La
integridad de los rectos los encaminará; Pero destruirá a los pecadores la
perversidad de ellos. (Proverbios 11:3).
El caso de
Daniel, descrito de una
manera muy limitada por la pluma profética, contiene una lección
para nosotros. Revela el hecho de que un
hombre de negocios no es
necesariamente un hombre astuto y maquinador.
Puede ser un hombre al que Dios instruya paso a paso. Mientras Daniel era primer ministro del reino
de Babilonia fue un profeta de Dios, recibiendo la luz de la inspiración celestial...
Se necesitan
especialmente hombres de negocios, no hombres de negocios
irreligiosos, sino quienes
entretejan los grandes y magníficos principios de verdad en todas sus transacciones comerciales.
Los hombres que sean calificados para el trabajo necesitan tener sus talentos ejercitados,
perfeccionados hasta lo sumo
por medio del estudio y el entrenamiento. Ningún hombre de
negocios que tenga algún nombramiento en la obra debe ser un novicio.
Si
hay hombres
en cualquier línea de trabajo que necesitan mejorar sus oportunidades de
ser hombres
de negocios sabios y eficientes, son los que
están
utilizando su habilidad en la obra de
erigir el reino
de Dios en nuestro mundo.
Las lecciones para el tiempo presenté deben
ser entendidas
por todos, pero son muy débilmente apreciadas.
Ha
de haber mayor escrupulosidad en el trabajo; más espera vigilante, más velar y orar vigilante, y más trabajo vigilante, con la
expectativa de los eventos que ahora están
ocurriendo, y
que crecen en el hasta llegar a tener una gran importancia a medida que nos acercamos al
final de la historia de esta tierra.
El instrumento humano ha de
buscar la perfección, ser un cristiano ideal, completo en Jesucristo,
Quienes trabajan en
líneas comerciales deben ejercer toda
precaución contra los
errores producidos por principios o métodos equivocados. Su registro puede ser como el de Daniel en las
cortes de Babilonia.
En todas sus transacciones comerciales, aun cuando se lo sometió al escrutinio más severo, no se le encontró ningún defecto. Fue un ejemplo de lo que puede ser todo hombre de negocios.
Pero el corazón debe estar
convertido y consagrado. Los motivos deben ser
correctos ante Dios.
La lámpara interna debe ser provista con el aceite que fluye de los verdaderos mensajeros del cielo por medio
de los tubos de oro hasta el cuenco
de oro. Entonces la comunicación del Señor nunca llegará en vano
hasta el hombre.
Dios no aceptará
los servicios más espléndidos a menos que el yo sea dejado sobre el altar, como
un sacrificio vivo, que se consume. La raíz debe ser
santa, o no habrá fruto bueno y saludable, el único aceptable delante de
Dios...
Mientras que la
ambición y los proyectos mundanos y los más grandes planes y
propósitos del hombre se secarán como la
hierba, "los entendidos
resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las
estrellas a perpetua
eternidad" (Daniel 12:3).
-Special Testimonies, serie "A", nº 9, págs. 65, 66. RJ263/EGW/MHP 264