martes, 28 de agosto de 2018

03. RECIBIRÉIS PODER: PERSONA, PRESENCIA Y OBRA DEL ESPÍRITU SANTO. (EGW). III. FRUCTÍFEROS EN EL ESPÍRITU.


01. FRAGANCIA CELESTIAL.
No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. (Juan 15: 16).
Para producir muchos frutos, hay que aprovechar al máximo todo privilegio y oportunidad para desarrollar una mente cada vez más espiritual.  El que desea recibir diariamente la ayuda divina debe deponer toda vulgaridad, orgullo y mundanalidad.  El que quiera crecer espiritualmente, con el poder del Espíritu Santo debe utilizar todos los recursos que el evangelio le proporciona para ganar en piedad e influencia.  Es por medio de las invisibles agencias sobrenaturales como se produce el proceso de desarrollo desde la semilla hasta que el grano madura.
Antes de la traición y la crucifixión, Jesús consoló a sus discípulos con la promesa del Espíritu Santo; y en la doctrina acerca de este agente de influencia divina, qué riquezas les fueron reveladas, porque esta bendición traería en su estela todas las otras bendiciones.  El Espíritu Santo imparte su aliento a los que humildemente confían en Cristo como el autor y el consumador de la fe, para que los frutos que produzcan sean para vida eterna.  Habrá fragancia en su influencia, y el nombre de Jesús será música en los oídos, y melodía en su corazón.
Aunque no sean capaces de explicar el misterio de esta experiencia, los creyentes tendrán para otros sabor de vida que vivifica.  Si las nubes los circundan saben que, al clamar al Señor, las tinieblas serán disipadas, y volverán el sosiego y el gozo al templo de su ser.  Conocen lo que es tener la revelación del amor perdonador de Dios, una experiencia de paz que está más allá de toda comprensión, que inspira a alabar y, en agradecida adoración, a elevar todo el ser al que los amó y con su sangre los lavó del pecado.  Tienen paz mediante Cristo Jesús y gozo en el Santo Espíritu.  Al estar en Cristo permanecen abrazados al seno del amor infinito, que los llena de sumisión a su voluntad y les permite atesorar el cielo en sus corazones.  Cristianos con estas virtudes producirán muchos frutos para la gloria de Dios e interpretarán correctamente el carácter divino, cuyos atributos serán manifestados al mundo.- Signs of the Times, 3 de abril de 1893. 72

02. EL ARREPENTIMIENTO COMO PRIMER FRUTO.
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.  Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.  (Salmos 51:1, 2).
El arrepentimiento es uno de los primeros frutos de la gracia salvadora.  En sus lecciones al hombre caído, nuestro gran Maestro presenta el poder viviente de su gracia afirmando que, en virtud a ella, el hombre y la mujer pueden experimentar la pureza y la santidad de la nueva vida.  Quien viva esta experiencia desarrollará los principios del reino de los cielos.  Al enseñar acerca de Dios, conduce a otros a andar por caminos rectos.  No llevará al cojo a transitar por senderos de incertidumbre. La obra del Espíritu Santo identifica al que es participante de la naturaleza divina.  Cada creyente en quien obra el Espíritu de Cristo recibe tan generoso abastecimiento de la rica gracia, que los incrédulos no pueden menos que reconocer que esa persona es controlada y sustentada por el poder divino; esto los inspira a glorificar a Dios.
Pese a todas las invitaciones de Cristo, lamentablemente hay personas que continúan manifestando rasgos de impiedad.  A ellos Dios les dice:"¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza... Volveos a mi reprensión; he aquí que yo derramaré mi Espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras"  (Prov. 1: 22, 23).
El arrepentimiento del pecado es el primer fruto de la actuación del Espíritu Santo en la vida.  Es el único proceso mediante el cual la infinita pureza refleja la imagen de Cristo en sus redimidos. En él habita toda la plenitud.  La ciencia que no está en armonía con Jesús es sin valor.  El mismo nos enseña a reputar como pérdida todas las cosas por la excelencia del conocimiento de Jesús nuestro Señor.  Este conocimiento es la más elevadas de todas las ciencias que el hombre puede alcanzar.- Manuscript 28, 1905. 73

03. AMOR.
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.  (1 Juan 3:1.)
Juan dijo: "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios".  Ningún idioma puede expresarle.  Hasta cierto punto es posible describir en forma muy imperfecta ese amor que sobrepasa todo conocimiento.  Se necesitó el idioma de lo alto para poder definir ese amor que hizo posible que llegáramos a ser hijos de Dios.  Al hacerse cristiano, el hombre no se rebaja.  No tiene por qué avergonzarse de estar relacionado con el Dios viviente.
Jesús cargó sobre sí la vergüenza y la humillación que le correspondía sufrir a los pecadores.  El es la Majestad del cielo, el Rey de gloria, e igual al Padre.  Sin embargo, al vestir su divinidad con la humanidad, su humanidad pudo tocar a la humanidad y su divinidad pudo asirse de la divinidad.  Si hubiera venido como un ángel, no podría haber participado de nuestros sufrimientos, tampoco podría haber sido tentado en todo como nosotros, ni haber sentido nuestras tristezas.  En cambio, al venir vestido de la humanidad, como seguro sustituto del hombre, estuvo en condiciones de vencer, en nuestro lugar, al príncipe de las tinieblas, para que podamos ser victoriosos gracias a sus méritos.
Bajo la sombra de la cruz del Calvario, la influencia de su amor llena nuestros corazones.  Cuando contemplo al que traspasaron mis transgresiones, la inspiración de lo alto viene sobre mí.  La misma experiencia puede tener cada  uno que deja actuar al Espíritu Santo.  A menos que lo recibamos, nuestro corazón no estará en condiciones de ser depositario del amor divino.  Pero mediante una conexión viviente con Cristo, recibimos inspiración que nos imparte amor, celo y buena fe.
No somos como un trozo de mármol que, aunque puede reflejar la luz del sol, no tiene el don de la vida.  Estamos en condiciones de responder a los brillantes rayos del Sol de Justicia gracias a que Cristo ilumina e imparte luz y vida a todo creyente.  Podemos beber del amor de Cristo del mismo modo como el sarmiento se nutre de la vid.  Si estamos injertados en Cristo, y si cada fibra está unida a la Vid viviente, lo evidenciaremos gracias a los abundantes y ricos racimos que produciremos.- Review and Herald, 27 de septiembre de 1892. 74

04. GOZO.
Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas.  Me alegraré y me regocijaré en ti.  Cantaré a tu nombre, oh Altísimo.  (Salmos 9:1, 2).
Nosotros debemos tener más fe.  Creamos en la salvación.  Vayamos a Dios y rindámonos a él con fe, y él nos dará un carácter como el de Cristo. Esto debemos repetirlo a todos una y otra vez.  Al estar unidos a Cristo podemos darlo a conocer al mundo.  Entonces cesarán todas nuestras vacilaciones y obras hechas por casualidad.
Honramos a Dios mostrando una fe firme y una recta confianza.  Recordemos que el Señor no es glorificado por la exteriorización de un espíritu displicente e infeliz.  Si Dios cuida de las flores y les da perfume y hermosura, ¿cuánto más nos dará la fragancia de un carácter alegre? ¿Será que no quiere o no puede restaurar en nosotros la imagen divina?  Tengamos fe en él.  Ahora mismo pongámonos en una situación en la que podamos recibir el Espíritu que él nos ofrece.  De este modo podremos dar a conocer al mundo lo que hace la verdadera religión en favor del hombre y de la mujer.  El gozo de la salvación llenará los corazones, y la paz y la confianza nos hará decir: "Yo sé que mi Redentor vive" (Job 19:25).
El Señor ha manifestado con claridad en su Palabra que su pueblo es gente gozosa.  La verdadera fe levanta las manos y las pone sobre Uno que está detrás de las promesas: "Y se multiplicará la paz de tus hijos" (Isa. 54: 13). "He aquí que yo extiendo sobre ella paz como un río" (Isa. 66: 12). "He aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo" (Isa. 65: 18).  En Dios podemos alegrarnos "con gozo inefable y glorioso" (1 Ped. 1: 8).  "Benditas serán en él todas las naciones.  Lo llamarán bienaventurado" (Sal. 72: 17).  Esforcémonos para educar a los creyentes a regocijarse en el Señor.  El gozo espiritual es resultado de una fe activa.  El pueblo de Dios ha de estar lleno de fe y del Espíritu Santo.  Entonces podrá ser glorificado en ellos. 
Bible Training School, 1º de abril de 1905. 75

05. PAZ.
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.  Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y  vuestros pensamientos en Cristo Jesús. (Filipenses 4: 6, 7).
El Redentor del mundo decidió ofrecerle a sus atribulados discípulos el más poderoso de los consuelos.  De una extensa gama de posibilidades, escogió el tema del Espíritu Santo para que inspirara y vivificara sus corazones.  Sin embargo, aunque Cristo hizo mucho para darlo a conocer, ¡cuán poco habita en medio de las iglesias!  Aunque la divina influencia es esencial para la obra del perfeccionamiento del carácter cristiano, muchas veces son ignorados el nombre y la presencia del Espíritu Santo.
Algunos no están en paz. No tienen descanso.  Están en un estado de irritación permanente, permiten que los dominen sus impulsos y pasiones.  Nada saben acerca de experimentar la paz y el descanso en Cristo.  Al no tener ancla, son como un barco azotado y arrastrado por el viento.  En cambio, los que permiten que el Espíritu Santo gobierne sus mentes, proceden con mansedumbre y humildad.  Por obrar en cooperación con Cristo serán guardados en completa paz.  Los que no se dejan guiar por el Espíritu Santo son como las agitadas aguas del océano.
El Señor nos ha dado la debida orientación para que podamos conocer su voluntad.  Los que tienen su mente centrada en el yo, son autosuficientes.  Piensan que no necesitan estudiar la Biblia, y se sienten muy perturbados cuando otros no tienen sus mismas ideas equivocadas e idéntica visión distorsionada.  En cambio, los que son guiados por el Espíritu Santo afirman el ancla detrás del velo, donde Jesús entró por nosotros.  Investigan en las Escrituras con toda seriedad, y buscan la luz y el conocimiento que puedan guiarlos en medio de las perplejidades y peligros que encuentran a cada paso.  Al contrario, los que son impacientes se quejan y murmuran, leen la Biblia sólo con el propósito de vindicar su propio curso de acción, mientras ignoran y pervierten el consejo de Dios.  El que tiene paz es porque puso su voluntad del lado de Dios y quiere seguir la divina orientación. 
Signs of the Times, 14 de agosto de 1893. 76

06. PACIENCIA.
Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos, amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. (Colosenses 3: 12).
El Capitán de nuestro salvación no reclamó para sí ninguna posición honrosa.  En cambio, tomó la forma de siervo para que la humanidad pudiera relacionarse con la divinidad.  El hombre debe representar a Cristo.  Para ello, necesita ser paciente con sus congéneres, perdonador y lleno de un amor semejante al de Cristo.  El que está verdaderamente convertido manifestará respeto por sus hermanos y estará dispuesto a proceder como el Señor lo ordenó.  Jesús dijo: "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.  En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Juan 13: 34, 35).  El creyente en quien abunda el amor de Dios manifestará tal expresión de ese amor que será comprendido por el mundo...
No todo el que habla de Cristo es uno con él.  Los que no tienen el Espíritu y la gracia de Jesús no son suyos, no importa lo que profesen.  Por sus frutos los conoceréis.  Las prácticas y costumbres que siguen los dictados del mundo no promueven los principios de la ley de Dios.  Y por no tener el aliento de su Espíritu, tampoco expresan su carácter.  La semejanza a Cristo será revelada únicamente por los que se asemejan a la imagen divina.  Sólo los que son modelados mediante el Espíritu Santo, pueden llegar a ser hacedores de la Palabra.  Esta los pone en condiciones de dar a conocer la mente y la voluntad de Dios.
En el mundo existe una falsificación del cristianismo genuino.  El verdadero espíritu del hombre se da a conocer por el modo como éste se relaciona con su prójimo.  Podemos preguntar: ¿Representa el carácter de Cristo en espíritu y en acción, o simplemente es una manifestación natural del carácter egoísta, propio de los que pertenecen al mundo?  La simple profesión de fe no significa nada para Dios.  Antes que sea demasiado tarde para rectificar la conducta equivocada, que cada uno se pregunte: ¿Quién soy yo?  Depende de nosotros mismos desarrollar el carácter que nos permita integrar la familia celestial, la realeza de Dios.
 Review and Herald, 9 de abril de 1895. 77

07. BENIGNIDAD.
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.  (Gálatas 5: 22, 23).
Si Cristo habita en nosotros, debemos ser cristianos tanto en el hogar cuanto fuera de él.  El que dice ser cristiano expresará palabras bondadosas a sus parientes y a otros con los que también se relaciona.  Será bondadoso, cortés, amable y compasivo, y deseará educarse a fin de poder habitar con la familia celestial.  Si es miembro de la realeza, procurará representar bien al reino en todo lugar.  Hablará a los niños con amabilidad, ya que ellos también son herederos de Dios y miembros de las cortes celestiales.  Entre los hijos del reino no hay lugar para las asperezas, porque "el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley" (Gál. 5:22, 23). En la iglesia se manifestará el espíritu que se cultiva en el hogar. 
Oh, debemos educar el carácter para practicar la piedad, la docilidad, la ternura, la compasión y el espíritu perdonador.  Al abandonar la vanidad, la conversación insensata y las burlas, no nos hará fríos, antipáticos y antisociales.  El Espíritu del Señor descansará sobre usted hasta que adquiera la fragancia de las flores del jardín de Dios.  Debe mantenerse hablando acerca de la luz, y de Cristo, el Sol de Justicia, hasta que en usted se produzca el cambio de gloria en gloria, de un carácter a otro mejor, y de una fortaleza a otra mayor, para reflejar más y más la preciosa imagen de Jesús.  Cuando usted haga esto, el Señor escribirá en los libros del cielo.  "Bien hecho".
El cristiano no debe tener un corazón petrificado, que impida la aproximación de sus semejantes.  Si tenemos un carácter hermoseado por las gracias celestiales, Jesús podrá reflejarse en el comportamiento.  La presencia de Dios debe permanecer en nosotros para que podamos llevar la luz a cualquier lugar adonde vayamos.  Entonces los que entren en contacto con nosotros sabrán que la atmósfera del cielo nos rodea.
 Review and Herald, 20 de septiembre de 1892. 78

08. BONDAD.
Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. (Mt. 12:36, 37).
Dios desea que individualmente adoptemos una posición que le permita hacernos depositarios de su amor.  Por considerar que el ser humano es de muchísimo valor, lo redimió mediante el sacrificio de su Hijo unigénito.  Por lo tanto, en nuestro prójimo debemos ver a alguien rescatado por la sangre de Cristo.  Si nos amamos entre nosotros, continuaremos creciendo en amor por Dios y por la verdad.  Duele mucho el corazón al ver cuán poco se cultiva el amor en nuestro medio.  El amor es una planta de origen celestial, y si deseamos que florezca en nuestros corazones, debemos cultivarlo diariamente.  
La apacibilidad, la delicadeza, el no dejarse irritar con facilidad, el soportar todas las cosas y el ser paciente constituyen preciosos frutos del árbol del amor.
Al estar con otros, cuide sus palabras.  Que la conversación sea de tal naturaleza que no necesite arrepentirse. "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención" (Efe. 4: 30).  "El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas" (Mat. 12: 35).  Si usted tiene el amor de Dios en su corazón y ama la verdad, con la fe más santa deseará contribuir al desarrollo de su hermano.  Si oye algún comentario que perjudica a un amigo o hermano, no lo fomente; es obra del enemigo.  Al que lo exprese, bondadosamente recuérdele que la Palabra de Dios prohíbe esa clase de conversación.
Debemos vaciar el corazón de todo lo que profane el templo del creyente para que Cristo pueda habitar en él.  Nuestro Redentor nos ha dicho cómo podemos darlo a conocer al mundo.  Si apreciamos al Espíritu, manifestaremos amor por los otros, velaremos por sus intereses, y si, gracias a esos frutos, somos bondadosos, pacientes y perdonadores, el mundo tendrá las evidencias de que somos hijos de Dios.  Es la unidad en la iglesia la que nos capacita para ejercer una concienzuda influencia entre los no creyentes y los mundanos.  
Review and Herald, 5 de junio de 1888. 79

09. FE.
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.  (Hebreos 11: 1).
Ir a Cristo debe ser un ejercicio de la fe.  Si lo incorporamos a los quehaceres diarios, tendremos paz, gozo y por experiencia, conoceremos el significado de sus palabras: "Si guardarais mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor" (Juan 15:10).  Nuestra fe debe aferrarse a las promesas para que podamos permanecer en el amor de Jesús. Cristo dijo: "Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (Juan 15:11).
La fe obra por amor y purifica al creyente.  Mediante la fe el Espíritu Santo tiene acceso al corazón y desarrolla la santidad interior.  A menos que esté en comunión con Dios mediante el Espíritu, el hombre no puede llegar a ser un agente que haga las obras de Cristo.  Seremos preparados para el cielo únicamente mediante la transformación del carácter.  Si deseamos tener acceso al Padre, debemos exhibir las credenciales de la justicia de Cristo.  Participaremos de la naturaleza divina cuando huyamos de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia.  Diariamente necesitamos ser transformados por el Espíritu Santo, cuya misión es elevar el gusto, santificar el corazón y ennoblecer al ser entero para que podamos representar la incomparable hermosura de Jesús.
Debemos mirar a Cristo y por la contemplación seremos transformados.  Tenemos que ir a él como una fuente abierta e inagotable de la que podemos beber una y otra vez, y de la cual disfrutaremos siempre del fresco suministro.  Necesitamos responder a la atracción de su amor para poder alimentarnos del Pan de vida que descendió del cielo, y beber del Agua de la vida que mana del trono de Dios.  Si deseamos que la fe nos una a su solio, mantengámonos mirando hacia arriba.  Si miramos hacia abajo, quedaremos atados a la tierra.  No examine su fe como sí fuera una flor para saber si tiene raíces.  La fe crece imperceptiblemente. 
Bible Echo, 15 de febrero de 1893. 80

10. MANSEDUMBRE.
Con toda humildad y mansedumbre, soportándonos con paciencia los unos a los otros en amor.  (Efesios 4: 2).
Lo invito a mirar al Hombre del Calvario.  Contemple al que pusieron en su cabeza una corona de espinas, que cargó sobre sí la vergonzosa cruz y que paso a paso descendió por la senda de la humillación.  Mire al varón de dolores, experimentado en quebranto, despreciado y desechado entre los hombres.  "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores". "Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isa. 53: 4, 5).  Contemple el calvario hasta que su corazón se ablande con el maravilloso amor del Hijo de Dios.  El no dejó nada sin hacer para que el hombre caído pudiera ser elevado y purificado.
¿Por qué no confesar su nombre? ¿La religión de Cristo degradará al que la abraza?  No. De modo alguno será una deshonra seguir los pasos del Hombre del Calvario.  Cada día sentémonos a los pies de Cristo para aprender de él, para que en nuestra conducta, conversación, vestimenta y en todo los asuntos que conciernen a la vida podamos manifestar que Jesús reina y gobierna nuestro ser.  Dios nos llama para que los redimidos del Señor sigamos sus pisadas y no las del mundo.  Hemos de consagrar todo a Dios y confesar su nombre ante los demás.
"Y cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos" (Mat. 10: 33). ¿Qué derecho tenemos de profesar que somos cristianos, mientras que con la vida y los hechos negamos al Señor?  "El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.  El que halla su vida la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará" (Mat. 10: 38, 39).  Cada día debemos hacer morir al yo para levantar la cruz y seguir las pisadas del Maestro.
¡Oh, que podamos ser bautizado con el Espíritu Santo y ser investidos de él!  De este modo, cada día nos asemejaremos más a la imagen de Cristo, y antes de cada decisión nos preguntaremos: "¿Glorificará a mi Maestro?" Por la continua paciencia en el bienhacer es como buscamos la gloria, el honor y, al final, recibiremos el don de la inmortalidad.- Review and Herald, 10 de mayo de 1892. 81

11. TEMPERANCIA.
Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. (1 Corintios 10: 31).
Dios exige que todos los hombres presenten en sacrificio sus cuerpos impuros, enfermos y debilitados por los hábitos.  Espera un sacrificio vivo.  Dios dice que el cuerpo es templo del Espíritu Santo, la habitación de su Espíritu y, por lo tanto, requiere que todos los que llevan su imagen cuiden sus cuerpos para su servicio y para su gloria.  "No sois vuestros, -escribió el inspirado apóstol-, habéis sido comprados por precio" (1 Cor. 6: 20).  A fin de lograrlo, a la virtud agregue conocimiento, y al conocimiento temperancia, y a la temperancia paciencia.
Es un deber saber cómo preservar el cuerpo en las mejores condiciones de salud; y es sagrada la responsabilidad de vivir en armonía con la luz que tan generosamente nos ha sido concedida.  Si cerramos los ojos a esa iluminación por temor a ver los errores que no estamos dispuestos a abandonar, nuestros pecados aumentarán en lugar de disminuir.  Si alguno se aleja de la luz, otro seguirá su ejemplo.
Violar las leyes de la salud es tan pecaminoso como quebrantar uno de los 10 mandamientos.  Por lo tanto, cualquier transgresión de uno de los diez, igualmente será una violación de toda la ley de Dios.  No podemos amar al Señor con todo nuestro corazón, mente, espíritu y fuerzas, en tanto amemos nuestros apetitos y gustos mucho más que al Señor.  Mientras él exige toda nuestra fuerza y toda nuestra mente, como resultado de sus malos hábitos algunos diariamente debilitan su fortaleza para glorificar a Dios, y sin embargo profesan ser seguidores de Cristo que están preparándose para recibir el toque final de la inmortalidad.
Examine cuidadosamente su corazón para ver si está tratando de imitar al Modelo infalible, y todo le saldrá bien.  En todo glorifique su nombre.  Despójese de todo egoísmo y del amor propio. 
Testimonies, t. 2, pp. 70, 71. 82

12. DOMINIO PROPIO.
Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse.  
(Daniel 1: 8).
Haríamos bien en ponderar las lecciones que este texto encierra.  Un estricto acatamiento a las exigencias de la Biblia será una bendición para el cuerpo y todo el ser.  El fruto del Espíritu no es solamente amor, gozo y paz; también es temperancia.  Por ser templos del Espíritu Santo tenemos el desafío de no contaminar nuestros cuerpos.
Los cautivos hebreos fueron hombres con pasiones semejantes a las nuestras; sin embargo, permanecieron firmes en medio de las atractivas influencias de la lujuriosa corte de Babilonia.  La juventud de nuestro tiempo está rodeada por las seducciones de la gratificación propia.  Especialmente en las grandes ciudades, cada expresión de la complacencia sensual se presenta en forma incitante y al alcance de todos.  Los que, como Daniel, rehusan contaminarse, cosecharán la recompensa de los hábitos temperantes.  Gracias a un mayor vigor físico y su acrecentado poder de resistencia, contarán con una reserva para afrontar situaciones de emergencia.
Los buenos hábitos físicos contribuyen a la superioridad mental.  El poder intelectual, el vigor físico y las expectativas de vida dependen de leyes inmutables.  La naturaleza creada por Dios no interfiere para preservar al ser humano de las consecuencias resultantes de la violación de sus exigencias.  El que lucha por la victoria debe ser temperante en todo.  La claridad de pensamiento y firmeza de propósito de Daniel, su poder para adquirir conocimiento y resistir la tentación, en buena medida fueron logrados por la sencillez de la dieta en conexión con su vida de oración...
La historia de Daniel y sus valiosos compañeros fue registrada en las páginas de la Palabra divina para beneficio de la juventud de las generaciones posteriores.  Mediante el relato de la fidelidad a los principios de salud, Dios comunica su mensaje a jóvenes y señoritas de nuestros días para invitarlos a recoger y exaltar los preciosos rayos de luz que él ha proporcionado en el tema de la temperancia cristiana, y para que se pongan en armonía con las leyes de la salud. 
The Youth's Instructor, 9 de julio de 1903. 83

13. BONDAD.
Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua.  (Proverbios 31: 26).
En la gran obra de vencer y de subyugar el egoísmo, el Señor está dispuesto a proporcionar ayuda a quien la necesita.  Permita que en sus labios esté la ley de la bondad y que su corazón tenga el aceite de la gracia.  Esto producirá maravillosos resultados.  Llegará a ser tierno, compasivo y cortés.  Usted necesita todas estas virtudes.  El Espíritu Santo debe ser recibido e incorporado a su carácter.  Entonces será como fuego santo, cuyo incienso se elevará a Dios, no de labios que condenan, sino como un agente sanador para el creyente.  Su semblante será una expresión de la imagen divina.
No deberían pronunciarse agudezas hirientes, ni palabras ásperas, severas o de crítica.  Esto es fuego extraño, y debe dejarse fuera de las reuniones y del trato con los hermanos.  Dios requiere que cada creyente encienda su incensario con carbones de fuego santo.  Las palabras ordinarias, crueles, severas y duras que tan rápidamente brotan de los labios, deben desecharse para que el Espíritu de Dios pueda hablar por intermedio del agente humano.  Si contempla el carácter de Cristo usted será transformado a su semejanza. Únicamente la gracia de Jesús es capaz de cambiar su corazón para que pueda reflejar la imagen de Cristo.  Para poder ser semejantes a él, Dios nos invita a ser puros, santos y sin mancha.  Debemos tener la imagen divina...
Podremos hablar de la bendición del Espíritu y hasta orar para recibirlo, pero, a menos que actúe en el hombre, será evidente que ese agente divino no está en su corazón.  Cuando el Espíritu moldea y prepara el carácter a la semejanza de Cristo, esto será puesto en evidencia en forma inconfundible en cada palabra que se expresa y en todo lo que se hace.  Esta realidad permite demostrar al mundo la diferencia abismal que existe entre los hijos de luz y los hijos de las tinieblas.  El Señor desea que en forma inflexible permanezcamos identificados con la fe que una vez fue dada a los santos.  Debemos decir la verdad con amor.  Nuestro gran Maestro dice: "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mat. 11: 29, 30).- Letter 84, 1899. 84

14. CARIDAD.
¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano?  (Isaías 58: 6, 7).
Esta es una verdad, una preciosa verdad de influencia santificadora. La santificación del ser, por obra del Espíritu Santo, es la implantación de la naturaleza de Cristo en la humanidad. La gracia del Señor Jesucristo, revelada en el carácter, se manifestará en forma activa por intermedio de las buenas obras.  De este modo, el carácter se transforma más y más perfectamente a la imagen de Cristo, en justicia y verdadera santidad.
En la verdad divina existen requisitos muy abarcantes acerca de las buenas obras, que de un paso a otro se van ampliando.  Las verdades del evangelio no son inconexas. Como en el ministerio personal de Cristo, forman una cadena de joyas celestiales que, a semejanza de hilos dorados, se tejen en toda la obra y la experiencia cristiana...
Cualquier negligencia por parte de los que dicen ser seguidores de Cristo, un descuido en socorrer a los hermanos y hermanas necesitadas que cargan con el yugo de la pobreza y la opresión, es registrado en los libros del cielo como hecho a Cristo en la persona de sus santos. ¡Qué cuenta pedirá el Señor a tantos que presentan las palabras de Cristo a otros, pero fallan en manifestar tierna consideración y respeto por un hermano en la fe que es menos afortunado y próspero que ellos mismos...! No son pocos los que no prestan ayuda a un hermano en problemas debido a circunstancias adversas y, al mismo tiempo, quieren dar la impresión a esas preciosas criaturas de que son representantes de Cristo. No existe tal cosa. Jesús, habiendo sido rico, por amor a nosotros se hizo pobre, para que a causa de su pobreza podamos ser enriquecidos. Para poder salvar al pecador, ni siquiera estimó su propia vida. A Cristo siempre lo conmueve el infortunio humano. 
Manuscript 34, 1894. 85

15. CONTENTAMIENTO.
No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. (Filipenses 4: 11).
Dios tiene testigos fieles que no intentan hacer lo que Cristo dijo que era imposible; esto es, servir a Dios y a las riquezas al mismo tiempo. Son luces que brillan en medio de la oscuridad moral del mundo, esa que cubre a la gente con densas tinieblas semejantes a un paño mortuorio. Los feligreses de la iglesia de Cristo necesitan ser dirigidos por el Espíritu Santo para poder adquirir una experiencia que no esté sujeta a variaciones. Deben profundizar sus raíces en la verdad.
Cuando el gozo que imparte el poder redentor de la justicia de Cristo sea debidamente entendido gracias a un conocimiento experimental, habrá creyentes que desearán enseñar a los pecadores la voluntad de Dios tal cual está en Cristo. Satanás tiene sus impostores para engañar a los creyentes; por eso, incluso entre los que enseñan religión hay quienes necesitan convertirse.
Los que establecen una relación personal con Cristo, constituyen un templo santo para el Señor, porque Jesús es para el creyente sabiduría, justificación, santificación y redención. El que se rinde completamente a Dios es consciente de la presencia salvadora de Cristo. Es poseedor de la paciencia espiritual, y todo su ser está dispuesto a aprender del que es manso y humilde de corazón. El que confía en Jesús como su eficiencia y justificación, su ser entero estará lleno de un santo contentamiento.
¿Cuál es la base del gozo del cristiano?  Es el resultado del sentido de la presencia de Cristo. ¿En que consiste el amor del cristiano?  Es el reflejo del amor de Cristo. Es el resultado de la obra del Espíritu Santo. Al mirar la cruz del Calvario veremos a Jesús muriendo por los pecados del mundo, para que mediante su muerte, que genera contrición en el creyente, podamos tener vida e inmortalidad. Jesús es todo para todos, y sin él nada podemos hacer. Sin Cristo la vida espiritual es imposible.
 Review and Herald, 4 de diciembre de 1894. 86

16. GRATITUD.
Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. (1 Tesalonicenses 5:18).
Hay muchas angustias innecesarias, problemas que agitan la mente y otras realidades sobre los cuales nada podemos hacer. El Señor desea que sus hijos confíen en él plenamente. Nuestro Señor es un Dios justo y recto. Sus hijos deberían conocer su bondad y su justicia, tanto en los asuntos importantes como en los comunes de la vida. Los que abrigan un espíritu angustiado y quejoso rehusan reconocer la realidad de su mano guiadora. La ansiedad innecesaria es una insensatez que impide relacionarse con Dios en la forma debida.
Cuando el Espíritu Santo está entronizado en el creyente, no hay inclinación de quejarse o de murmurar cuando no se tiene todo lo que uno quisiera. Al contrario, hay deseos de agradecer a Dios de todo corazón por las bendiciones recibidas. Entre los que sirven al Señor existe una gran necesidad de ser más agradecidos. A menos que desarrollemos el debido espíritu, no estaremos preparados para tener un lugar en el reino de los cielos. Hay una gran tarea que debe realizarse en cada uno de nosotros. Infelizmente comprendemos muy poco acerca de la gran obra que Dios desea hacer por nuestro intermedio. Deberíamos tratar de alcanzar la plenitud de sus planes, y obtener el mayor provecho de cada lección que él ha tratado de enseñarnos.
Muchos asuntos perjudiciales, resultantes de la imaginación, ocupan el corazón cuando tratamos de realizar nuestra voluntad, contraria a la ley de la bondad. Es en este punto donde muchos fallan.  No cultivamos una disposición bondadosa. Deseamos que todo nos suceda con suma facilidad. La pregunta de mayor importancia para cada uno de nosotros no debería ser cómo llevar adelante nuestros propios planes en contra de los de otros, sino cómo tener el poder de vivir cada día para Cristo. Jesús vino a la tierra a fin de dar su vida para que podamos alcanzar la salvación eterna. Al circundamos con la atmósfera del cielo, podremos dar al mundo un ejemplo que honre la religión de Cristo. 
Manuscript 15, 1912 (Loma Linda Messages, p. 602). 87

17. ARMONÍA.
Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación. (Efesios 4: 3, 4).
El Espíritu Santo desea actuar con el instrumento humano que es consagrado; este es el propósito de Dios. Nadie podrá cerrar la puerta que él abrió entre el cielo y la tierra. Invita a cada uno a ser puro y santo, y a que se santifique, a fin de que la obra para este tiempo pueda realizarse. Cuando el pueblo de Dios establezca una correcta relación sólo con él, y del uno con el otro, el Espíritu Santo será impartido en plenitud para la complementación armoniosa de todos los integrantes del cuerpo.
Nada debilita tan manifiestamente a una iglesia como la desunión y la contienda. Nada batalla más contra Cristo y la verdad que ese espíritu. "Por sus frutos los conoceréis" (Mat. 7: 20).  "¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?  Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos?  Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce. ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros?  Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre" (Sant. 3: 11-13).
"Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.  Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados" 
(Heb. 12: 12-15).
Mientras estemos en este mundo cada uno debe mantenerse unido al otro. La humanidad está entrelazada y entretejida entre sí. El Señor nos creó de este modo, y, cuando se producen desengaños, nadie debe pensar lo peor acerca del otro. Aunque somos miembros individuales, integramos un cuerpo que es un todo. Las batallas de la vida las libramos en el desamparo y la desilusión, y como hijos e hijas de Dios a los que también llama sus amigos, nos convoca para que nos ayudemos unos a otros. Esto es parte del cristianismo práctico. 
Signs of the Times, 7 de febrero de 1900. 88

18. UNIDAD.
Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 
(Juan 17:20, 21).
La armonía y unión existentes entre hombres de diversas tendencias es el testimonio más poderoso que pueda darse de que Dios envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. A nosotros nos toca dar este testimonio; pero, para hacerlo, debemos colocarnos bajo las órdenes de Cristo. Nuestro carácter debe armonizar con el suyo, nuestra voluntad debe rendirse a la suya.  Entonces trabajaremos juntos sin contrariarnos.
Cuando uno se detiene en las pequeñas divergencias, se ve llevado a cometer actos que destruyen la fraternidad cristiana. No permitamos que el enemigo obtenga en esta forma la ventaja sobre nosotros. Mantengámonos siempre más cerca de Dios y más cerca unos de otros. Entonces seremos como árboles de justicia plantados por el Señor, y regados por el río de la vida. ¡Cuántos frutos llevaremos! ¿No dijo Cristo: "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto" (Juan 15: 8)?
El Salvador anhela que sus discípulos cumplan el plan de Dios en toda su altura y profundidad.  Deben estar unidos en él, aunque se hallen dispersos en el mundo. Pero Dios no puede unirlos en Cristo si no están dispuestos a abandonar su propio camino para seguir el suyo.
Cuando el pueblo de Dios crea sin reservas en la oración de Cristo, y en la vida diaria ponga sus instrucciones en práctica, habrá unidad de acción en nuestras filas. Un hermano se sentirá unido al otro por las cadenas del amor de Cristo. Sólo el Espíritu de Dios puede realizar esta unidad.  El que se santificó a sí mismo puede santificar a sus discípulos. Unidos con él, estaremos unidos unos a otros en la fe más santa. Cuando nos esforcemos para obtener esta unidad como Dios desea que luchemos, la disfrutaremos. 
Joyas de los testimonios, t. 3, pp. 246, 247. 89

19. FRATERNIDAD.
La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos unos.  Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. (Juan 17: 22, 23).
Se presentan grandes desafíos al esfuerzo cristiano; lamentablemente estamos muy distantes de alcanzarlos. Si nuestras prácticas armonizaran con los planes del Señor, los resultados serían gloriosos. Él dice: "Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste" 
(Juan 17: 20, 21).
Jesús no oró por lo que están fuera de nuestro alcance. Y si la unidad es posible, ¿por qué los seguidores de Cristo no luchamos con más intensidad para alcanzar este don de su gracia?  Cuando seamos uno con Cristo, llegaremos a ser uno con sus otros seguidores. Nuestra mayor necesidad es Jesús, la esperanza de gloria. Mediante el Espíritu Santo es posible lograr dicha unidad; con ella abundará el amor entre los hermanos, y la gente reconocerá que lo aprendimos al estar con Jesús. Nuestras vidas serán un refiero de su carácter santo si representamos su mansedumbre de espíritu y su delicadeza de comportamiento. Individualmente, la iglesia de Dios debe responder la oración de Cristo hasta que todos lleguemos a la unidad del Espíritu.
¿Cuáles son las causas de las disensiones y las discordias?  Es el resultado de vivir sin relacionarnos con Cristo. Al alejarnos dejaremos de amarlo, y, como consecuencia, se enfriará nuestras relaciones con otros seguidores del Maestro. Cuanto más lejos se retiran los rayos de luz de su centro, tanto mayor será la distancia que separará al uno del otro. Cada creyente es un rayo de luz de Cristo, el Sol de Justicia. Cuanto más cerca estemos de Jesús. el centro de luz y amor, más intenso será nuestro afecto por los otros portadores de la luz. Cuando los santos permiten que Cristo los atraiga, mayor será la necesidad de sentirse cerca el uno del otro por la santificadora gracia del Señor que ata sus corazones. No podemos decir que amamos a Dios si faltamos en amar a nuestros hermanos.- EGW 1888 Materials, pp. 1048, 1049. 90

20. AMOR FRATERNAL.
Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. (Romanos 12: 10).
Cuando el Espíritu Santo inunde las mentes humanas, desaparecerán todas las quejas y las acusaciones mezquinas que ocurren entre los hombres y sus semejantes. Los luminosos rayos del Sol de Justicia brillarán en las cámaras de la mente y el corazón. En nuestro culto a Dios no debe existir distinción entre ricos y pobres, ni entre blancos y negros. Debe eliminarse todo prejuicio.  Cuando nos acercamos a Dios, debemos hacerlo como una sola hermandad. Somos peregrinos y extranjeros, y vamos en viaje hacia una tierra mejor, a saber, la patria celestial. Allí terminarán para siempre todo orgullo, toda acusación y toda vana ilusión. Se quitará toda máscara y "lo veremos tal como él es" (1 Juan 3: 2).  Allí nuestros cantos repetirán el tema inspirador, y tributarán alabanza y agradecimiento a Dios.
El Señor Jesús vino a esta tierra a salvar a los hombres y las mujeres de todas las nacionalidades.  Murió tanto por la raza de color como por la raza blanca. Jesús vino para iluminar a todo el mundo. Al comienzo de su ministerio declaró cuál era su misión: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año agradable del Señor" (Luc. 4: 18, 19).
Los ojos de Dios están sobre todas sus criaturas, él las ama a todas, y no establece diferencia alguna entre el blanco y el negro; la única diferencia consiste en tratar con especial y tierna compasión a los que tienen que soportar cargas más pesadas que otros. Los que aman a Dios y creen en Cristo como su Redentor, aunque tengan que hacer frente a las pruebas y a las dificultades que encuentran a su paso, deben aceptar con un espíritu gozoso su vida tal como es, y considerar que Dios ve todas estas cosas desde lo alto, y que por todo lo que el mundo deja de proporcionarles, Dios mismo los resarcirá con sus favores escogidos.- Mensajes selectos, t. 2, p. 551. 91

21. GENEROSIDAD.
Que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad. 
(2 Corintios 8: 2).
Venceremos el egoísmo y ejemplificaremos la mente de Cristo únicamente cuando los propósitos cristianos sean conocidos en plenitud, la conciencia sea despertado al deber, y la luz divina deje sus impresiones en el corazón y el carácter. Cuando el Espíritu Santo obre en ellos, arrojarán todas las tendencias codiciosas y los deseos engañosos.
Cuando un siervo del Señor es portador de un mensaje para la iglesia, es Dios mismo quien habla al pueblo para despertar su conciencia a fin de que sepa que no le ha entregado un diezmo fiel, y que se equivoca cuando le parece que no es conveniente presentarle sus ofrendas. Utilizan el dinero del Señor con propósitos personales al construir casas, comprar caballos, carruajes y tierras para obtener buenos dividendos, mientras que cada año repiten la misma excusa para abstenerse de dar. "¿Robará el hombre a Dios?" (Mal. 3: 8).  Por supuesto que puede. Al no tener una mente espiritual, muchas veces incurre en este error por falta de discernimiento.
En algunas ocasiones, el Señor obra decididamente en el corazón de los que son mundanos y egoístas. Mediante el Espíritu Santo ilumina sus mentes y por su influencia enternece y subyuga su corazón. Inspirados por un sentido de la abundante gracia de Dios, llegan a considerar un deber el promover su causa y construir su reino. Aceptan el consejo: "Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan" (Mat. 6: 20).  Desean tener parte en el reino de Dios y se comprometen a dar de sus recursos para los proyectos de la causa del Señor. 
El compromiso no lo hacen con los hombres, sino con Dios, en la presencia de sus santos ángeles, que obran en el corazón de hombres que fueron egoístas y amadores del dinero. 
Review and Herald, 23 de mayo de 1893. 92

22. BENEVOLENCIA.
Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra. (2 Corintios 9: 7, 8).
Cuando los corazones de los hombres han sido enternecidos por la presencia del Espíritu de Dios, son más sensibles a las impresiones del Espíritu Santo, y resuelven negarse a sí mismos y sacrificarse por la causa de Dios. Al brillar la divina luz en las cámaras de la mente, con claridad y fuerza inusitadas, es cuando los sentimientos del hombre natural quedan vencidos y el egoísmo pierde su poder sobre el corazón y se despiertan los deseos de imitar al Modelo, Jesucristo, en la práctica de la abnegación y la generosidad. Entonces la disposición del hombre naturalmente egoísta se impregna de bondad y compasión hacia los pecadores perdidos, y formula una solemne promesa a Dios como lo hicieron Abrahán y Jacob.
En tales ocasiones los ángeles celestiales están presentes. El amor hacia Dios y la gente triunfa sobre el egoísmo y el amor al mundo. Esto sucede especialmente cuando el predicador, con el Espíritu y el poder de Dios, presenta el plan de redención trazado por la Majestad celestial en el sacrificio de la cruz.
Dios le ha dado al creyente algo que hacer para lograr la salvación de sus semejantes. Puede obrar en relación con Cristo haciendo actos de misericordia y de beneficencia. Pero, no puede redimirlos porque es incapaz de satisfacer las exigencias de la justicia insultada. Esto lo pudo hacer sólo el Hijo de Dios, poniendo a un lado su honra y gloria, revistiendo de humanidad su divinidad, y viniendo a la tierra para humillarse y derramar su sangre en favor de la familia humana.
Al comisionar a sus discípulos para que fuesen "por todo el mundo" a predicar el evangelio "a toda criatura" (Mar. 16: 15), Cristo encomendó a los hombres la obra de difundir las buenas nuevas.  Pero mientras algunos salen a predicar, invita a otros a que satisfagan sus demandas en cuanto a los diezmos y ofrendas con que sostener el ministerio y difundir la verdad en forma impresa por toda la tierra.
 Joyas de los testimonios, t. 1, pp. 551, 552. 93

23. PUREZA.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.  (Mateo 5: 8).
Cuando el templo interior es vaciado completamente del yo, y todo dios falso es desalojado, el lugar lo llena la afluencia del Espíritu de Cristo. Es así como uno adquiere la fe que obra por amor, y purifica al creyente de toda corrupción moral y espiritual. El Espíritu Santo, el Consolador, puede actuar influyendo y orientando la mente para que pueda gozarse en los asuntos espirituales.  Entonces la persona anda "conforme al Espíritu" (Rom. 8: 1), y piensa en los temas del Espíritu y desconfía de sí misma. Cristo es el todo y en todos. El Espíritu Santo en forma constante revela la verdad. Si el creyente recibe con humildad la palabra injertada, tributará al Señor toda su gloria diciendo: "Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu".  "Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido" (1 Cor. 2: 10, 12).
Además de la revelación, el Espíritu también produce frutos de justicia. Cristo es para el creyente "una fuente de agua que salte para vida eterna" (Juan 4: 14). Es un sarmiento de la Vid verdadera que lleva muchos frutos para la gloria de Dios. ¿Cuál es la característica del fruto?  "Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley" (Gál. 5: 22, 23).
Los que tienen el Espíritu serán sinceros colaboradores con Dios. Las inteligencias celestiales cooperarán con ellos, y serán probados con el Espíritu del mensaje del cual son portadores.  Constituyen un espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres. Por creer en la verdad son refinados y ennoblecidos por intermedio de la santificación del Espíritu. En el santuario interior no acumularon madera, heno o rastrojos.  Por el contrario, atesoraron oro, plata y piedras preciosas. Hablan palabras de sólido significado, y de los tesoros del corazón extraen temas puros y sagrados, de acuerdo con el ejemplo de Cristo. 
The Home Missionary, 1º de noviembre de 1893, p. 29. 94

24. EXTERIOR.
No tiene temor de la nieve por su familia, porque toda su familia está vestida de ropas dobles.  Ella hace tapices; de lino fino y púrpura es su vestido. (Proverbios 31: 21-23).
Educar, educar, educar.  Los padres que recibieron la verdad deben formar sus hábitos y prácticas en armonía con la dirección que Dios ha dado. El Señor desea que todos recordemos que el servicio a Dios es puro y santo. Por lo tanto, los que reciben la verdad deben ser santificados por el Espíritu en temperamento y corazón, en la conversación, en la vestimenta y en el hogar, para que los invisibles ángeles de Dios puedan ministrar a los que serán herederos de la salvación.
Todos los que se unen a la feligresía deberían mostrar las evidencias de la transformación del carácter, que se manifiesta por la reverencia hacia las cosas santas. Todo el ser tiene que estar moldeado conforme al refinamiento de Cristo. Deberían ser lo suficiente humildes para recibir instrucciones en todos los aspectos en que son descuidados, y que pueden y deben cambiar.  Tienen que ejercer una influencia cristiana. Los que no manifiestan cambios en palabras y comportamiento, ni en la vestimenta o en su hogar, están viviendo por su propia cuenta y no en Cristo. No son nuevas criaturas en Cristo Jesús. No gozan de la purificación del corazón y de todo lo que los rodea.
Los cristianos serán juzgados por los frutos que produzca la obra de reforma. Mostrarán el efecto que produjo en ellos cada verdad. El que llega a ser hijo de Dios debe practicar hábitos de orden y limpieza. Por pequeña que sea, cada acción ejerce su influencia. El Señor desea que cada ser humano sea un agente por intermedio del cual Cristo pueda manifestar el Espíritu Santo. No hay razón para que los cristianos sean indiferentes o descuidados con relación a su apariencia exterior.  Deben ser pulcros y estar bien arreglados, pero sin adornos. Interior y exteriormente también deben ser puros. 
Testimonies to Southern África, p. 87. 95

25. OBEDIENCIA.
Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir (1 Pedro 1: 14, 15).
¿Qué es lo que Dios exige?  Perfección, y nada menos que perfección.  Pero, si fuéramos perfectos, no deberíamos confiar en nosotros mismos.  Diariamente tenemos que entender y recordar que no podemos apoyamos en el yo.  Necesitamos aferramos a las promesas de Dios con una fe vigorosa.  Con una cabal comprensión de nuestra impotencia debemos pedir el Espíritu Santo.  Entonces, cuando el Espíritu actúe no nos atribuyamos la gloria a nosotros mismos.  Este Agente divino gratuitamente cuidará de nuestro corazón con el fin de exponerlo a los brillantes rayos del Sol de Justicia.  Por intermedio de la fe seremos guardados por el poder de Dios.
Cuando estemos diariamente bajo el control de su Espíritu, seremos el pueblo que guarda los mandamientos.  Podremos mostrar al mundo que la obediencia a las órdenes divinas tiene su recompensa ahora, y en la bendita vida futura.  A pesar de nuestra profesión de fe, el Señor, que pesa nuestras acciones, nos ve como una imperfecta representación de Cristo.  Nos dice que semejante situación no nos permite glorificarlo a él.
Entregar todo el ser a Dios es más que un simple compromiso.  Significa que debemos vivir y andar por la fe, sin ánimo de confiar ni de glorificar nuestro propio yo, sino mirando a Jesús, nuestro Abogado, Autor y Consumador de la fe.  El Espíritu Santo desea obrar en el corazón del contrito, pero nunca podrá hacer algo en los que se consideran importantes y justos.  En su propia sabiduría piensan que podrían reformarse a sí mismos.  El Espíritu de Dios puede obrar únicamente si el yo no se interpone.
¿En qué reside nuestra dependencia? ¿Dónde está nuestra ayuda?  La Palabra de Dios nos dice: "Más el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14: 26).  El Espíritu Santo está listo para cooperar con el que está dispuesto a recibirlo y a ser enseñado por él.  Todo los que se apoyan en la verdad y son santificados por intermedio de ella, están unidos a Cristo y en condiciones de representarlo en palabra y acción. 
Manuscript Releases, t. 12, pp. 52, 53. 96

26. CONFIANZA.
No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón. (Hebreos 10: 35).
El apóstol Juan escribe: "Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho" (1 Juan 5: 14, 15).  Transmitámosle a la gente estas promesas para que sus conceptos se amplíen y su fe crezca. Deberíamos instarla a pedir las riquezas de su gracia con insistencia, y a esperar sin dudar, ya que por intermedio de Jesús podemos entrar a la cámara de audiencias del lugar santísimo.  Gracias a sus méritos tenemos acceso al Padre por intermedio del Espíritu.
¡Oh, que podamos tener una experiencia más profunda en la oración! Aproximémonos a Dios con toda confianza sabiendo que contamos con la presencia y el poder de su Santo Espíritu. Al confesar nuestros pecados, en el momento que lo solicitemos, podemos tener la certeza del perdón de nuestras transgresiones basados únicamente en su promesa. Necesitamos ejercer fe, y expresar la verdad con ahínco y humildad. Sin embargo, desprovistos del Espíritu Santo nunca podremos hacerlo.  Por eso, negando al yo y dejando de cultivar la exaltación propia, con toda sencillez deberíamos buscar al Señor para solicitar el Espíritu Santo, así como un niño pide pan a sus padres.
Debemos hacer la parte que nos corresponde: aceptar a Cristo como nuestro Salvador personal.  Al permanecer bajo la cruz del Calvario podremos "mirar para vivir".  Dios apartó a sus hijos para sí mismo, y, en la medida que se relacionen con él, recibirán poder para prevalecer. Por nosotros mismos nada podemos hacer. Pero, por intermedio de su Santo Espíritu, se importen al creyente la vida y la luz para que pueda llenarse de un deseo vehemente y sincero de Dios y de su santidad.  Gracias a que el Dios del cielo nos ama, vistiéndonos de su justicia, Cristo nos conduce al trono de la misericordia. Seríamos ciegos y tercos al dudar de que su corazón está de nuestra parte.  
Mientras el Intercesor, Jesús, aboga en el cielo en nuestro favor, el Espíritu Santo actúa en nosotros así el querer como el hacer por medio de su buena voluntad. Todo el cielo está interesado en la salvación del creyente. Entonces, ¿qué razones tenemos para dudar de que el Señor desea ayudarnos? 
Signs of the Times, 3 de octubre de 1892. 97

27. PIEDAD.
Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios. (Génesis 5: 24).
La piedad es el fruto del carácter cristiano. Si permanecemos en la vid, produciremos los frutos del Espíritu. La vida de la vid se manifiesta por intermedio de los sarmientos. Debemos mantener una estrecha e íntima relación con el cielo si deseamos poseer la virtud de la piedad. Si deseamos reflejar su imagen, y queremos demostrar que somos hijos e hijas del Altísimo, en nuestros hogares Jesús debe ser huésped y miembro de la familia.
La religión en el hogar es fundamental. Si el Señor habita entre sus integrantes, sentiremos que somos miembros de la familia celestial. El ser conscientes de que hay ángeles del cielo que nos observan, contribuirá para que seamos amables y pacientes. Necesitamos prepararnos para entrar en las cortes celestiales, y para ello debemos cultivar la cortesía, la piedad, la conversación santa y centrar los pensamientos en temas de origen celestial.
Enoc caminó con Dios. Honró al Señor en cada asunto de su vida. En el trabajo o en el hogar, siempre preguntaba: "¿Agradará esto al Señor?" Al tener en mente a Dios y al aceptar sus consejos, fue produciéndose la transformación del carácter de tal manera que lo convirtió en un hombre piadoso, cuya vida agradó al Señor. Tenemos la exhortación de añadir a la piedad, afecto fraternal. ¡Oh, cuánto necesitamos avanzar en esta dirección para poder sumar dicha virtud al carácter!  En muchos hogares predomina un espíritu duro y combativo. Las expresiones de crítica y las acciones desprovistas de bondad son una ofensa a Dios.  Las órdenes dictatoriales arrogantes, y las conductas dominantes no son aceptables en el cielo. La razón por la cual existen tantas diferencias entre los hermanos, es porque se han equivocado al no añadir a su carácter la bondad fraternal. Deberíamos manifestar por los otros el mismo amor que Cristo siente por nosotros.
El Señor del cielo considera al ser humano de gran estima. Pero si una persona no es bondadosa en el seno de su propia familia, no está en condiciones para participar del hogar celestial. Si está contenta con su manera de ser, sin importarle las heridas causadas por su trato, no podrá sentirse feliz en el cielo, a menos que allí pueda gobernar. La paz de Dios permanecerá en el hogar sólo si permitimos que el amor de Cristo tenga el control del corazón.- 
Review and Herald, 21 de febrero de 1888. 98

28. SANTIDAD.
Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. (Hebreos 12: 14).
Desde la eternidad Dios escogió para el hombre la opción de la santidad.  "La voluntad de Dios es vuestra santificación". El eco de su voz llega hasta nosotros, diciéndonos: "Más santo, aún más santo". Nuestra respuesta siempre debería ser: "Sí, Señor, más santo todavía".
Al nacer, nadie recibe la santidad como un derecho o como un regalo que otra persona pueda darle. La santidad es un don que recibimos de Dios por intermedio de Cristo. Los que aceptan al Salvador llegan a ser hijos espirituales de Dios. Constituyen sus hijos nacidos de nuevo, renovados en la justicia y en la verdadera santidad. Su mente cambia. Y al producir la renovación de la visión, pueden contemplar las realidades eternas. Gracias al Espíritu Santo, al ser adoptados en la familia de Dios son transformados de gloria en gloria, a su semejanza.  Después de haber cultivado el amor al yo como algo supremo, ahora dedican al Padre y a Cristo todo su amor.
"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo".  Justificar quiere decir perdonar. Al ser purgado de las obras muertas, el corazón queda en condiciones de recibir todas las bendiciones. "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad".  "Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo".
El amor de Dios abrigado en el corazón, y manifestado por medio de las palabras y las acciones, hará más para elevar y ennoblecer a los seres humanos que cualquier otro recurso. Este amor encuentra completa y total expresión en la vida de Cristo. Sobre la cruz, el Salvador hizo expiación por la raza caída. La santidad es fruto de ese sacrificio. Por su muerte se nos pudo hacer la promesa de este gran don. El mayor anhelo de Cristo es otorgarnos la santidad. Desea hacemos partícipes de su naturaleza. Quiere salvar a los que se separaron de Dios por su propia cuenta.  Los insta a que escojan servirlo y se entreguen completamente a él, para que puedan aprender del Señor cómo hacer la voluntad de Dios. 
 Signs of the Times, 17 de diciembre de 1902. 99

29. HUMILDAD.
Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión, diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. (Daniel 9:4, 5).
La santificación espuria, con su jactancioso espíritu de justicia propia, es extraña a la religión de la Biblia.  La mansedumbre y la sumisión son frutos del Espíritu. El profeta Daniel fue un ejemplo de auténtica santificación. Su vida fructífera se caracterizó por un incondicional servicio al Maestro. Fue una persona muy amada por el cielo (véase Dan. 10: 11), y se le concedió una honra tal que raramente ha sido otorgada a los mortales. Además, la pureza de su carácter y su fidelidad a toda prueba era igualada únicamente por la sumisión y contrición que lo caracterizaban.
Este honroso profeta estaba tan identificado con el indiscutiblemente pecaminoso pueblo de Israel que, en lugar de considerarse puro y santo, imploró: "Porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias". "Hemos pecado, hemos hecho impíamente". "A causa de nuestros pecados, y por la maldad de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos en derredor nuestro".
Después afirmó: "Estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo" (Dan. 9: 18, 15, 16, 20). Y al final, cuando el Hijo de Dios vino en respuesta a sus plegarias con el propósito de instruirlo, testificó: "Mi fuerza se cambió en desfallecimiento, y no tuve vigor alguno" (Dan. 10: 8).
Los que realmente están buscando la perfección del carácter jamás deben dejarse dominar por la idea de que son sin pecado. Cuanto más se espacie la mente en el carácter de Cristo, y cuando más se aproxime a su divina imagen, tendrá un discernimiento más claro acerca de su perfección inmaculada; en consecuencia, mayor y más profundo será el concepto de sus defectos y debilidades. Los que piensan estar libres del pecado, manifiestan que están lejos de la santidad.  Dicha actitud es el resultado de no tener un conocimiento claro acerca de Cristo, pues creen que pueden reflejar su divina imagen teniéndose a sí mismos como modelo. Cuanto mayor sea la distancia entre el creyente y el Salvador, más justa se considerará la persona en su propia opinión.- Spirit of Prophecy, t. 4, pp. 301, 302. 100

30. DEPENDENCIA.
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. (Filipenses 3: 12).
En la etapa del primer amor, la vida cristiana se caracteriza por la sencillez y lozanía; pero en la medida en que las oportunidades se multiplican, la experiencia y el conocimiento tendrían que aumentar. Es necesario fortalecerse para asumir responsabilidades, y la madurez debe estar en proporción a los privilegios...
A menos que a cada instante dependamos de Jesús, el aumento del conocimiento y de los privilegios pueden fortalecer el yo y la justicia propia. La juventud cristiana estará en peligro de olvidar que habiendo sido el Señor el que comenzó en ellos la buena obra, él mismo es el que debe también concluirla. Es indispensable renunciar a todo mérito personal, y confiar completamente en los de Aquel que es demasiado sabio para equivocarse.  Por sí mismo el nombre no puede hacer nada bueno. Jesús dijo: "Separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15: 5).  El creyente debe permanecer en Dios.
Todo el cielo se vació en el don de Cristo, y por intermedio de Jesús se promete el Espíritu Santo a los creyentes.  El Señor dijo a sus discípulos: "Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14: 26). Además del perdón, y el arrepentimiento, Cristo también ofrece al creyente la constante ayuda del Espíritu Santo.
En el crecimiento de la semilla, el hombre no puede ver los agentes invisibles que llevan a la planta al desarrollo perfecto habiendo sido primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga. Aunque tierno en la fe, usted puede tener la certeza de que pasó de muerte a vida y, como resultado, aparecerán los frutos del Espíritu. Si crece en fe, en la esperanza y el amor, puede saber que su visión espiritual ha sido aclarada. Si le place reflexionar en el plan de la salvación y en las gloriosas manifestaciones del carácter divino, y si como resultado de reflexionar en el amor Dios su corazón brilla por efecto del agradecimiento y la felicidad, puede estar seguro que ha sido iluminado por los rayos del Espíritu Santo y que los agentes celestiales están educando su carácter y elevándolo a la madurez de la vida cristiana.- Signs of the Times, 27 de marzo de 1893. 101

31. SEMEJANZA A CRISTO.
Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 
(1 Juan 3:2).
Pronto vendrá Cristo en las nubes de los cielos; por lo tanto, tenemos que estar preparados para encontrarnos con él libres de toda mancha, arruga o algo semejante. Ahora debemos aceptar la invitación de Cristo: "Venid a mí todos los que estáis cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11: 28, 29).  Las palabras dichas a Nicodemo tienen un gran valor práctico para los que vivimos en este tiempo: "El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu" 
(Juan 3: 5-8).
Nuestros corazones tienen que experimentar el poder de conversión de Dios. Debemos estudiar la vida de Cristo para imitar al Modelo divino. Es fundamental que nos apoyemos en la perfección del carácter de Jesús para transformamos a su imagen. Nadie entrará en el reino de Dios a menos que sojuzgue sus pasiones y rinda su voluntad en cautiverio a Cristo.
El cielo está libre del pecado y de toda mancha e impureza.  Si deseamos vivir en esa atmósfera, y si contemplamos la gloria de Cristo, en virtud de su gracia y su justicia seremos puros de corazón y de carácter perfecto. No debemos relacionarnos con el placer o los pasatiempos, ya que nos estamos preparando para las gloriosas mansiones que Jesús fue a alistar para nosotros. Si somos fieles, si buscamos ser una bendición para otros, y si somos pacientes en el bien hacer, cuando venga Cristo nos coronará con la gloria, la honra y la inmortalidad.- Review ande Herald, 28 de abril de 1891. 101 RP EGW 

No hay comentarios:

Publicar un comentario