Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová. (Jeremías 9:23,24).
Una vez
recibida la fe del Evangelio, la siguiente
tarea del creyente consiste en añadir virtud a su
carácter y así limpiar el corazón y preparar
la mente para la recepción del conocimiento de Dios.
Este Conocimiento
es el fundamento de toda
verdadera educación y de todo verdadero servicio. Es la única auténtica salvaguardia contra la
tentación; y solamente eso puede asemejarnos al carácter de Dios. Por medio del conocimiento de Dios y de su Hijo
Jesucristo, se imparte al creyente "…todas las
cosas que pertenecen a la vida y a la piedad…" (2 Pedro 1:3).
Ningún buen don se niega al que sinceramente desea obtener la justicia de Dios. "Y esta es la vida eterna -dijo Cristo-: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3).
Y el profeta
Jeremías declaró:... "Yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y
justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová" (Jeremías
9:24).
Difícilmente puede la
mente humana entender la
anchura, la profundidad y la altura de las cimas espirituales a que llega el que obtiene este conocimiento.
Nadie necesita dejar de
alcanzar, en su esfera, la
perfección de un carácter cristiano. Por medio del sacrificio de Cristo se ha hecho provisión para
que el creyente reciba todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad.
Dios nos invita a que
alcancemos la norma de la
perfección y nos pone como ejemplo el carácter de Cristo. En su humanidad, perfeccionada por una
vida de constante resistencia al mal, el
Salvador demostró que al cooperar con la Divinidad, los seres humanos pueden alcanzar en esta vida la perfección del carácter. Esta es la seguridad que Dios nos da de que nosotros también podemos
obtener una victoria completa.
Delante Del
Creyente se extiende la maravillosa posibilidad de llegar a ser semejantes a Cristo, obedientes a todos los
principios de la ley... La santidad que según
la Palabra de Dios debe manifestar antes de
ser salvo, es el resultado de la obra
de la gracia divina, a medida que se
somete a la disciplina y a las influencias refrenadoras del Espíritu de verdad.
La Obediencia del
hombre sólo puede ser perfecta gracias al incienso de la justicia de Cristo, que satura de fragancia
divina cada acto de obediencia. La parte que le toca a cada cristiano consiste en perseverar en la lucha
para vencer toda debilidad de carácter.
Debe orar
constantemente al Salvador para que sane las
dolencias de su alma enferma de
pecado. No tiene la
sabiduría ni la fuerza para vencer por
sí solo; pertenecen al Señor, y El las confiere a los que buscan su ayuda humildes y contritos. -Los hechos de los apóstoles, págs. 438, 439. RJ306/EGW/MHP
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