domingo, 26 de agosto de 2018

02. RECIBIRÉIS PODER: PERSONA, PRESENCIA Y OBRA DEL ESPÍRITU SANTO. (EGW). II. TRANSFORMADOS POR EL ESPÍRITU.



01. NACIDOS DE NUEVO.
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, 
que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 
(Juan 3: 3).
"Venga tu reino.  Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mat. 6: 10).  Durante toda su existencia Cristo tuvo el propósito de dar a conocer la voluntad de Dios, tanto en la tierra como en los cielos.  Dijo:  "El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios... El que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.  Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es" (Juan 3: 3, 5, 6).
Para entrar a su reino Cristo no reconoce como necesaria la pertenencia a ninguna casta, color o nivel social.  La admisión no depende de la riqueza o de la superioridad del linaje.  Todos los que nacen del Espíritu son súbditos.  Es el carácter espiritual lo que Cristo valora.  Su reino no es de este mundo, y sus súbditos son los que participan de la naturaleza divina, "habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia".  Es Dios quien nos concede dicha gracia.
Cristo no encuentra a sus súbditos ya preparados para su reino; los hace aptos mediante su poder divino.  Es la vida espiritual la que vivifica a los que están muertos en transgresiones y pecados.  Las facultades que Dios da para propósitos santos son refinadas, purificadas y exaltadas.  De este modo sus seguidores son guiados para formar un carácter a la semejanza divina.  Aunque no hayan usado bien sus talentos y por ser desobedientes se hayan hecho siervos del pecado, e incluso Cristo haya sido para ellos piedra de tropiezo y roca de agravio a causa de haber tropezado en su Palabra, sin embargo, gracias a la atracción de su amor, al fin son conducidos a la senda del deber.  
Cristo dijo:  "He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia"  (Juan 10: 10).
Jesús es la luz de la vida e infunde su Espíritu a los que se dejan atraer con su poder invisible.  Al rechazar su servidumbre al pecado, y al entrar en la atmósfera espiritual, pueden captar que han sido el pasatiempo de las tentaciones de Satanás, que han estado bajo su dominio, y que felizmente lograron quebrar el yugo de la concupiscencia de la carne.  Satanás hace lo imposible para retenerlos.  Los asalta con muchas tentaciones, pero el Espíritu actúa con el propósito de renovar la imagen que Dios creó en ellos. Review and Herald, 26 de marzo de 1895. 43

02. ELEGIDOS PARA LA SALVACIÓN.
Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, 
para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. (Efesios 1: 4).
En virtud de la gracia de Cristo y de la obra del Espíritu Santo, por fe debemos creer que somos elegidos por Dios para la salvación.  Alabemos y glorifiquemos al Señor por tan maravillosa manifestación de su inmerecido favor.  Es el amor de Dios lo que nos lleva a Cristo para ser recibidos en su gracia y presentados a su Padre.  Entonces, en virtud de la obra del Espíritu Santo se renueva la divina relación entre Dios y el pecador.  Él dice: "Y me seréis por pueblo, y yo seré vuestro Dios.  Ejerceré mi amor perdonador en favor de ustedes, les daré mi gozo y, además, serán mi especial tesoro.  Este pueblo que formé para mí mismo, públicamente me alabará" (véase Jer. 30: 22; 31: 1-33).
Cristo está llamando a sus hijos y es de nuestro interés presente y eterno escuchar su invitación.  Jesús dijo:  "No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros" (Juan 15: 16).  Todos los que desean ser conocidos como hijos de Dios deben responder al ofrecimiento, y ponerse en una situación donde la luz celestial pueda iluminarlos.  Así podrán saber lo que significa ser oidores y hacedores de las palabras de Cristo, la luz del mundo, y ser aceptos en el amado.
Dios ya hizo todo lo que podría hacer para garantizar la salvación.  
En un sólo don puso todos los tesoros del cielo.  Él invita, y también suplica e insta.  Pero nunca fuerza a los que llama.  Espera la cooperación y aguarda el consentimiento de la voluntad con el fin de conceder al pecador las riquezas de su gracia, que están reservadas para el creyente desde la misma fundación del mundo... Él Señor no proyectó neutralizar al poder humano, sino que éste, cooperando con Dios, pueda hacer que el hombre llegue a ser un agente más eficiente en sus manos.  Aunque débil, falible, frágil, pecador e imperfecto, el Señor le ofrece el privilegio de ser copartícipe en su obra. 
The Messenger, 26 de abril de 1893. 44

03. UN TEMPLO PARA EL ESPÍRITU.
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del  Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro espíritu, los cuales son de Dios. (1 Corintios 6: 19, 20).
Un poder ajeno y superior al hombre debe actuar sobre él para que en la edificación del carácter se utilicen materiales sólidos.  Dios habita en el santuario del hombre.  "¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos?  Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo"  (2 Cor. 6: 16).  "¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?  Si alguno destruyera el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es" 
(1 Cor. 3: 16, 17).
"Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.  Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu"  (Efe. 2: 18-22).
El hombre no puede hacer de sí mismo un templo, a menos que se valga de la cooperación de Dios.  El Señor tampoco puede hacer nada si la voluntad humana no se une con la del Omnipotente.  Siendo que Jesús es el principal obrero, el agente humano debe trabajar con él para que se pueda completar el edificio celestial.  Todo el poder y la gloria pertenecen a Dios, mientras que toda la responsabilidad descansa en el agente humano.  Dios no puede hacer nada sin la cooperación del creyente.- Review and Herald, 25 de octubre de 1892. 45

04. PARTICIPANTES DE LA NATURALEZA DIVINA.
Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.  (2 Pedro 1: 4).
Un cristiano fuerte es quien tiene a Cristo formado dentro, la esperanza de gloria.  Ama la verdad, la pureza y la santidad.  Gracias a su amor a la Palabra de Dios, su vitalidad espiritual lo lleva a buscar la comunión con los que viven en armonía con ella, a fin de poder captar cada rayo de luz que Dios comunica para revelar a Jesús, con el propósito de hacerlo más precioso para el creyente.  El que tiene una fe sólida halla que Cristo es la vida del alma, y que para él es como una fuente que brota para vida eterna.  Así, con placer, somete todo poder personal a la obediencia a Dios.  El Espíritu, con su  influencia vivificante, guardará a ese creyente en el amor de Dios.
A los cristianos se les escribe:  "Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús.  Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.  Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.  Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.  Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.  Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Ped. 1: 2-11). Review and Herald, 11 de diciembre de 1894. 46

05. ARCILLA EN MANOS DEL ALFARERO.
Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla.  Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿no podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel?, dice Jehová.  He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. (Jeremías 18: 4-6).
Dejo mi pluma y elevo mi ser en oración para que el Señor dé aliento y vida a su pueblo que, por ser apóstata, se parece a huesos secos. El fin se acerca furtiva, silenciosa e imperceptible, como los pasos del ladrón que de noche sorprende a la guardia que no vela.  Deseamos que el Señor conceda su Santo Espíritu a los ociosos, para que no sigan durmiendo como los demás; que sean sobrios y estén alertas.
Después de haber desperdiciado la mayor parte del tiempo sin entregar al Alfarero el barro de su voluntad, ¿estaría dispuesto a cooperar con él para llegar a ser un vaso para su honra?  Para ser susceptible a recibir las impresiones divinas, oh, ¡cuánto tiempo debe quedar la arcilla en manos del Alfarero y permanecer expuesta a los brillantes rayos de su justicia!  Si se le da oportunidad para que actúe en la vida, nada de origen terrenal y egoísta debe tolerarse a fin de que pueda modelar la imagen divina. El espíritu de la verdad santifica la vida interior.
Cuando se comprende la grandiosidad de su obra, incluso los pensamientos se sujetan a Cristo.  Aunque supera nuestro entendimiento, es así como obra. ¿Hay sabiduría en depender de las obras que realizamos?  Dejemos actuar a Dios en nuestro favor. ¿Hay alguna excelencia en la conducta y el carácter que pueda tener su origen en seres humanos finitos?  No, todo procede de Dios, el gran centro o expresión del poder del alfarero sobre la arcilla.
Oh, que los bendecidos por los tesoros de la verdad del Señor despierten para expresar de corazón: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" (Hech. 9: 6).  Cada vez hay más luz para alumbrar a toda persona que desee compartirla con otros. 
General Conference Daily Bulletin, 4 de febrero de 1893. 47

06. HUESOS SECOS VIVIFICADOS.
Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová. (Ezequiel  37: 14).
No es el agente humano el que inspira vida.  El Señor Dios de Israel hará esa parte avivando la actividad en la naturaleza espiritualmente muerta.  El aliento del Señor de los ejércitos debe entrar en los cuerpos muertos.  En el juicio, cuando se descubran todos los secretos, se sabrá que la voz de Dios habló mediante el agente humano, despertó la conciencia aletargada, conmovió las facultades muertas e impulsó a los pecadores al arrepentimiento, a la contrición y al abandono de los pecados.  Entonces se verá claramente que, mediante el agente humano, se impartió fe en Jesucristo al alma que estaba muerta en delitos y pecados y fue vivificada con vida espiritual.
Pero esta comparación de los huesos secos no sólo se aplica al mundo, sino también a los que han sido bendecidos con gran luz, pues éstos también son como los esqueletos del valle.  Tienen la forma de hombres, la estructura del cuerpo, pero no tienen vida espiritual.  Sin embargo, en la parábola los huesos secos no quedan solamente unidos con apariencia de hombres, pues no es suficiente que haya simetría entre los miembros y el organismo entero. 
El aliento de vida debe vivificar los cuerpos para que puedan levantarse y entrar en actividad.  Esos huesos representan la casa de Israel, la iglesia de Dios, y la esperanza de la iglesia es la influencia vivificante del Espíritu Santo. El Señor tiene que impartir su aliento a los huesos secos para que puedan vivir.
El Espíritu de Dios, con su poder vivificante, debe estar en cada agente humano para que pueda entrar en acción cada músculo y tendón espiritual.  Sin el Espíritu Santo, sin el aliento de Dios, hay embotamiento de conciencia, pérdida de vida espiritual.  Muchos que carecen de vida espiritual tienen sus nombres en los registros de la iglesia; pero no están escritos en el libro de la vida del Cordero.  Pueden figurar en la lista de miembros pero no están unidos al Señor.  Quizá sean diligentes en el cumplimiento de determinados deberes, y ser considerados como seres vivientes; pero muchos están entre los que tienen "nombres de que" viven, y están muertos.- Comentario bíblico adventista, t. 4, p. 1187. 48

07. FORTALECIMIENTO INTERIOR.
Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. 
(Romanos 8: 12, 13).
La promesa del Espíritu Santo no se limita a ninguna edad ni raza.  Cristo declaró que la influencia divina de su Espíritu estaría con sus seguidores hasta el fin.  Desde el día del Pentecostés hasta ahora, el Consolador ha sido enviado a todos los que se han entregado plenamente al Señor y a su servicio.  A todo el que ha aceptado a Cristo como Salvador personal, el Espíritu Santo ha venido como consejero, santificador, guía y testigo.  Cuanto más cerca de Dios han andado los creyentes, más clara y poderosamente han testificado del amor de su Redentor y de su gracia salvadora.  Los hombres y las mujeres que a través de largos siglos de persecución y prueba gozaron de una medida de la presencia del Espíritu en sus vidas, se destacaron como señales y prodigios en el mundo.  Revelaron ante los ángeles y los hombres el poder transformador del amor redentor.
Los que en Pentecostés fueron dotados con el poder de lo alto, no quedaron desde entonces libres de tentación y prueba.  Como testigos de la verdad y la justicia, repetidas veces eran asaltados por el enemigo de toda verdad, que trataba de despojarlos de su experiencia cristiana.  Estaban obligados a luchar con todas las facultades dadas por Dios para alcanzar la medida de la estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús.  Oraban diariamente en procura de nuevas provisiones de gracia para poder elevarse más y más hacia la perfección.  Bajo la obra del Espíritu Santo, aun los más débiles, ejerciendo fe en Dios aprendían a desarrollar las facultades que les habían sido confiadas y Llegaron a ser santificados, refinados y ennoblecidos.  Mientras se sometían con humildad a la influencia modeladora del Espíritu Santo, recibían de la plenitud de la Deidad y eran amoldados a la semejanza divina. Los hechos de los apóstoles, pp. 40, 41. 49

08. RESTAURACIÓN DE LA IMAGEN DIVINA.
Y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4: 23, 24).
En el plan de restaurar la imagen divina en el hombre, se estableció que el Espíritu Santo, como agente modelador, actuara en las mentes humanas como si fuera Cristo mismo.  Al aceptar la verdad, el hombre recibe la gracia de Jesús, la que lo induce a consagrar sus habilidades santificadas a la obra con la cual el Salvador se comprometió.  De este modo, se convierte en un colaborador de Dios y en un agente cuyo entendimiento brilla con la verdad.  Quisiera preguntarle a la iglesia: ¿Ustedes ya cumplieron con el plan de Dios de esparcir las preciosas joyas del evangelio para dar a conocer la luz divina?
Al observar la acción de los profesos seguidores de Dios, ¿qué pensarán sus ángeles cuando ven que la iglesia de Cristo es tan lenta para dar a conocer la luz de la verdad al mundo sumido en la oscuridad moral?  Las inteligencias celestiales saben que la cruz es el mayor centro de atracción.  Conocen que mediante la cruz el hombre caído recibe la expiación que restablece la unidad con Dios.  Los concilios celestiales miran a los que profesan haber aceptado a Cristo como Salvador personal, para certificar si imparten el conocimiento de la salvación a los que permanecen en tinieblas.  Los observan para saber si están dando a conocer el significado de la dispensación del Espíritu Santo, y cómo es que mediante la obra de este agente divino, la mente del hombre, manchada y corrupta por el pecado, puede desencantarse de las mentiras y representaciones de Satanás, para aceptar a Cristo como Salvador y única esperanza.
Jesús dijo: "Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca" (Juan 15: 16).  Como embajadora de Cristo, imploro a los que lean estas palabras a que presten atención cuando se los llame.  "Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones" (Heb. 4: 7).  Sin vacilar un instante, pregunten: ¿Pertenezco a Cristo? ¿Qué significa Jesús para mí? ¿Cuál es mi obra? ¿Cuáles son las características de los frutos que produzco? -Review and Herald, 12 de febrero de 1895. 50

09. UN CORAZÓN NUEVO.
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.  Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.  (Ezequiel 36: 26, 27).
El corazón puede ser la residencia del Espíritu Santo, y así como es posible que la paz de Cristo, que supera toda comprensión, habite en el creyente gracias al poder transformador de su gracia, también puede habilitarlo para participar en las cortes de gloria.  
Sin embargo, si el cerebro, cada músculo y cada nervio es utilizado para servir al yo, el tal no estará colocando a Dios y al cielo en primer lugar. Si las energías se invierten en el mundo, será imposible tejer en el carácter las gracias de Cristo.
Usted podrá tener éxito en amontonar fortunas para glorificar su yo.  Sin embargo, recuerde que "donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón"  (Mat. 6: 21).  Los asuntos de interés eterno pueden ser considerados de importancia secundaria.  Hasta es posible participar en las expresiones exteriores del culto y, sin embargo, el servicio ser una abominación para el Dios de los cielos.  Es imposible servir al Señor y a las riquezas.  Es facultad de cada uno rendir el corazón para dedicar la voluntad, ya sea al servicio del Omnipotente, o poner todas las energías a disposición del mundo.  Dios no acepta un servicio a medias.
"La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz" (Luc. 11: 34).  Si el ojo es sincero y posee orientación divina, la luz celestial brillará en el interior del creyente que no siente atracción por las cosas terrenales.  Los que depositan sus tesoros en el cielo experimentarán cambios en los propósitos del corazón; escucharán los consejos y las exhortaciones de Cristo, y también fijarán los pensamientos en la recompensa eterna.  Harán todos los planes teniendo en cuenta el futuro y la vida inmortal.  Usted será atraído por sus tesoros.  No considere los intereses mundanales, sino más bien en todos sus quehaceres silenciosamente pregunte: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" (Hech. 9: 6). Review and Herald, 24 de enero de 1888. 51

10. SANTIFICAClÓN DE LOS LABIOS.
Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, 
y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. (Isaías 6: 7).
Mediante su don celestial, el Señor hizo amplia provisión para su pueblo.  Un padre terrenal no puede dar ni transferir al hijo un carácter santificado.  Únicamente Dios es capaz de transformarnos.  Al soplar sobre sus discípulos, Cristo les dijo: "Recibid el Espíritu Santo" (Juan 20: 22).  Este es el gran don del cielo.  Mediante el Espíritu, el Señor impartió su propia santificación, y dotó a los suyos de su poder para ganar conversos al evangelio.  De allí en adelante Cristo viviría mediante sus capacidades y hablaría por intermedio de las palabras de ellos.  Los discípulos recibieron el privilegio de saber que desde ese momento eran uno con el Señor.  Deberían apreciar sus principios, y ser controlados por su Palabra.  
Lo que dijeran procedería de un corazón renovado y sería expresado por labios santificados. Dejarían de ser egoístas; Cristo viviría y hablaría por su intermedio. Les dio la gloria que tuvo con el Padre, para que ellos y él pudieran ser unos con Dios.
En las cortes celestiales el Señor Jesús es nuestro gran Sumo Sacerdote y nuestro Abogado.  Los adoradores no aprecian la solemne posición en la cual nos encontramos respecto a él.  Para nuestro bien presente y futuro necesitamos comprender esta relación.  Si somos hijos suyos, estaremos unidos unos a otros, y vinculados a la fraternidad cristiana.  Al estar ligados por el mismo vínculo sagrado que une a los que son lavados en la sangre del Cordero, nos amaremos unos a otros del mismo modo como él nos amó. Unidos a Dios en Cristo, hemos de vivir como hermanos.
Gracias a Dios contamos con un gran Sumo Sacerdote que ascendió a los cielos: Jesús, el Hijo de Dios.  Cristo no entró a lugares santos hechos por mano del hombre, sino en la misma morada de Dios para comparecer ante él por nosotros.  En virtud de su propia sangre ocupó los lugares celestiales una vez para siempre para obtener eterna redención para los suyos. General Conference Bulletin, 1º de octubre de 1899. 52

11. UNA MENTE RENOVADA.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12: 2).
La parte que al hombre le compete en su salvación es creer en Jesús como Redentor perfecto, no para otro sino para sí mismo.  Debe confiar, amar y temer al Dios del cielo.  Hay cierta obra que debe realizar.  Necesita la liberación del poder del pecado.  Debe ser perfecto para toda buena obra.  Su única seguridad de que está edificando su casa sobre un fundamento sólido, está en cumplir las palabras de Cristo.  Escuchar, hablar y predicar, sin hacer la voluntad del Señor, es como construir sobre la arena.
Los que practiquen las palabras de Jesús tendrán un carácter cristiano perfecto debido a que la voluntad del Señor será la suya.  Al contemplar la gloria del Señor, como en un espejo, Jesús, la esperanza de gloria, se reflejará en el creyente.  Si es convertido en tema de meditación, Cristo llegará a ser el propósito de las conversaciones.  El que lo contemple, deseará reflejar su imagen de gloria en gloria, por el Espíritu del Señor.  El hombre, ser caído, puede ser transformado por efecto de la renovación de la mente y, de este modo, probar "cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Rom. 12: 2).
 ¿Es esto posible?  Sí, cuando el Espíritu Santo toma posesión de la mente, del espíritu, del corazón y del carácter. ¿Dónde y cómo se lo prueba?  "Pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres"
 (1 Cor. 4: 9).
Los frutos de la verdadera obra realizada por el Espíritu Santo son evidentes en el carácter.  Así como un buen árbol da buenos frutos, también el árbol que sea plantado en el huerto del Señor producirá frutos para vida eterna.  Los pecados dominantes son abandonados, los malos pensamientos no tienen cabida en la mente, y los hábitos pecaminosos son desalojados del templo interior.  Las tendencias orientadas en un rumbo equivocado son encaminadas en la dirección correcta.  Las propensiones y los malos sentimientos son desarraigadas.  Los frutos que produce el árbol cristiano son un temperamento santo y emociones santificadas, los cuales son el resultado de una transformación completa.  Esta es la obra que debe realizarse.- Pamphlet 28, pp. 8, 9. 53

12. CRUCIFIXIÓN DEL YO.
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.  (Gálatas 2: 20).
¿Hemos considerado con sinceridad y seriedad si delante de Dios tenemos una actitud humilde para que, por nuestro intermedio, el Espíritu Santo pueda obrar con poder transformador?  Como hijos de Dios tenemos el privilegio de que el Espíritu actúe en nosotros.  Cuando el yo es crucificado, el Espíritu toma al quebrantado de corazón y lo transforma en una vasija honrosa.  Queda en sus manos como la arcilla en poder del alfarero.  Jesucristo quiere dotar a estos hombres y mujeres con un poder moral, mental y físico superior.  Las gracias del Espíritu son las que dan solidez al carácter, y, si ejercen una influencia para el bien, es gracias a Cristo que habita en el creyente.
A menos que el reavivamiento del Espíritu se produzca y el poder de conversión se manifieste en las iglesias, todo lo que puedan profesar los feligreses jamás los hará cristianos.  Hay pecadores en Sión que necesitan arrepentirse de los males que han acariciado como tesoros preciosos.  A menos que los vean, y los extirpen, y que cada defecto y expresión de un carácter sin amor sea transformado en virtud de la influencia del Espíritu, Dios no podrá manifestar su poder.  Hay más esperanza para un pecador declarado, que para los profesos justos que son impuros, corruptos y sin santidad.
¿Quién desea examinarse? ¿Quién está dispuesto a señalar sus acariciados ídolos pecaminosos y permitir que Cristo purifique el templo interior arrojando a los compradores y vendedores? ¿Quién quiere dejar entrar a Jesús para que lo limpie de todo lo que empaña y corrompe?  La medida es: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mat. 5: 48).  Dios ordena a hombres y mujeres que se liberen del yo; sólo así el Espíritu tendrá libre acceso al corazón.  Sin embargo, no intente realizar esta obra por sí mismo.  Pídale a Dios que obre en usted, y también por su intermedio, hasta hacer suyas las palabras del apóstol: "Ya no vivo yo, mas vive Cristo vive en mí" (Gál. 2: 20).
 Manuscript Releases, t. 1,  pp. 366, 367. 54

13. TRANSFORMACIÓN DEL PENSAMIENTO.
Por los demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. (Filipenses 4: 8).
Cada creyente tiene que realizar una obra individual.  Para ello necesita vigilar sus pensamientos, ser sobrio, y velar en oración.  La mente debe ser fuertemente controlada para que se espacie en los temas que fortalecen las facultades morales.  La juventud debe comenzar desde la niñez a desarrollar el hábito de pensar correctamente.  La mente tiene que ser disciplinada para que piense como corresponde.  No se le debe dar lugar para que se espacie en temas pecaminosos.  El salmista exclamó: "Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía y redentor mío" (Sal. 19: 14).
En la medida en que Dios actúa en el corazón por intermedio de su Santo Espíritu, el hombre debe cooperar con él.  Los pensamientos deben ser controlados y refrenados para que no sigan la tendencia a contemplar asuntos que debilitan y corrompen al ser entero.  Si deseamos que el cielo acepte las palabras que expresamos, y que al mismo tiempo sean provechosas para quienes las escuchen, la pureza debe caracterizar nuestra manera de pensar.  Cristo increpó a los fariseos: "¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno siendo malos?  Porque de la abundancia del corazón habla la boca.  El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro del corazón saca malas cosas.  Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que: hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.  Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado" (Mat. 12: 34-37).
En el Sermón del Monte Cristo expuso ante sus discípulos el gran alcance de los principios de la ley de Dios.  Enseñó a sus oyentes, que a nivel de la mente, se infringe la ley antes que se realice el deseo pecaminoso. Estamos obligados a mantener los pensamientos bajo control para ponerlos en sujeción a la ley de Dios. 
Review and Herald, 12 de junio de 1888. 55

14. TRANSFORMACIÓN DE LOS GUSTOS.
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, 
que está viciado conforme a los deseos engañosos. (Efesios 4: 22).
Juan dijo: "La luz -Cristo- en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella... Mas a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Juan 1: 5, 12, 13).  La razón por la cual el mundo incrédulo no será salvo está en que no desea ser iluminado.  La antigua naturaleza nacida de sangre y de los deseos de la carne, no puede heredar el reino de Dios.  La desusada manera de ser, las tendencias heredadas y los hábitos cultivados deben abandonarse, de lo contrario, no seremos objetos de la gracia.  
El nuevo nacimiento consiste en tener nuevos motivos, otros gustos y tendencias diferentes.
Mediante el Espíritu Santo, todos los que sean engendrados para una nueva vida llegarán a ser participantes de la naturaleza divina, y manifestarán su relación con Cristo en todos sus hábitos y prácticas.  
El que pretende ser cristiano y mantiene sus propensiones y defectos de carácter, ¿en qué se diferencia de los mundanos?  Si no aprecia la verdad que refina y santifica, no ha nacido de nuevo...
Nadie imagine que su manera de ser no necesita un cambio.  Los que piensan de este modo, no están en condiciones de incorporarse a la obra de Dios, porque no sienten la necesidad de procurar constantemente alcanzar normas más elevadas y realizar continuos avances.  Nadie puede estar seguro, a menos que desconfíe de sí mismo y fije continuamente su atención en la palabra de Dios, estudiándola con un corazón dispuesto a descubrir sus propios errores, y captar cual es la voluntad de Cristo para que ella sea hecha en sí mismo, y por su intermedio, también en otros.  Con sus hechos muestran que no confían en sí mismos, sino en Jesús.  Sostienen y honran la verdad como sagrado tesoro capaz de santificar y refinar.  Se preocupan constantemente de que sus palabras y hechos estén en armonía con esos principios.  Su único temor y temblor es que algún resto del yo sea idolatrado y, de este modo, sus defectos sean imitados por otros que confían en ellos.  Siempre están buscando subyugar al yo, y alejarse de todo lo que tenga vestigios de egoísmo que pueda desplazar la humildad y mansedumbre de Jesús.  Miran a Cristo con el propósito de crecer en él, intentando captar su gracia y luz con el propósito de trasmitirla a otros. 
Review and Herald, 12 de abril de 1892. 56

15. SOMETER AL TEMPERAMENTO.
¿Quién es sabio y entendido entre vosotros?  
Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. 
(Santiago 3:13).
En la escuela de Cristo la humildad es uno de los principales frutos del Espíritu.  La gracia santificadora que imparte el Espíritu Santo, capacita al poseedor para dominar su temperamento impetuoso y apresurado a fin de que permanezca bajo control en todo momento.  Los que en forma natural son huraños y de genio precipitado, harán los mayores esfuerzos a fin de dominar su temperamento reprochable y cultivar la gracia de la mansedumbre.  
Cada día irán adquiriendo mayor dominio propio hasta lograr que la falta de afecto y de semejanza a Cristo sea vencida.  Asimilarán el Modelo divino hasta poder obedecer el inspirado mandato: "Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse" (Sant. 1:19).
Cuando alguien dice haber sido santificado, y en sus palabras y hechos representa la fuente de la cual manan aguas amargas, con seguridad podemos afirmar que es un engañador. Necesita aprender el alfabeto de lo que significa ser cristiano.  Algunos de los que dicen ser siervos de Cristo, por mucho tiempo han abrigado al demonio de la falta de bondad que esos profanos acarician cuando se gozan en pronunciar palabras que desagradan e irritan.  Los tales necesitan convertirse antes de que Cristo los acepte como hijos suyos.
La humildad es la joya interior que Dios aprecia mucho.  El apóstol dice que es de más valor que el oro, y que las perlas o el más costoso ropaje.  Mientras los atavíos exteriores hermosean únicamente a los cuerpos mortales, la mansedumbre es un ornamento que, además de embellecer, conecta a la persona finita con Dios, que es infinito.  Este es el adorno que Dios escogió para sí.  El que engalana los, cielos con la luz, por el mismo Espíritu prometió "hermosear a los humildes con la salvación" (Sal. 149: 4).  Los ángeles celestiales registrarán como los mejores ataviados a quienes confían en el Señor Jesucristo y caminan con él en mansedumbre y humildad de mente. 
Review and Herald, 18 de enero de 1881. 57

16. ORGULLO QUEBRANTADO.
Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. (Romanos 12: 3).
La aceptación de la verdad es uno de los medios que Dios utiliza para santificar.  Cuanto más claramente la entendamos, y más fieles seamos en obedecerla, más humildes seremos en la estima propia.  En consecuencia, más exaltado será el concepto que tendrá de nosotros el universo celestial.  Cuanto menos egoístas sean nuestros esfuerzos en favor de Dios, seremos más semejantes a Cristo, y, como consecuencia, mayor será nuestra influencia para el bien.
Hay una diferencia abismal entre el espíritu del mundo y el de Cristo.  Uno conduce al egoísmo, que se afana por los tesoros que serán destruidos por el fuego en el día final, y el otro conduce al renunciamiento propio y a la abnegación para obtener los tesoros imperecederos.
Cuando es recibido por la fe, el Espíritu Santo quebranta los corazones contumaces.  Esta es la esencia del poder santificador de la verdad, la fuente de la fe que obra por amor y purifica el corazón.  Toda verdadera exaltación nace de la humillación desarrollada en la vida de Cristo, y demostrada en el maravilloso sacrificio que realizó para salvar a los que perecen.  El que es exaltado por Dios, primero se ha humillado a sí mismo.  El Padre ensalzó a Cristo por sobre todo otro nombre, y sin embargo, al simpatizar con la raza caída, primero descendió a las profundidades de la miseria humana a fin de compartir su suerte con mansedumbre y bondad.  De este modo, estableció el ejemplo que deben seguir todos los que desean participar en su servicio.
"Aprended de mí -dijo el mayor de los Maestros que haya conocido el mundo-, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11: 29).  No es suficiente leer la Palabra de Dios.  Nos fue dada para nuestra instrucción; por eso debemos investigarla con diligencia y cuidado.  Hay que estudiarla comparando un texto con otro.  Ella es la clave para su propia interpretación.  Mientras la estudiemos y oremos, junto a nosotros estará el divino Maestro, el Espíritu Santo, para iluminar nuestra comprensión a fin de que podamos entender las grandes verdades de la Palabra de Dios. Pacific Union Recorder, 23 de febrero de 1905. 58

17. LIMPIANDO LA CASA.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.  (Salmos 51: 10).
"Crea en mí un corazón limpio".  Este es un buen comienzo, dado que el verdadero carácter cristiano tiene su fundamento en los hechos que nacen en el corazón.  Si todos, feligreses y ministros, estudiaran sus corazones con el fin de descubrir si es que están, o no, en armonía con Dios, veríamos mayores resultados en las labores que realizamos.  Cuanto más importante, y de mayor responsabilidad sea la obra, mayor será la necesidad de tener un corazón limpio.  Esta gracia imprescindible se provee para que el poder del Espíritu Santo apoye cada esfuerzo que haga el creyente tendiente a lograr ese propósito.
Si cada criatura buscara a Dios en forma diligente, habría mayor crecimiento en la gracia y cesarían las disensiones.  Los creyentes serían de una mente y un corazón, y la pureza y el amor prevalecerían en la iglesia. Somos transformados por la contemplación.  Cuando más consideremos el carácter de Cristo, mejor reproduciremos su imagen.  Ven a Jesús así como eres y él te recibirá, y pondrá una nueva melodía en tus labios para que puedas alabar constantemente a Dios.
"No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu" (Sal. 51: 11).  Tanto el arrepentimiento como el perdón son dones de Dios que recibimos por medio de Cristo.  Gracias a la influencia del Espíritu Santo somos convencidos de pecado y sentimos la necesidad de perdón.  Siendo que la gracia de Dios es la que produce contrición, ninguno es perdonado a no ser por la gracia del Señor que contrita el corazón.  Puesto que conoce nuestras debilidades y flaquezas, Dios está dispuesto a ayudarnos.  El oye la oración de fe; sin embargo, la sinceridad de la plegaria únicamente puede demostrarse si hay un real esfuerzo personal de vivir en armonía con la gran norma que prueba el carácter de cada persona.
Necesitamos abrir nuestros corazones a la influencia del Espíritu y a la experiencia de su poder transformador.  La razón por la cual el creyente no recibe más de la asistencia salvadora de Dios, se debe a que el canal de comunicación entre él y el cielo está obstruido con asuntos mundanos, y porque prima el amor a la ostentación y el deseo de supremacía.  Mientras algunos se adaptan más y más a las costumbres de este mundo, nosotros deberíamos amoldar nuestras vidas al modelo divino.  Cuando seamos fieles al pacto, Dios restaurará la alegría de la salvación, y nos sostendrá mediante su Espíritu libre. Review and Herald, 24 de junio de 1884. 59

18. UN CARÁCTER SEMEJANTE A CRISTO.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (Colosenses 3: 3).
Jesús es el modelo perfecto.  En lugar de complacer al yo y de hacer lo que nos parece, tratemos de reflejar su imagen.  El fue bondadoso y cortés, tierno y compasivo. ¿Somos semejantes a él en estas virtudes? ¿Deseamos que nuestras vidas tengan la fragancia de las buenas obras?  Lo que necesitamos es la sencillez de Cristo.  Temo que un espíritu duro e insensible, enteramente diferente del Modelo divino, haya tomado posesión del corazón de no pocos.  Esta conducta inflexible, alimentada por muchos que la consideran una virtud, tiene que ser removida para estar en condiciones de amar a otros, como Cristo nos amó a nosotros.
No es suficiente que nos limitemos a la simple expresión de fe.  Se necesita más que un asentimiento nominal.  Debe haber un conocimiento real; una experiencia genuina en los principios de la verdad que está en Cristo.  El Espíritu Santo debe obrar en el interior para exponer estos principios a la fuerte luz de un conocimiento claro acerca de ellos, y, al conocer su poder, dejar que actúe en la vida.  La mente debe rendir obediencia a la real ley de la libertad, que es impresa en el corazón y llega a ser entendida plenamente gracias al Espíritu Santo.  La expulsión del pecado debe ser un acto del mismo ser, basado en el ejercicio de sus más nobles facultades.  La única libertad de la cual puede disfrutar la voluntad finita está en ponerse en armonía con la voluntad de Dios, cumpliendo con las condiciones que le permiten al hombre ser participante de la naturaleza divina por haber huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia...
El carácter humano, deformado por el pecado, es depravado y terriblemente diferente del que tuvo el primer hombre cuando salió de las manos del Creador.  Jesús se propuso tomar la pecaminosa deformidad humana y, en cambio, devolverle su propio carácter hermoso y excelente.  Se compromete a renovar todo el ser mediante la verdad.  El error no puede realizar esta obra de regeneración; sin embargo, necesitamos tener visión espiritual para poder discernir entre la verdad y la falsedad, a fin de no caer en las trampas del enemigo. 
Review and Herald, 24 de noviembre de 1885. 60

19. CON LA MENTE DE CRISTO.
Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? 
Mas nosotros tenemos la mente de Cristo. 
(1 Corintios 2: 16).
A medida que la verdad convierte al hombre, comienza la transformación del carácter.  Como resultado de la obediencia se produce el aumento de la comprensión.  La mente y la voluntad de Dios llegan a ser las suyas, y al buscar permanentemente el consejo de la Deidad, el discernimiento crece en forma constante.  Bajo la dirección del Espíritu de Dios se produce un desarrollo general de las facultades mentales que son consagradas a él sin reservas.
Esta no es una educación unilateral, que desarrolla sólo una parte del carácter.  Al contrario, revela los principios del desarrollo armonioso de todo el ser.  Al superar las debilidades del carácter vacilante, la piedad y la devoción continua establecen tal relación con Jesús, que la persona llega a tener la mente de Cristo.  Además, al desarrollar claridad de percepción, y también principios firmes y saludables, el creyente llega a ser uno con Jesús, quien le imparte la sabiduría que procede de Dios, fuente de toda luz y comprensión.
La gracia divina se derrama sobre el ser humilde, obediente y concienzudo a semejanza del Sol de Justicia, quien fortalece las facultades mentales de los que se esfuerzan en utilizar los talentos al servicio del Maestro.  En forma admirable, y aunque parezca sin importancia, la obediencia fortalece y hace crecer en el conocimiento de Jesús, práctica que habilita para llevar muchos frutos en buenas obras para la gloria de Dios.
  Fue así como los que han sido notables por sus logros, aprendieron las más preciosas lecciones del ejemplo de quienes el mundo considera ignorantes.  Sin embargo, éstos podrían haber tenido una visión más profunda si hubiesen obtenido niveles más altos de conocimiento en la enseñanza formal y también en la escuela de Cristo.
Cuando se estudia la Palabra de Dios, se produce una notable apertura y fortalecimiento de las facultades mentales.  Mediante la asimilación de las Escrituras, y gracias a la intervención del Espíritu Santo, es como la verdad divina entra en el corazón para purificar y refinar todo el ser. Review and Herald, 19 de julio de 1887. 61

20. PERMANECER EN ÉL.
Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, 
si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.  (Juan 15: 4).
Debemos orar para que se nos imparta el divino Espíritu, que es el único remedio para la enfermedad del pecado.  Las verdades de la revelación, sencillas y fáciles de entender, son aceptadas por muchos como algo que satisface lo que es básico y esencial para la vida.  Pero cuando el Espíritu Santo actúa sobre la mente, despierta el deseo más intenso por toda la verdad incorruptible.  El que realmente desea conocerla, no permanecerá en la ignorancia, ya que la preciosa verdad recompensa al que la busca con diligencia.  Necesitamos sentir el poder de conversión de la gracia de Dios. Insto a todos los que se distanciaron de su Espíritu a que destraben la puerta de sus corazones, y supliquen con fervor: Habita en mí. ¿No deberíamos postrarnos ante el trono de la gracia para que el buen Espíritu de Dios sea derramado sobre nosotros, tal como sucedió con los discípulos?  Su presencia ablanda corazones endurecidos y los inunda de alegría y regocijo transformándolos en canales de bendición.
El Señor desea que cada uno de sus hijos sea rico de esa fe que es fruto de la actuación del Espíritu Santo en la mente.  Además de habitar en cada creyente que desea recibirlo, al impenitente habla palabras de advertencia para mostrarle a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.  También hace que la luz brille en la mente de los que están deseosos de cooperar con Dios, impartiéndoles eficiencia y sabiduría para realizar su obra.
El Espíritu Santo jamás deja sin asistencia al que contempla a Jesús.  Al que lo busca, le muestra las cosas que son de Cristo.  Si sus ojos permanecen fijos en Jesús, la obra del Espíritu Santo no cesa hasta que el creyente es conformado a la imagen del Maestro.  En virtud de la bendita influencia del Consolador, los propósitos y el espíritu del pecador cambian hasta llegar a ser uno con Dios.  Sus afectos por él aumentan, tiene hambre y sed de su justicia, y, al contemplar a Cristo, es transformado de gloria en gloria y de un carácter a otro mejor, hasta ser más y más semejante al Maestro. 
Signs of the Times, 27 de septiembre de 1899. 62

21. CONTÉMPLALO A ÉL.
Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. (Isaías 45: 22).
Con el propósito de cumplir con las exigencias de la ley, la fe debe aferrarse de la justicia de Cristo aceptándola como nuestra justificación.  Gracias a la unión con Jesús, por fe, y mediante la aceptación de su justicia, podemos ser calificados para el servicio de Dios, y coparticipar en la obra del Señor.  A fin de darle a la justicia eterna el lugar que le corresponde, usted manifestará que no tiene fe si está dispuesto a dejarse arrastrar por las corrientes pecaminosas, y si no quiere cooperar con las agencias celestiales a fin de refrenar la transgresión en su familia o en la iglesia.
La fe obra por amor y purifica al ser entero.  Por intermedio de la fe, el Espíritu Santo actúa en el interior del corazón para santificarlo; sin embargo, es imposible que pueda cumplir con su ministerio si el agente humano no está dispuesto a obrar con Cristo.  Únicamente la obra del Espíritu Santo en el corazón nos preparará para el cielo.  Si deseamos tener acceso al Padre, la justicia de Cristo debe ser nuestra credencial.  Para que podamos obtenerla y ser partícipes de la naturaleza divina, diariamente necesitamos ser transformados por la influencia del Espíritu Santo, cuya misión es elevar el gusto y santificar el corazón a fin de que todo el ser sea ennoblecido.
Desde tu interior mira a Jesús.  "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1: 29).  Nadie está obligado a mirar a Cristo; sin embargo, la voz que invita con gran súplica dice: "Mira y vive".  Si contemplamos a Cristo, descubriremos que ese amor no tiene igual, un amor que estuvo dispuesto a tomar el lugar de los pecadores para imputarnos su justicia inmaculada.
Cuando el transgresor sabe que por causa de la maldición del pecado el Salvador murió por él, al reflexionar en ese acto piadoso, el amor despierta en su corazón.  El pecador ama a Cristo, porque Cristo lo amó primero.  La esencia de la ley es el amor. La persona que se arrepiente sabe que Dios "es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1: 9).  El Espíritu de Dios obra en el corazón del creyente con el fin de capacitarlo para que haga avances de un nivel de obediencia a otro más alto, de una fortaleza a otra más fuerte, y para que ascienda de gracia en gracia en Cristo Jesús. Review and Herald, 1º de noviembre de 1892. 63

22. COMPLETOS EN ÉL.
Y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.  (Colosenses 2: 10).
Usted no podrá entrar al cielo con ninguna deformidad o imperfección de carácter.  Durante el período de prueba de la vida debe recibir la preparación necesaria.  Si desea tener acceso a las moradas de la justicia cuando Cristo venga, ahora debe ser objeto de la obra profunda del Espíritu Santo que se hace visible en la experiencia personal.  Esto lo hará completo en Cristo, quien es la plenitud de la Divinidad corporalmente.  En virtud del poder de la justicia de Cristo, podemos abandonar toda iniquidad.  Debe haber una conexión viviente entre la criatura y su Redentor.  El canal de comunicación entre ambos tiene que permanecer continuamente abierto, para que el ser humano pueda crecer en la gracia y el conocimiento de su Señor.
Sin embargo, cuántos no oran.  Sienten que están bajo los efectos de la condenación del pecado, y siguen pensando que no pueden acercarse a Dios, a menos que logren conseguir algún mérito o que él se olvide de sus transgresiones.  Dicen: "Como no puedo presentarle manos santas, sin iras ni dudas, todavía no puedo ir".  De este modo permanecen alejados de Cristo, y, mientras piensan así, están pecando, puesto que sin él nada bueno podemos hacer.
El que comete un pecado, inmediatamente debería correr al trono de la gracia para confesarlo a Jesús.  Al mismo tiempo, debería llenarse de tristeza, porque el pecado debilita la espiritualidad, aflige a los ángeles celestiales, y lastima y hiere el amante corazón del Redentor. Pero cuando con contrición le pida perdón, crea que él ya lo perdonó.  No ponga en duda la gracia divina, ni rehuya el bálsamo de su amor infinito.
Si un hijo desobedece y realiza algo condenable en contra suya, y luego con tristeza de corazón viene a pedirle perdón, usted sabe perfectamente bien lo que haría.  Seguramente lo acercaría a su pecho para garantizarle que su amor no ha cambiado, y que la transgresión está perdonada. ¿Será que usted es más misericordioso que nuestro Padre que está en los cielos, que dio "a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16)?  Usted debería ir a Dios del mismo modo como una criatura acude a sus padres.  Pídale perdón a Dios por sus errores, y ore para que por su gracia pueda superar todos sus defectos de carácter. 
Bible Echo, 1º de febrero de 1892. 64

23. DESCANSO EN ÉL.
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; 
y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mateo 11: 29).
Mientras usted anduvo con mansedumbre y humildad de corazón, prosiguió la tarea que sólo Dios podría realizar en su ser.  Obró en su espíritu tanto el querer como el hacer por su buena voluntad.  El mayor placer reside en permanecer en Cristo y descansar en su amor.  No permita que nada le robe la paz interior, la tranquilidad y la certeza de que ahora mismo usted es aceptado. Aférrese de cada promesa, todas le pertenecen si cumple con las condiciones que el Señor estableció.  Someter completamente a Jesús todos sus caminos, es muy sabio; seguir la senda del Señor es el secreto del perfecto descanso en su amor.
Darle la vida significa mucho más de lo que podemos imaginar.  Debemos aprender de su mansedumbre y humildad antes de que podamos darnos cuenta de lo que significa el cumplimiento de la promesa: "Y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11: 29).  Como resultado de haber aprendido los hábitos de Jesús, su humildad y su docilidad, cuando se toma el yugo, el yo es transformado y nace entonces la deseo de saber más.  No existe nadie que no tenga mucho que aprender.  Todos deben ser enseñados por el Maestro.  Cuando el creyente se entrega en las manos del Señor, cada obstáculo del carácter heredado o cultivado es eliminado. 
Así es como llega a ser participante de la naturaleza divina.  Sólo cuando muere el yo, Cristo puede vivir en el agente humano. El creyente habita en Cristo, y Jesús en él.
Cristo desea que todos lleguen a ser estudiantes suyos.  Dice: "Acepta mis enseñanzas; rinde a mí todo tu ser.  No voy a anularte, sino que quiero desarrollar tu carácter para que estés en condiciones de recibir el pase del nivel primario a una escuela superior.  Somete a mí todas tus cosas.  Deja que mi vida, mi paciencia, mi resignación, mi clemencia, mi mansedumbre y mi docilidad puedan ser reproducidas en tu carácter como resultado de habitar en mí y yo en ti.  Entonces no sólo recibirás las promesas, sino que también "hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11: 29).
 Bible Training School, 1º de agosto de 1903. 65

24. HECHOS A SU IMAGEN.
Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. 
(2 Corintios 3: 18).
En su glorificada humanidad Jesús ascendió al cielo para interceder en favor de los agobiados por el pecado y por los que padecen luchas interiores. "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.  Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia" (Heb. 4: 15, 16).  Continuamente deberíamos estar mirando a Jesús, el Autor y el Consumador de la fe.  Al contemplarlo seremos transformados a su imagen, y nuestro carácter llegará a ser semejante al suyo.  Deberíamos regocijarnos de que el juicio haya sido dado al Hijo, quien, gracias a su humanidad, pudo familiarizarse con todas las dificultades que acosan al ser humano.
En la medida que aprendamos en la escuela de Cristo, y al ir asimilando su espíritu y su mente, seremos santificados y llegaremos a ser partícipes de la naturaleza divina.  "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" (2 Cor. 3: 18).  Es imposible que uno cambie como resultado de sus propias facultades y esfuerzo. Sólo por el Consolador. el Espíritu Santo, que Jesús prometió enviar al mundo, puede producirse la transformación del carácter a la imagen de Cristo; y al lograrse este cambio, como en un espejo reflejaremos la gloria del Señor.  La persona que observa el carácter del que contempla a Jesús ve la misma semejanza como si estuviera viéndolo a él en un espejo. ímperceptiblemente para nosotros, nuestra manera de ser y actuar diariamente es transformada a la imagen del amoroso carácter de Cristo.  De este modo es como crecemos en Jesús e inconscientemente reflejamos su carácter.
Los cristianos profesos se mantienen muy cerca de los niveles más bajos de la tierra.  Sus ojos están acostumbrados a mirar sólo cosas comunes, y sus mentes a reflexionar en lo que los ojos se habitúan a contemplar. Generalmente su experiencia religiosa es superficial e insatisfactoria, y sus palabras son livianas y sin valor. ¿Cómo pueden en esas condiciones reflejar la imagen de Cristo? ¿Cómo podrán difundir los brillantes rayos del Sol de Justicia en los lugares oscuros de la tierra? Ser cristiano es ser semejante a Cristo. 
Review and Herald, 28 de abril de 1891. 66

25. COOPERAR CON EL ESPÍRITU.
Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor.  (Filipenses 2: 12).
"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Cor. 5: 17).  
Nada, a no ser el poder divino, puede regenerar el corazón humano e infundir al creyente el amor de Cristo a fin de que lo manifieste a otros por los cuales él también murió.  El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.  
Cuando Dios convierte a una persona le da nuevas inclinaciones por las cosas morales, y nuevas y poderosas motivaciones para que pueda apreciar lo mismo que Dios ama. Su vida queda asegurada por la dorada cadena de las inmutables promesas de Cristo. El amor, el regocijo, la paz y una gratitud inexpresable llenarán el ser entero; la expresión del que recibe estas bendiciones será: "Tu benignidad me ha engrandecido" (Sal. 18: 35).
Sin embargo, los que sin esfuerzo alguno de su parte esperan ver un cambio mágico en su carácter, sufrirán un chasco.  Los que acuden a Cristo, mientras lo contemplen, no tienen razones para temer, ni tampoco motivos para poner en duda su capacidad de salvar hasta lo sumo.  Constantemente deberíamos desconfiar de nuestra vieja naturaleza, que puede reconquistar la supremacía, si el enemigo logra hacernos caer en alguna trampa inventada para que volvamos a ser cautivos suyos.
Debemos obrar nuestra propia salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en nosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad. Con nuestro poder limitado tenemos que llegar a ser tan santos en nuestra esfera como Dios lo es en la suya.  Según nuestras capacidades, debemos dar a conocer la verdad, el amor y la excelencia del carácter divino.  Así como la cera recibe la impresión del sello, el creyente debe registrar la impronta del Espíritu de Dios para retener la imagen de Cristo.
Diariamente debemos crecer en amor espiritual.  En nuestros esfuerzos por copiar el Modelo divino podremos tener fracasos frecuentes, y quizá muchas veces tengamos que inclinarnos para llorar a los pies de Cristo a causa de nuestros negligencias y errores.  Pero no debemos desanimarnos; necesitamos orar con mayor fervor, creer más, y volver a probar en forma más resuelta con el propósito de poder crecer a la semejanza de nuestro Señor.- 
Signs of the Times, 26 de diciembre de 1892. 67

26. LIBRE DE LA MALDIClÓN DEL PECADO.
Más ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, 
tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.  (Romanos 6: 22).
El Señor quiere que los suyos sean sanos en la fe: que no ignoren la gran salvación que les es ofrecida tan abundantemente.  No han de mirar hacia adelante pensando que en algún tiempo futuro se hará una gran obra en favor suyo, pues es ahora cuando se la completa.  El creyente no es exhortado a que haga paz con Dios.  Nunca lo ha hecho ni jamás podrá hacerlo.  Ha de aceptar a Cristo como su paz, pues con Cristo están Dios y la paz.  Cristo dio fin al pecado llevando su pesada maldición en su propio cuerpo en el madero, y ha quitado la maldición de todos lo que creen en él como un Salvador personal.  Pone fin al poder dominante del pecado en el corazón, y la vida y el carácter del creyente testifican de la naturaleza genuina de la gracia de Cristo.
A los que le piden, Jesús les imparte el Espíritu Santo, pues es necesario que cada creyente sea liberado de la corrupción, así como de la maldición y condenación de la ley.  Mediante la obra del Espíritu Santo, la santificación de la verdad, el creyente llega a ser idóneo para los atrios del cielo, pues Cristo actúa dentro de él y la justicia de Cristo está sobre él.  Sin esto, ningún alma tendrá derecho al cielo.  No disfrutaríamos del cielo a menos que estuviésemos calificados para su santa atmósfera por la influencia del Espíritu y la justicia de Cristo.
A fin de ser candidatos para el cielo, debemos hacer frente a los requerimientos de la ley: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo" (Luc. 10: 27).  Sólo podremos hacer esto al aferrarnos por fe de la justicia de Cristo.  Contemplando a Jesús recibimos en el corazón un principio viviente y que se expande; el Espíritu Santo lleva a cabo la obra y el creyente progresa de gracia en gracia, de fortaleza en fortaleza, de carácter en carácter.  Se amolda a la imagen de Cristo hasta que en crecimiento espiritual alcanza la medida de la estatura plena de Cristo Jesús.  Así Cristo pone fin a la maldición del pecado y libera al alma creyente de su acción y afecto. Mensajes selectos, t. 1, pp. 462, 463. 68

27. SANTIFICADOS, MAS NO SIN PECADO.
Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor. (1 Corintios 1: 30, 31).
Necesitamos establecer la diferencia entre la santificación falsa y la genuina.  La santificación no es meramente profesar y enseñar la Palabra de Dios, sino vivir conforme a su voluntad.  Los que creen estar sin pecado, y hacen alarde de su santificación, desconocen el peligro en que se encuentran por confiar en sí mismos.  Se apoyan en la suposición de que habiendo experimentado una vez el divino poder de la santificación, están libres del riesgo de caer.  Creyendo ser ricos, y pensando que no necesitan nada, ignoran que son miserables, pobres, ciegos y desnudos.
Sin embargo, los que verdaderamente han sido santificados, tienen un concepto muy claro acerca de su debilidad.  Conscientes de su necesidad, acuden a la fuente de gracia y fortaleza que está en Cristo, el único en quien reside toda la plenitud y puede satisfacer sus necesidades.  Al ser conscientes de sus imperfecciones, buscan la manera de llegar a ser más semejantes a Jesús y de vivir en mayor armonía con los principios de su santa ley.  La permanente sensación de incapacidad los conduce a depender enteramente de Dios, quien les permite ejemplificar la obra del Espíritu.  Los tesoros del cielo están disponibles para atender las necesidades de todos los que interiormente sienten hambre y sed.  Los que experimentan esto tienen la certeza de que un día contemplarán las glorias de ese reino que la imaginación apenas ahora puede concebir.
Los que ya sintieron el poder santificador de Dios no deben caer en el peligroso error de pensar que están libres del pecado, que ya alcanzaron los niveles más elevados de la perfección, y que, por lo tanto, están fuera del alcance de la tentación.  La norma de todo creyente debería ser mantener un carácter puro y bondadoso como el de Cristo.  Día tras día podrá añadir nuevas bellezas, y reflejar al mundo más y cada vez más la imagen divina.
 Bible Echo, 21 de febrero de 1898. 69

28. CRECIMIENTO CONTINUO.
Más la senda de los justos es como la luz de la aurora, 
que va en aumento hasta que el día es perfecto. 
(Proverbios 4: 18).
A un costo infinito se hizo provisión para que podamos alcanzar la perfección del carácter cristiano.  Los que han tenido el privilegio de escuchar la verdad, y, gracias al Espíritu Santo recibieron la impresión de aceptar las Escrituras como la voz de Dios, no tienen excusas por ser pigmeos en la vida religiosa.  Mediante el ejercicio de las facultades que Dios nos ha dado, diariamente debemos aprender a recibir, sin interrupción, el poder y el fervor espirituales provistos para los verdaderos creyentes.  Si deseamos ser plantas crecidas en el huerto del Señor, en verdad necesitamos tener una constante provisión de vida espiritual.  Entonces, el desarrollo se producirá en la fe y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.  No existen términos medios para desentendernos de nuestra responsabilidad.  Con el fin de desarrollar un carácter religioso sólido, debemos mantener nuestro avance rumbo al cielo.
La medida que recibamos del Espíritu Santo estará en proporción a la dimensión de nuestros deseos, a la fe ejercida por ellos, y al uso que hagamos de la luz y del conocimiento que se nos dio.  
El Espíritu Santo será impartido de acuerdo con la capacidad que cada uno desarrolle para recibirlo, y para darlo a conocer a otros.  Cristo dijo: "Todo aquel que pide, recibe; y el que busca halla" (Luc. 11: 10).
El que realmente busca la preciosa gracia de Cristo, estará seguro de no ser defraudado.  La promesa la hizo Uno que no nos decepcionará.  No es una teoría o una máxima religiosa, sino un hecho, como lo es la ley del gobierno divino.  Podemos estar seguros de recibir el Espíritu Santo, si individualmente tratamos de experimentarlo al someter a prueba la Palabra de Dios.  El es verdad; su orden es perfecto. 
"El que busca, halla; y al que llama, se le abrirá" (Luc. 11: 10).  
La luz y la verdad brillarán de acuerdo con nuestro deseo interior. 
¡Oh, que todos seamos hambrientos y sedientos de su justicia, y que podamos ser saciados! 
Review and Herald, 5 de mayo de 1896. 70

29. VICTORIA PASO A PASO
Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado. (1 Corintios 9: 26, 27).
Dios conduce a su pueblo paso a paso.  La vida cristiana  es una marcha y una batalla.  En esta guerra no hay tregua.  El esfuerzo debe ser constante y perseverante.  Mediante la lucha persistente es como se obtiene la victoria sobre las tentaciones de Satanás. La integridad cristiana se logra buscándola con avidez y con irresistible energía, y se la mantiene en virtud de una definida resolución de propósitos...
El cristianismo tiene un tema que debe ser enseñado, una ciencia mucho más profunda, amplia y alta que todas las disciplinas humanas y más elevada que el cielo.  Dadas nuestras inclinaciones, si deseamos servir a Dios, primero la mente debe ser educada, adiestrada y disciplinada.  Hay tendencias al mal que tenemos que superar.  Algunas han sido heredadas y otras cultivadas.  Con frecuencia, hay que descartar la capacitación y la educación de toda una vida si uno desea aprender en la escuela de Cristo.  El corazón debe ser educado para que esté firme en Dios.  Hay que cultivar hábitos de pensamiento que capaciten para resistir la tentación.  Tenemos que aprender a mirar hacia arriba.  
Los principios de la Palabra de Dios -tan elevados como los cielos, y que abarcan la eternidad-, deben entenderse e incorporarse a nuestra vida.  Cada hecho, cada palabra y cada pensamiento tiene que estar en armonía con ellos.
Los preciosos dones del Espíritu Santo no se desarrollan en un momento.  El valor, la fortaleza, la mansedumbre, la fe y la confianza inconmovible en el poder de Dios para salvar, se adquieren por la experiencia de los años.  En virtud a una vida de esfuerzos santos y de una firme adhesión a los principios rectos, es como los hijos de Dios sellarán su destino.
No tenemos tiempo que perder.  No sabemos cuán pronto finalizará el tiempo de gracia.  La eternidad se extiende delante de nosotros.  El telón está a punto de levantarse.  Cristo pronto volverá.  Los ángeles de Dios están tratando de sustraernos de nosotros mismos y de las cosas terrenales.  No permitamos que trabajen en vano.
Testimonies, t. 8, pp. 313, 314. 71  RP EGW  MHP 

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