Diecinueve presentaciones hechas entre 1881 y 1902 en orden cronológico.
"La fe y las obras van de la mano; actúan armoniosamente en la empresa de alcanzar la victoria"
(Signs of the Times, 16 de junio de 1890).
"La justicia por la cual somos justificados es imputada; la justicia por la cual somos santificados es impartida. La primera es nuestro derecho al cielo; la segunda, nuestra idoneidad para el cielo"
(Review and Herald, 4 de junio de 1895).
PREFACIO
Con el sostenido interés en las grandes verdades vitales de la justificación por la fe y la santificación, puede ser apropiado prestar atención adicional a la forma como la mensajera del Señor las expuso a lo largo de los años.
A fin de ofrecer este panorama de sus enseñanzas, los Fideicomisarios del Patrimonio White han reunido aquí 18 lecturas, que comienzan en 1881 y se extienden hasta 1902, dispuestas meramente en orden cronológico.
Sus sermones y artículos consistentemente delinean las verdades básicas de la salvación como se formulan en la Ley y el Evangelio los publicados en la Review and Herald para la Iglesia, y los de Signs of the Times apropiados, al mismo tiempo, para el mundo. Como introducción a los diversos artículos seleccionados, se incluye tina declaración decisiva archivada como Manuscrito 36 de 1890, que fue escrita en el crítico período que siguió a las sesiones de la Asociación General celebradas en 1888, cuando, como ella lo describió en otra parte, el pueblo adventista estaba en "gran peligro de adoptar posiciones falsas" sobre "fe y obras" (Ms 23, 1891).
En un manuscrito sin título de 1890, ella estableció en términos inequívocos los pilares para la clarificación de los temas en consideración.
Si bien Elena de White con frecuencia recorre los mismos senderos al tratar en diferentes momentos estas verdades vitales, se obtienen valiosas ideas leyendo sus sermones, artículos y manuscritos en su orden natural. Cada uno constituye una presentación equilibrada de la materia, pero a menudo con un énfasis distintivo.
Muchas de las lecturas aparecen completas, mientras que otras, por razones de espacio, 8 fueron acortadas para incluir sólo la parte - generalmente, la mayor parte - relacionada con la fe y las obras. Los subtítulos, y en una cantidad de casos los títulos de capítulos, han sido añadidos por los compiladores. Estos no han intentado ser exhaustivos. Los libros de la Sra. White y muchos de sus sermones y artículos versan sobre estas verdades vitales.
Cualquiera que examine estas lecturas comprenderá claramente la importancia que este tema tiene para cada cristiano. También observará la posición coherente de quien fue especialmente guiada por el Señor para anunciar las verdades expuestas en los artículos que se publican a continuación.
El plan para la salvación de la humanidad perdida se basa en la aceptación por parte del hombre, solamente por fe, de la muerte sustitutiva de Cristo.
Esta lección fue enseñada junto al portal del Edén, cuando Adán y sus descendientes mataron el cordero del sacrificio. Fue enseñada en el desierto, cuando Moisés levantó la serpiente de bronce y la gente con el veneno de las ponzoñosas serpientes en sus venas fue sanada al mirar con fe el símbolo salvador. Fue enseñada mediante el sistema de sacrificios dado a Israel. Fue enseñada por profetas y apóstoles.
Una y otra vez se nos enseña que la salvación es por gracia mediante la fe, y al mismo tiempo se nos lleva a comprender que:
La verdadera fe, mientras confía plenamente en Cristo para la salvación, conducirá a una perfecta conformidad con la ley de Dios.
La fe se manifiesta por las obras (Review and Herald, 5 de octubre de 1886).
Este mensaje equilibrado se observará en estos materiales, seleccionados en cierto modo al azar. 9
A lo largo de las edades, y comenzando con Caín, el gran adversario se ha opuesto a la benévola provisión de Dios induciendo a los habitantes de la tierra a aceptar la proposición de que el hombre, que se convirtió en pecador por la violación de la ley de Dios, debe hacer méritos y ganar la salvación por sus propios actos, ya sea mortificando su cuerpo, sacrificando sus hijos a algún dios creado con sus propias manos, peregrinando a lugares tenidos por sagrados, cumpliendo penitencias, depositando dinero en las arcas de la iglesia, o simplemente por sí mismo mediante sus denodados esfuerzos en procura de vivir una vida buena y virtuosa.
La sencilla experiencia de aceptar la salvación por fe a muchos les parece demasiado fácil, e incontables personas que pretenden ser seguidoras de Cristo virtualmente toman la posición de que la salvación es en parte por fe en la muerte de Cristo en el Calvario y en parte por el esfuerzo humano.
Cuando los primeros adventistas del séptimo día entendieron las demandas de la inmutable ley de Dios, surgieron amenazadoras tendencias legalistas, y por un tiempo produjeron indeseables frutos en la experiencia de muchos. Pero el conocimiento de la ley de Dios lleva a abandonar el pecado y a vivir una vida pía y santificada. Este es el contexto de estas lecturas sobre fe y obras - lecturas sobre la Ley y el Evangelio.
Casi a la mitad de las dos décadas representadas en este librito, se celebró en Minneapolis, Minnesota, el Congreso de 1888 de la Asociación General, precedido por una asamblea ministerial. En estas reuniones se pusieron de relieve las verdades básicas de la justificación por la fe. Elena de White las describió como un reavivamiento de verdades que en gran medida se habían perdido de vista. En el congreso ella no disertó sobre el tema.
La carga de sus discursos 10 fue que los asistentes debían mantener sus corazones abiertos para recibir luz de la Palabra de Dios como era presentada por los pastores E. J. Waggoner y A. T. Jones. La acogida que tuvo este nuevo énfasis fue variada. Algunos de los oyentes lo aceptaron gozosa y plenamente, y otros tomaron una posición neutral. Algunos lo rechazaron.
Los registros muestran claramente que muchos salieron de ese congreso llevando consigo una experiencia nueva y gloriosa en Cristo Jesús.
Mediante sermones predicados en las iglesias después de este congreso, incluyendo muchos de Elena de White, y por medio de artículos de su pluma, los adventistas en general fueron guiados a una más clara comprensión y aceptación de la justificación por la fe. Muchos que al principio rechazaron el concepto presentado en Minneapolis, fueron llevados a aceptarlo.
Las verdades básicas que entraña la doctrina de la justificación por la fe son tan sencillas que no se necesita un libro exhaustivo de E. G. de White para exponerlas. El tema tiñe muchos de sus libros, con ilustraciones escogidas que afloran acá y allá.
Ella publicó en 1893 un folleto titulado Justificados por fe. Aparece en la sección de cincuenta páginas de Mensajes selectos, tomo 1, que lleva por título "Cristo, nuestra justicia". Recomendamos la lectura de la sección entera.
La experiencia de vivir al abrigo de la aceptación de la justicia de Cristo puede disfrutarse hoy y perderse mañana por negligencia o presunción. Es una experiencia personal de simple aceptación y confianza, y puede ser un poco frágil. Puede hacerse borrosa por disputas sobre menudos puntos teológicos.
Elena de White observó:
Muchos cometen el error de tratar de definir minuciosamente los detalles que distinguen a la justificación 11 de la santificación. En las definiciones de estos dos términos con frecuencia introducen sus propias ideas y especulaciones.
¿Por qué tratar de ser más minuciosos que la Inspiración en la cuestión vital de la justificación por la fe? ¿Por qué tratar de resolver cada detalle, como si la salvación del alma dependiera de que todos entendiesen esta materia exactamente de la misma manera? No todos pueden tener el mismo punto de vista (Manuscrito 21, 1891; también en el Seventh day Adventist Bible Commentary [ Comentario bíblico adventista del séptimo día ], t. 6, pág. 1072).
Que los diversos enfoques de las verdades aquí presentadas por la mensajera del Señor mantengan el tema vital de la justificación por la fe en forma clara, equilibrada y sencilla, es el anhelo de los editores y los
Fideicomisarios del Patrimonio White
Washington, D.C., 7 de diciembre de 1978 12
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