró con su propia sangre.  Nuestro gran Sumo Sacerdote coloca su justicia del lado del que implora con sinceridad, y la oración de Cristo se une con la del suplicante humano.
Cristo insta a su pueblo a orar sin cesar. Esto no significa que siempre hemos de estar sobre las rodillas, pero esa oración ha de ser como el aliento vital.  Nuestros pedidos silenciosos, dondequiera estemos, han de ascender a Dios, y Jesús nuestro Abogado, implorará en nuestro favor, 
llevando con el incienso de su justicia nuestras súplicas al Padre.
El Señor Jesús ama a su pueblo, y, cuando éste confía y depende completamente de él, lo fortalece.  
El vivirá en ellos, dándoles la inspiración de su Espíritu santificador, e impartiendo a la existencia una transfusión vital de sí mismo. Sabbath School Worker, 1º de febrero de 1896. 308

24. UNA CONEXIÓN PERMANENTE.
También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar. 
(Lucas 18: 1).
En ningún momento podemos prescindir de la asistencia de aquello que nos capacita para comenzar.  Para nosotros las bendiciones recibidas bajo la lluvia temprana son necesarias hasta el fin.  
Sin embargo, ellas solas no serán suficientes.  Por otra parte, mientras apreciamos la bendición de esta lluvia, no debemos perder de vista el hecho de que sin la lluvia tardía para que llene las espigas y madure el grano, la cosecha no estará lista para la hoz y el trabajo del sembrador habrá sido en vano.  La gracia divina es necesaria al comienzo, a cada paso de nuestro avance, 
y sólo ella puede completar la obra.
No hay lugar para el descanso en una actitud descuidada.  No debemos olvidar nunca las advertencias de Cristo: "Velad y orad", "Velad, pues, en todo tiempo orando" (Luc. 21: 36).  Una conexión permanente con el agente divino es esencial para nuestro progreso.  Podemos haber tenido una medida del Espíritu de Dios, pero por la oración y la fe debemos buscar continuamente más del Espíritu.  
Si cesan nuestros esfuerzos, no lograremos nada.  Si no avanzamos, y si no nos ponemos en una actitud de recibir tanto la lluvia temprana como la tardía, perderemos la salvación, y la responsabilidad será nuestra. "Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía" (Zac. 10: 1).  No descansen satisfechos de que en el transcurso común de las estaciones la lluvia caerá.  Pídanla.  El crecimiento y la maduración de la semilla no descansa sobre el agricultor.  Sólo Dios puede hacer madurar la cosecha.  Pero se requiere la cooperación del hombre.  La obra de Dios demanda de nosotros la acción de la mente y el ejercicio de nuestra fe.  Debemos buscar sus favores de todo corazón para que las lluvias de gracia caigan sobre nosotros.
Deberíamos aprovechar cada oportunidad de ponernos en el cauce de las bendiciones.  Cristo dijo: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mat. 18: 20 ).  
Las convocaciones de la iglesia, ya sea en las reuniones campestres, las asambleas y toda ocasión donde hay alguna actividad en favor de otros, son las oportunidades designadas por Dios para dar la lluvia temprana y la lluvia tardía. Review and Herald, 2 de marzo de 1897. 309

25. APRECIO VERDADERO.
Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.  (Hechos 4: 31).
En tiempos de los apóstoles el derramamiento del Espíritu fue la "lluvia temprana"; glorioso fue el resultado.  Pero la "lluvia tardía" será todavía más abundante. ¿Cuál es la promesa para los que viven en estos últimos días?: "Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza; hoy también os anuncio que os restauraré el doble".  "Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía.  Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba verde en el campo a cada uno" (Zac. 9: 12; 10: 1).
Cristo dice que la influencia divina del Espíritu estará con sus seguidores hasta el fin.  Pero algunos no aprecian esta promesa como deberían; su cumplimiento no se realiza como podría ser.  Pueden poseerse erudición, talentos, elocuencia y dotes naturales o adquiridas; pero sin la presencia del Espíritu de Dios ningún corazón será alcanzado, y no se ganará ningún pecador para Cristo.  Cuando sus discípulos estén relacionados con él, y cuando estén en posesión de los dones del Espíritu, aún el más pobre e ignorante de entre ellos tendrá poder para impresionar los corazones.  Dios los convierte en canales por intermedio del cual actúa la más elevada influencia del universo.
Así como la dotación divina -el poder del Espíritu Santo- le fue dada a los discípulos, hoy también se le otorgará a los que la busquen acertadamente.  Sólo este poder es capaz de hacernos sabios para la salvación, a fin de adaptarnos para las cortes celestiales.  Cristo desea darnos una bendición que nos santificará.  "Estas cosas os he hablado", dice él, "para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (Juan 15: 11 ). El gozo en el Espíritu Santo imparte salud y vida.  Al concedernos su Espíritu, Dios se da a sí mismo: una fuente de influencias divinas, para dar salud y vida al mundo. 
Signs of the Times, 15 de marzo de 1910. 310

26. MÁS PREDICACIÓN.
Lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.  (1 Corintios 2: 13).
Precisamente antes que Jesús dejara a sus discípulos para ir a las mansiones celestiales, los animó con la promesa del Espíritu Santo.  Esta promesa nos pertenece a nosotros tanto como a ellos y, sin embargo, ¡cuán raramente se presenta ante el pueblo o se habla de su recepción en la iglesia!
Como consecuencia del silencio sobre este importantísimo asunto, ¿acerca de qué promesa sabemos menos, por su cumplimiento real, que de esta rica promesa del don del Espíritu Santo, mediante el cual será eficaz toda nuestra labor espiritual?  La promesa del Espíritu Santo es mencionada por casualidad en nuestros discursos, es tocada en forma incidental, y eso es todo.  Las profecías han sido tratadas detenidamente, las doctrinas han sido expuestas; pero lo que es esencial para la iglesia a fin de que crezca en fortaleza y eficiencia espiritual, para que la predicación sea acompañada por la convicción, y las almas sean convertidas a Dios, ha sido mayormente excluido del esfuerzo ministerial.
Este tema ha sido puesto a un lado, como si algún tiempo futuro hubiera sido reservado para su consideración.  Otras bendiciones y privilegios han sido presentados ante nuestro pueblo hasta despertar en la iglesia el deseo de conseguir la bendición prometida por Dios; pero ha quedado la impresión de que el don del Espíritu Santo no es para la iglesia ahora, sino que en algún tiempo futuro sería necesario que la iglesia lo recibiera.
Esta bendición prometida, reclamada por la fe, traería todas las demás bendiciones en su estela, y ha de ser dada liberalmente al pueblo de Dios.  Por medio de los astutos artificios del enemigo las mentes de los hijos de Dios parecen incapaces de comprender las promesas divinas y de apropiarse de ellas... Recogerán una cosecha de gozo los que siembran la santa semilla de la verdad. 
"Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas"  (Sal. 126: 6).-Testimonios para los ministros, pp. 174, 175. 311

27. MAS DEDICACIÓN.
La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; 
y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. (1 Corintios 3: 13).
Se aproxima el fin de todas las cosas.  Dios actúa en cada mente que se abre para recibir las impresiones de su Santo Espíritu.  Está enviando mensajeros con la misión de amonestar cada lugar.  Dios está poniendo a prueba la devoción de sus iglesias, y su disposición a obedecer las indicaciones del Espíritu.  Aumentará el conocimiento.  Se verá a los mensajeros del cielo que correrán de aquí para allá, tratando por todos los medios posibles de advertir a la gente respecto al juicio venidero, y de presentar las alegres nuevas de salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo.  
Se exaltará la norma de justicia.
El Espíritu de Dios se acercará a los corazones de los hombres, y los que respondan a su influencia se convertirán en luces para el mundo.  Por todas partes se los verá ir de un lado a otro para trasmitir a los demás la luz que recibieron, tal como ocurrió después del derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés.  Al dejar brillar su luz, recibirán cada vez más poder del Espíritu.  
La tierra se iluminará con la gloria de Dios.
Pero, ¡Oh triste cuadro!  Los que no se sometan a la influencia del Espíritu Santo pronto perderán las bendiciones que recibieron al reconocer la verdad como procedente del cielo.  Caerán en una formalidad fría e insípida y perderán su interés en las personas que se pierden.  Al dejar su primer amor Cristo les dice: "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido" (Apoc. 2: 5).  El quitará el Espíritu Santo de la iglesia, y lo dará a otros que lo apreciarán.
La mayor evidencia de que los que han recibido gran luz no la aprecian, es que no permiten que ella brille sobre los que están en tinieblas, y cuando dedican su tiempo y energía en celebrar formas y ceremonias. Review and Herald, 16 de julio de 1895. 312

28. MIEMBROS MÁS CONSAGRADOS.
Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo.  Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos. (Hechos 2: 46, 47).
Cada persona verdaderamente convertida estará intensamente interesada en llevar a otros de las tinieblas del error a la maravillosa luz de la justicia de Jesucristo.  El gran derramamiento del Espíritu de Dios que ha de alumbrar toda la tierra con su gloria, no sobrevendrá hasta que tengamos un pueblo esclarecido que sepa por experiencia lo que significa ser colaboradores juntamente con Dios.  Cuando tengamos una consagración completa y sincera al servicio de Cristo, Dios lo reconocerá derramando su Espíritu sin medida; pero esto no ocurrirá mientras la mayor parte de la iglesia no trabaje juntamente con Dios.  Dios no puede otorgar su Espíritu cuando el egoísmo y la complacencia propia se manifiestan en forma tan notoria, cuando prevalece un espíritu que, si se lo tradujera en palabras, constituiría la respuesta de Caín: "¿Soy yo guarda de mi hermano?" (Gén. 4:9).
Si la verdad para este tiempo, si las señales que se están multiplicando por todas partes -que testifican de que el fin de todas las cosas está cercano- no son suficientes para despertar la energía dormida de los que profesan conocer la verdad, entonces los alcanzará una oscuridad proporcional a la luz que ha estado brillando sobre ellos.  En el gran día de ajuste final no podrán presentar a Dios ninguna excusa por su indiferencia.  No habrá razón alguna para argumentar acerca de por qué no vivieron, anduvieron y trabajaron a la luz de la sagrada verdad de la Palabra de Dios.  Ni de por qué no revelaron al mundo obscurecido por el pecado, mediante su conducta, su simpatía y su celo, que el poder y la realidad del evangelio no pueden ser controvertidos.
No es el ministro solo, sino también los feligreses, quienes no están haciendo todo lo posible para instar a los hombres por precepto y por ejemplo a aceptar la gracia salvadora de Cristo.  Con habilidad y tacto, con sabiduría recibida de arriba, deberían persuadir a sus semejantes a contemplar al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Review and Herald, 21 de julio de 1896. 313

29. MÁS CARIDAD.
Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí.  Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. (Isaías 58:9, 10).
Consideren bien este asunto todos los que pretenden guardar los mandamientos de Dios, y vean si no hay razones para no tener más de la efusión del Espíritu Santo. ¡Cuántos han elevado sus corazones a la vanidad!  Creen que son exaltados por el favor de Dios, pero descuidan a los necesitados, hacen oídos sordos a los llamados de los oprimidos, y hablan palabras cortantes y ásperas a quienes necesitan un tratamiento totalmente diferente.  De este modo ofenden a Dios con la dureza de su corazón.  Estos afligidos tienen derecho a la simpatía y el interés de sus semejantes.  Tienen derecho a esperar ayuda, consuelo y amor semejante al de Cristo.  Pero no es esto lo que reciben.
Cada descuido de estos sufrientes de Dios está escrito en los libros del cielo como sí fueran hechos a Cristo mismo.  Cada miembro de la iglesia debe examinar cuidadosamente su corazón, e investigar su curso de acción para ver si éste está en armonía con el Espíritu y la obra de Jesús; pues si no fuera así, ¿qué podrá decir cuando se encuentre ante el Juez de toda la tierra? 
¿Podrá el Señor decir de él: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mat. 25: 34)?
Cristo ha identificado su interés con el de la sufriente humanidad; y mientras él es descuidado en la persona de sus afligidos, todas nuestras asambleas, todas nuestras reuniones, y toda la maquinaria puesta en marcha para hacer adelantar la causa de Dios, será de poco beneficio. "Esto era necesario hacer, sin dejar aquello"  (Luc. 11: 42).  "Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto" 
 (Dan. 5: 27).
Todos los que serán santos en el cielo, primero lo serán sobre la tierra.  No seguirán las chispas de su propio fuego, no trabajarán por la alabanza, ni hablarán palabras de vanidad, ni levantarán el dedo de condenación y opresión; sino seguirán la Luz de vida, y la difundirán, consolidarán esperanza y ánimo precisamente a los que tengan necesidad, y no censurarán ni reprenderán.
 Review and Herald, 4 de agosto de 1891. 314

30. MAS ORACIÓN FERVIENTE.
Reconocemos, oh Jehová, nuestra impiedad, la iniquidad de nuestros padres; porque contra ti hemos pecado.  Por amor de tu nombre no nos deseches, ni deshonres tu glorioso trono; acuérdate, no invalides tu pacto con nosotros. (Jeremías 14: 20, 21).
Asciendan nuestras oraciones a Dios pidiendo su gracia transformadora que convierte. Deberían celebrarse reuniones en cada iglesia para elevar oraciones solemnes y realizar una búsqueda sincera de la Palabra para saber qué es la verdad.  Tomen las promesas de Dios, y pídanle con fe ardiente el derramamiento de su Santo Espíritu.  Cuando el Espíritu Santo descienda sobre nosotros, se obtendrán de la Palabra de Dios toda su esencia y sustancia.
Cuando las iglesias lleguen a ser cuerpos vivos y activos, el Espíritu Santo será enviado en respuesta a su pedido sincero.  Entonces la verdad de la Palabra de Dios será considerada con nuevo interés, y explorada como si fuera una revelación directa de los atrios celestiales.  Cada declaración de la inspiración con respecto a Cristo se apoderará de lo íntimo de cada creyente que lo ama.  Cesarán la envidia, los celos, y las suspicacias.  La Biblia será considerada como una carta constitucional del cielo.  Su estudio absorberá la mente, y sus verdades serán un festín para el creyente. Las promesas de Dios ahora repetidas como si nuestro espíritu nunca hubiera gustado su amor, brillarán entonces sobre el altar del corazón y caerán como palabras ardientes de los labios de los mensajeros de Dios.  Ante la gente suplicarán entonces con un fervor que no puede ser rechazado.  Así, las ventanas de los cielos se abrirán para dejar caer la lluvia tardía.  Los seguidores de Cristo estarán unidos en amor.
La única forma en que la verdad puede ser presentada al mundo en su carácter puro y santo, es por lo que dicen creer en ella los exponentes de su poder.  La Biblia requiere que los hijos e hijas de Dios se ubiquen en una plataforma elevada; porque Dios demanda que representen a Cristo ante el mundo.  
Al representarlo, también representan al Padre.  La unidad de los creyentes testifica de su unión con Cristo, y esta comunión es requerida por la luz acumulada que ahora brilla sobre el sendero de los hijos de Dios.- Review and Herald, 25 de febrero de 1890. 315

31. UNA ORACIÓN EN FAVOR DEL PUEBLO DE DIOS.
Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo. (Daniel 9: 19).
Padre celestial, tú has dicho: "Pedid y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá". 
Padre celestial, necesitamos tu Santo Espíritu. No queremos trabajar solos, sino solamente en unidad contigo.  Queremos estar en una posición en la que el Espíritu Santo de Dios esté sobre nosotros con su poder revivificante y santificador. ¡Manifiéstate a nosotros esta mañana! 
¡Quita toda niebla y toda nube de oscuridad!
Venimos a ti, nuestro compasivo Redentor, y te pedimos por los méritos de Cristo, por tu propio Hijo, mi Padre, que manifiestes aquí tu poder a tu pueblo.  Queremos sabiduría, queremos justicia, queremos verdad; queremos que el Espíritu Santo esté con nosotros.
Has presentado delante de nosotros una gran obra que debe realizarse en favor de los que están en la verdad, y también por los que ignoran nuestra fe; y oh Señor, como tú has dado a cada hombre su tarea, te imploramos que el Espíritu Santo impresione nuestra mente en relación con la responsabilidad de la tarea que descansará sobre cada persona en forma individual, de acuerdo con tu mandato.  Queremos ser probados; queremos ser completamente santificados; queremos ser hechos aptos para la tarea; y aquí, en esta sesión del congreso, queremos ver una revelación del Santo Espíritu de Dios.  Queremos luz, Señor. Tú eres la Luz.  Queremos la verdad, Señor. Tú eres la Verdad.  
Deseamos el camino correcto.  Tú eres el Camino.
Señor, te ruego que todos seamos lo suficientemente sabios para discernir que debemos abrir individualmente nuestro corazón a Jesucristo, para que mediante el Espíritu Santo él pueda entrar y modelarnos y hacemos de nuevo, de acuerdo con tu imagen divina. 
¡Oh, mi Padre mi Padre!, humilla y subyuga nuestros corazones.
General Conference Bulletin, 2 de abril de 1903.  RP EGW  316

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