…Y
andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. (Apoc. 3:4).
Hágase ver a los
niños que en la indumentaria, lo mismo que en el régimen alimentario, la vida
sencilla es indispensable para el pensamiento elevado.
Hágaseles ver cuánto hay que aprender y hacer;
cuan preciosos son los días de la juventud como preparación para la obra de la vida. Ayúdeseles a descubrir los tesoros que
hay en la
Palabra de Dios, en el libro de la naturaleza y
en las historias
de las vidas nobles.
Diríjanse sus mentes a los dolientes que
podrían aliviar. Ayúdeseles a ver que por cada dinero
derrochado en lujos, el que lo gasta se priva
de medios de alimentar al hambriento, vestir
al desnudo
y consolar al afligido.
No
pueden permitirse
desperdiciar las gloriosas oportunidades de la vida, para
atrofiar la mente,
arruinar la salud y la felicidad, por
obedecer mandatos que no tienen fundamento en la razón, la comodidad ni la elegancia.
Al mismo tiempo debería
enseñarse a los jóvenes a aprender esta lección
de la naturaleza: "…Todo, lo hizo
hermoso en su tiempo" (Eclesiastés 3:11).
En el vestido, lo mismo que en todas
las demás cosas, tenemos el privilegio de honrar a nuestro Creador. No sólo desea que éste sea limpio y saludable, sino apropiado y sentador.
Se juzga el
carácter de una persona por el estilo de su vestido. El gusto refinado y la mente cultivada se revela en la elección de atavíos
sencillos y apropiados.
La
casta sencillez en el vestir, unida a la modestia de la conducta, ejercerá una decisiva influencia para
rodear a
una joven
de una atmósfera de reserva sagrada, que a su vez será para ella un
escudo contra
miles de peligros.
Enséñese
a las
niñas que el arte de vestir incluye la habilidad de confeccionar sus propios vestidos... Es
un medio para
lograr utilidad e independencia que no puede permitirse
desperdiciar...
Enséñese
a los jóvenes y niños a
escoger para sí la
vestidura real tejida en el telar del cielo, el "lino fino, limpio y resplandeciente"
(Apocalipsis 19:8), que
usarán todos
los santos de la tierra.
Se
ofrece gratuitamente a
todo ser humano esta vestidura, el
carácter
inmaculado de Cristo; pero
todos los que la reciban la han de recibir y usar aquí.
Enséñese a los
niños que al abrir la mente a los pensamientos puros y amantes, y al hacer algo útil y amable, se visten con el hermoso atuendo del carácter de
Cristo.
Ese traje los dará
hermosura o influirá para que
sean amados aquí, y más adelante será su
título de admisión al palacio del Rey.
Su promesa es:
"Andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas". La educación, págs. 248, 249. RJ259/EGW/MHP 260
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