Manuscrito general escrito en 1890 cuando se celebraba las asambleas ministeriales en Battle Creek, archivado como Manuscrito 36 de 1890. Y publicado en la Review and Herald el 24 de febrero y el 3 de marzo de 1977.
Esta vital exposición clarificadora constituye una introducción apropiada para las presentaciones que se publican a continuación, ordenadas en secuencia cronológica.
Dijo el apóstol Pablo: "¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?... Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Cor. 6: 9-11).
La ausencia de devoción, piedad y santificación del hombre externo viene por la negación de Cristo Jesús nuestra justicia.
El amor de Dios necesita ser constantemente cultivado...
Mientras una clase pervierte la doctrina de la justificación por la fe y deja de cumplir con las condiciones formuladas en la Palabra de Dios -"Si me amáis, guardad mis mandamientos"-, igualmente cometen un error semejante los que pretenden creer y obedecer los mandamientos de Dios pero se colocan en oposición a los preciosos rayos de luz -nuevos para ellos - que se reflejan de la cruz del Calvario.
La primera clase no ve las cosas maravillosas que tiene la ley de Dios para todos los que son hacedores de su Palabra. Los otros cavilan sobre trivialidades y descuidan las cuestiones de más peso - la misericordia y el amor de Dios.
Muchos han perdido demasiado por no haber abierto los ojos de su entendimiento para discernir 13 las cosas asombrosas de la ley de Dios. Por un lado, los religiosos extremistas en general han divorciado la Ley del Evangelio, mientras nosotros, por el otro lado, casi hemos hecho lo mismo desde otro punto de vista.
No hemos levantado delante de la gente la justicia de Cristo y el pleno significado de su gran plan de redención. Hemos dejado a un lado a Cristo y su incomparable amor, introducido teorías y razonamientos, y predicando discursos argumentativos.
Hombres inconversos han ocupado los púlpitos para sermonear. Sus propios corazones nunca han experimentado, mediante una fe viva, persistente y confiada, la dulce evidencia del perdón de sus pecados.
¿Cómo pueden, entonces, predicar el amor,
la simpatía, el perdón. divino de todos los pecados?
¿Cómo pueden decir: "Mira y vive"?
Al contemplar la cruz del Calvario, ustedes tendrán el deseo de cargar la cruz. El Redentor del mundo fue suspendido de la cruz del Calvario. Miren al Salvador del mundo, en quien habitaba toda la plenitud de la Divinidad corporalmente.
¿Puede alguien contemplar el sacrificio del amado Hijo de Dios sin que su corazón se ablande y quebrante, listo para rendir a Dios el corazón y el alma?
Quede este punto completamente aclarado en cada mente: Si aceptamos a Cristo como Redentor, debemos aceptarlo como Soberano.
No podemos tener la seguridad y perfecta confianza en Cristo como nuestro Salvador hasta que lo reconozcamos como nuestro Rey y seamos obedientes a sus mandamientos.
Así demostramos nuestra lealtad a Dios. Entonces nuestra fe sonará genuina, porque es una fe que obra. Obra por amor.
Digan de corazón: "Señor, creo que tú moriste para redimir mi alma. Si tú le has dado tal valor al alma como para ofrecer tu vida por la mía, yo voy a responder. Entrego mi vida y todas 14 sus posibilidades, con toda mi debilidad, a tu cuidado".
La voluntad debe ser puesta en completa armonía con la voluntad de Dios.
Cuando se ha hecho esto, ningún rayo de luz que brille en el corazón y en las cámaras de la mente será resistido. El alma no será obstruido con prejuicios que lleven a llamar tinieblas a la luz, y luz a las tinieblas. La luz del cielo es bien recibida, como una luz que llena todos los recintos del alma. Esto es entonar melodías a Dios. EGW FO MHP
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